V Premios Locovox de la Semana

¡¡¡Han regresado!!! Los chicos de Ibiza no soportaron su retiro y pidieron ser reinsertados en este blog. Su conmovedor argumento: “no todo tiene que ser serio… por favor, por favor, ¡devuélvenos el empleo!” Ah… qué fantásticos son estos muchachos. Tan fantásticos son, que decidí incluir a las subsiguientes generaciones de Locomía, que verán pronto. Es toda una gran familia ibicenca.

Pero bueno, no se diga más. Helos aquí. No son muchos, pero espero que les gusten. Además, he eliminado categorías como “joya de la semana” por considerar inoportuno desahogarme a través de estas entregas. Para los que aún no lo sepan, tuve un episodio desagradable debido a un par de premios que surgieron de una mala opinión que después cambió… es delicado juzgar a alguien que uno no ha conocido del todo. En fin. Olvidemos eso. La vida sigue. Ob-La-Di, Ob-La-Da, life goes on…

Blog de la semana: Una penumbra de notas, de Yoshi, por Frío.

Comment local de la semana: todos los que especularon sobre Nunca ocurrirá.

Comment externo de la semana: Don Juandroide, por el comentario de “estoy confundida” sobre Tipos: mal necesario en Yo: mi patética historia.

Canción de la semana: Barcelona, de Jewel

Artista revelación de la semana: Cata, por Meditaciones de tardes lluviosas

Autor de la semana: George Orwell, por Animal Farm

Mención Oriana Fallaci a la investigación periodística: I am the man who will fight for your honor…, porque me llevó a la fuente de información poco o nada importante sobre Karate Kid II, una película que ni siquiera recuerdo completamente pero influyó sobre toda una generación—la nuestra.

Supongo que la próxima semana habrá más premios, pero… ganadores, recojan sus menciones de manos de mis apuestos empleados. ¡Hasta la próxima!

SUENA: Minori diciendo “I’ve been in Iowa too long… you can understand, ne?”

I am the man who will fight for your honor…

Me es imposible escuchar Glory of Love, de Chicago, sin recordar automáticamente uno de los hitos cinematográficos de los 80:

Sí señores, la famosa saga protagonizada por Ralph Macchio y Noriyuki “Pat” Morita (quien, según Minori, no es japonés… y acabo de descubrir que, en efecto, es californiano). Después apareció esa niña… pero eso está fuera de mi jurisdicción. Otra inspiración para mi fanatismo por Japón. Una errada, por cierto.

Ya que el tiempo ha corroido mi memoria, sólo tengo claras memorias de un pedazo de Karate Kid II. Vi la I y la III pero se desvanecieron. El asunto es que el principio de Karate Kid II estaba grabado en algún cassette de Beta, pero… tal vez ya fue sepultado por otra película.

Entonces, ¿qué recuerdo? Fuera de la pose de la grulla (sobre la cual leí que en realidad es inútil y realmente no existe en el karate)… les contaré:

Mr. Miyagi invita a Daniel-san a Okinawa, su tierra natal, no sé a qué. Como los norteamericanos no necesitan visa para casi ningún lugar, y menos para Japón que le tocó ser su perrito faldero después de WWII… en fin, se fueron para Okinawa. Con ustedes, Okinawa.

Okinawa es famoso por sus piñas y sus leones de la suerte, llamados shisa. Yo tengo una shisa (no, no una chisa el gusano asqueroso que se vuelve cucarrón) porque Minori fue a Okinawa en junio y me la mandó. Se supone que vienen de a dos (una para espantar malos espíritus y otra para recibir buenos), pero él se quedó con la de los malos. Qué dulce…



Mi shisa es más bonita…

El caso. Llegan a Okinawa, que está infestado de bases militares norteamericanas, y pasan a la casa de la familia de Miyagi, a saludar a su papá que se está muriendo. Debo recalcar que la casita de los Miyagi se parece peligrosamente a la casa de Minori. Pero bueno, las dos son casas tradicionales… y la de los Miyagi me hace creer estúpidamente que todas son así en las islas niponas. En fin, yo estaba chiquita (la película data de 1986)…

El papá de Miyagi (Miyagi-san no otousan… lo siento, tenía que decirlo) murió tranquilamente en su camita tipo sleeping bag (así son las camas de los japoneses; casi duermen en el piso), no sin antes decirle que tenía que reconciliarse con Sato (interpretado por un hawaiiano, Danny Kamekona), su primo/amigo/vecino/hermano/pariente/lo que sea y archienemigo. Miyagi y Sato no quedaron muy contentos con este último deseo.

