Monthly Archive for February, 2016

Work-Sister-Work

Pensaba que había sido tan de malas que justo durante la visita de mi hermana es que me toca hacer esta traducción terrible que absorbe toda mi vida. Pero en realidad soy de buenas porque puedo distraerme y ver películas con ella en vez de dejarme llevar del todo por el vórtice de la ocupación. Yo me conozco. En cierto modo, ella me está salvando de convertirme en la versión hikikomori trabajadora de Tom Hanks en Náufrago. Hoy aproveché que me rindió muchísimo haciendo el capítulo más largo de todo el libro y vimos juntas los Premios Oscar. No he visto ninguna de las películas nominadas, pero bueno.

Empieza la recta final del trabajo. Estoy animada. La próxima semana estaré confundida con tanto tiempo libre.

At a Party (Briefly): Revenge of the Chili Cheese Fries

¿Recuerdan que estuve en una fiesta el sábado? ¿Y recuerdan que pedí unos chili cheese fries y estaba arrepentida de hacerlo? Pues bien, no sabía qué tan arrepentida podía llegar a estar hasta que abrí los ojos al otro día. Terminé de leer un libro que no me gustó con cierta sensación desagradable en el estómago. De repente me encontré rebotando de la cama al baño y del baño a la cama. Al principio pensé que sería uno de esos episodios de diarrea matutina tan comunes en el colon irritable. Oh, no, ya hubiera querido yo. Tomé algo de líquido y vomité con tanta fuerza que se me reventaron los vasos sanguíneos y ahora parece que tuviera un sarpullido en toda la cara.

A mediodía intenté sostener una charla larga con Cavorite pero me tocó colgar porque no podía del dolor de estómago. Dormí. No sé qué soñé. El dolor se entremezclaba con el sueño. El fiero sol de la tarde me calentaba los pies sobre la cama. Abrí los ojos y me fijé en el azul del cielo tan brillante. Vi el azul apagarse. Al anochecer prendí la luz e intenté distraerme con videos estúpidos sobre “Los 10 mejores actores en imitar otros acentos” y “Los 10 actores con los detalles físicos inusuales más memorables”. Pero el dolor persistió. Persistió a tal punto que cerré el computador y confié en que alguien pasaría a revisar cómo estaba y apagaría la luz, porque yo no podía pararme a hacerlo.

Nadie pasó.

Debían ser las cuatro y algo de la mañana cuando me desperté y me di cuenta de que la luz seguía prendida. Entristecida pero ya un poco más aliviada, me levanté, apagué y volví a dormir otro rato.

Hoy he subsistido a punta de galletas y limonada. Las galletas me hacen doler un poco pero no tanto como lo harían otras comidas. Mi papá volvió del trabajo y preguntó por Misaki, completamente ajeno a mis penurias recientes. Me llamaron de un almacén porque me cobraron mal una compra que hice el día de la fiesta y esperaban que yo fuera a corregir el pago hoy; terminé gritándoles porque estoy rodeada de gente y nadie, nadie se ha hecho ninguna pregunta con respecto al hecho de que yo haya estado encerrada ayer todo el día retorciéndome de dolor y hoy casi no haya probado bocado. No he prendido la luz por temor a no poder apagarla después y que nadie lo haga por mí.

No desearía ser una de esas estrellas de las redes sociales por las que todo el mundo pregunta, pero creo que me gustaría que a alguien le diera al menos un asomo de curiosidad el estado actual de mi existencia. Al menos en Tsukuba la soledad era obvia.

At a Party (Briefly)

Me invitaron a una fiesta en un bar. Llegué más tarde de lo planeado por quedarme hablando con Cavorite sobre azúcar y viajes en carretera. Cuando llegué no vi al grupo, así que me senté sola en una mesa a pensar. Al fin se me ocurrió llamar y llegué adonde era. Pedí una cerveza michelada (sin tequila) y unos chili fries, against my better judgment.

Intenté hablar con una amiga del procedimiento de depilación IPL al que me estoy sometiendo, pero creo que ese tema solo me parece fascinante a mí (en serio, es increíble). Algo comentamos sobre el paso del tiempo, entonces. El hijo de ella está en quinto de primaria. Mi primo Juanfran acaba de cumplir dieciocho años. Vaya.

La cumpleañera nos presentó a un doctor en historia que vivió siete años en París y llevaba solo uno en Bogotá. El sitio estaba cada vez más ruidoso, así que