Mientras tanto, Daniel-san hacía de las suyas… ¡ajajá! Como el que menos corre vuela, Danielito encontró a una okinawense (¿okinawana? ¿okinaweña? ¿okinawita? um… de okinawa), una jovencita llamada Kumiko (Tamlyn Tomita), quien en la vida real ganó montones de reinados de belleza tipo Miss Ascendencia Asiática en USA. Creo que la voz doblada al español era la misma de la Maestra Yolanda/comentarista de Noppo, así que ésta es mi imagen de la comentarista de Noppo:

Hay una escena en la que Kumiko y Daniel corren alegremente por la playa y llegan a una especie de templo. Mientras tanto, suena en el fondo la canción de la que les vengo hablando: Glory of Love. Más exactamente, la parte que suena es “like a night in shining armor, from a long time ago, just the time I’d save the day, take you to my castle far away” y pum, habla Kumiko. Es por esta partecita que no puedo evitar la relación… ah y agregándole que Minori estuvo en Okinawa recientemente y me llamó desde allá… no, no, no, esa canción es una bomba nostálgica inmediata.



Like a knight in shining armor…

¿Quieren saber hasta dónde llega mi memoria? Pues bien, Sato tiene un sobrinito llamado Chozen que resulta no querer mucho a Danielito, y así, mientras Sato reta a Miyagi a un duelo a muerte, Chozen-kun reta al pobre aprendiz de karateca. Ah, nota interesante: Sato quiere destruir la pequeña villa de Miyagi. Veamos un poco de realidad, amigos. ¿A esto le llaman villa?

Está bien, está bien, en Okinawa sí hay villas, pero igual eso de querer destruirla porque sí es una excusa muy good vs. evil, muy comercial. Otra cosa al margen: Miyagi encuentra a su viejo amor de infancia, cuyo nombre tuve que investigar y es Yukie (me suena a Yoshie, la mamá de Minori). Entonces, como símbolo de que se están enamorando de nuevo, llevan a cabo ¿¡la ceremonia del té!? Hollywood, Hollywood… No digo que yo sea la autoridad en cuanto a costumbres japonesas, pero sí estoy segura de que Hollywood es la cuna de los estereotipos más orates que ustedes puedan encontrar. (Dato: Minori y Kotaro nunca han tomado parte en una ceremonia del té. Al parecer, es un rito reservado para familias muy tradicionales y/o muy ricas… y bajo ninguna circunstancia se relaciona con el amor otoñal o cualquier otra clase de amor.)

Mi grabación en el cassette de Beta termina en una especie de bar maluquísimo en el centro de Okinawa, donde Daniel LaRusso hace una excelente demostración de sus súper cualidades karatecas rompiendo cinco gruesas láminas de hielo ante un reto de Chozen, quien ¡oh, qué coincidencia! se hallaba en el mismo barcito. Daniel-san empieza a calentar juntando sus manos y llevándolas arriba y adelante, arriba y adelante, mientras respira profundamente… y las rompe. Pum, se acabó mi Betamax, y con él, mi memoria.

Ahora que, casi en honor a Karate Kid, a Okinawa y a Minori comí donburi (una receta japonesa con carne), no puedo quitarme esa cancioncita de la mente: “I am the man who will fight for your honor, I’ll be the hero that you’re dreaming of…”

SUENA: en mi mente, Glory of Love — Chicago

Las cinco del viernes

¡Qué buenas preguntas las de esta semana! ¡Felicitaciones, Betty! Ah, y ganbatte, que ese blog que te critica no merece la atención de nadie.

1) Si tuvieras el poder de dar la inmortalidad a sólo una persona de la Tierra, ¿a quién se la darías?¿Crees que le gustaría?

Nadie se merece semejante aburrimiento. Claro que, si se pudiera revertir después, yo tomaría la inmortalidad durante unos cuantos cientos de años; me tiraría de los techos de los edificios, me haría arrollar por los carros, morder por las serpientes, me dejaría congelar en el polo y abrasar en el desierto, caminaría entre el fuego, me abriría las venas, me haría el harakiri, me dejaría arrastrar por el mar hasta llegar a cualquier orilla, salvaría gente, intentaría hacer una fortuna, caminaría kilómetros y kilómetros y kilómetros, recorrería el mundo entero, leería libros y libros y libros, escribiría y recorrería cientos de editoriales hasta tener una publicación… y cuando por fin me aburriera de tantas sensaciones y aventuras, pediría la mortalidad de nuevo. Moriría cansada pero divertida.

2) Si tuvieras el poder de hacer volver a la vida a una persona, ¿a quién elegirías?¿Por qué motivo?

A Felipe Siachoque, para darle una segunda oportunidad de no retirarse del juego tan pronto.

3) Si pudieras hablar durante horas con la persona que quieras del mundo,

¿con quién lo harias?¿De qué hablarías?


Supongo que toca excluir a mi familia, Minori y Kotaro, que son mis candidatos usuales para charla por horas en la vida real. Hm… ¡ah, ya sé! con Ei Takami, quien personificó durante más de 20 años al archifamoso y bienamado… ¡¡¡NOPPO!!! Uf, sí, hablaría con él por horas y horas (suponiendo que él habla inglés o yo mejore mucho mi japonés); le preguntaría de todo sobre Dekirukana y sobre su vida… y le diría que es mi héroe y le agradecería por todo lo que hizo por mi infancia.

4) Si pudieras cambiarte por otra persona, ¿por quién sería? ¿Por qué?

¡Por nadie! No me interesa en absoluto la idea de que alguien vaya al baño con mi cuerpo, me bañe, me aliste, y diga barrabasadas por mí. No, no, no. Yo quiero responder por mí misma y mirar siempre el mundo desde este par de ojitos miopes.

5) Y si alguien te eligiera en alguna de las cuestiones anteriores, ¿qué harias?¿Cómo te sentirías?

Hombre, nadie me elegiría. Pero si alguien lo hiciera… me molestaría. En especial si me hace lo del cambio de cuerpo.

SUENA: Loving You — Minnie Ripperton

¡He perdido demasiado tiempo con esto de los blogs! Lo he decidido: ¡No más blog durante una semana!

(risas pregrabadas de Chespirito)

Nunca ocurrirá.

Dos de nostalgia

1.

Caray, ¿¿¿qué clase de bicho nostálgico me picó anoche como para haber instalado ICQ y AIM???

No sé; no me importa. ¡Lo cierto es que amo estos medios de comunicación! …y al parecer, mi hermana también.

2.

Me está entrando una especie de nostalgia por mis premios… como que los chicos de Locomía me hacen ojitos… ¿debería reintroducirlos? ¿debería? ¡¿debería?!¿¡¿debería?!?

No sé realmente, eso de la media naranja a mí siempre me sonó a estrategia de los que preparan jugos en sobre.

(Francisco, en conversación con Olavia Kite)

Los comments son al blog lo que la plata a los bestsellers.

(Olavia Kite, en conversación con Francisco)

Veni, Vidi… Ave!

Lo que comenzó como un proyecto militar de los Estados Unidos (y un medio de información en Francia—pero eso es historia aparte) ha adquirido dimensiones titánicas. Los visionarios del Internet han sabido atrapar cada vez más usuarios con herramientas antes inconcebibles como los chats con avatares, las animaciones de Flash y los programas de IM (mensajería instantánea, por sus siglas en inglés). Considero que, además de una cantidad abrumadora de información, lo más atractivo que el mundo del Internet brinda a sus jóvenes usuarios es la posibilidad de hacer vida social por medios poco ortodoxos.

Me encanta el Internet, y todos lo saben. Me inicié en él poco antes de cumplir catorce años, y desde ese entonces no ha dejado de formar parte esencial de mi vida. Sin embargo, considerando que durante una época el medio constituyó mi única fuente de interacción social, es también fuente de un pequeño temor que, considero yo, jamás se desvanecerá: el temor al fenómeno post-conocimiento en la vida real.

¿En qué consiste este fenómeno? Es simple. Cuando se alcanza un punto en el que las conversaciones se vuelven larguísimas y se cubre toda clase de temas, surge un deseo de conocer personalmente al interesante interlocutor. Y es apenas natural; si es tan fantástico en Internet, ¿cómo no va a serlo personalmente? Así que se fija la fecha, se reitera la hora, se prepara el lugar… luego sucede la típica escena en la que uno se para en el punto exacto con mirada de idiota y mira a todas partes, ¿quién será? ¿de dónde vendrá? ¿es él? no, no es él… ¿es él? no, no es él… ¡oh, sí, sí es él!

Después de un largo rato de inseguridad, silencios, conversaciones tímidas, los interlocutores se despiden y uno de ellos está convencido de que todo seguirá igual o tal vez mejor… al conocerse personalmente, lo más seguro es que querrá hablar más, tal vez tendrá más confianza… pero como dice la canción, “tristeza não tem fin, felicidade sim”. Así, esta felicidad tan sólo dura lo que tarda la persona en conectarse a Internet y encontrar al recién conocido conectado.

—Hola!

—Hola.

—¿Cómo estás?

—Bien.

—¿Qué has hecho?

—Nada.

—Bonito día, ¿no?

—Sí.

—Qué bueno que ya es fin de semana, ¿verdad?

—Sí.

—¿Cómo va tu… (personaje mencionado durante la conversación personal)?

—Bien.

—¿Qué más de… (tema traído a colación durante la conversación personal)?

—Lo mismo/Igual/Nada/Ahí.

—Ah…

Después de esto ya no queda absolutamente nada más que decir. Obviamente se seguirá intentando un par de veces, pero todas arrojarán el mismo resultado. Y así de patéticamente se pierde un interlocutor, tal vez un amigo, una historia interesante por compartir.

¿Por qué tiene que suceder esto? ¿Por qué me tiene que suceder esto? Persona de Internet que conozco, persona de Internet que desaparece. ¿Qué esperaba el interlocutor, acaso? ¡Mi foto sale en el msn ocasionalmente! No creo que el asunto sea físico… ¿Tal vez es mi voz? ¿Tal vez debería limitarme a hablar por msn porque personalmente soy un fracaso y no entretengo ni a un cultivo de moho? Creo que éste es uno de los Grandes Misterios en la vida de Olavia Kite. Si alguien tiene una posible solución a mi Gran Enigma Larousse, please let me know.

SUENA: Gilmore Girls en la tele y Minori diciéndome “it’s less than forty days!”

Promesa

Le prometió un pincel para escribir versos sobre su vientre. Le prometió una casita pobre y dos máquinas de escribir. Le prometió una cama grande para leer poemas. Le prometió besos ocultos en los cinemas vacíos. Le prometió una hijita llamada Sofía, morenita morenita. Le prometió malteadas de fresa con dos pitillos. Le prometió un jardincito de azaleas. Le prometió calles lluviosas con charcos soleados. Le prometió un libro con su nombre en todas las páginas. Le prometió un par de brazos para hundirse y un hombro para llorar, dormitar y bailar los temas de las películas. Le prometió sus canas y sus encías desgastadas. Le prometió sus venas en flor y sus letras cubiertas de riveras escarlatas.

Pero hubo algo que jamás prometió —y de esto se dio cuenta ella demasiado tarde —: que dejaría de ser un niñito habitante de tierras quiméricas, de esos que prometen el universo sin saber a quién, sin saber por qué.

SUENA: Nights on Broadway — Bee Gees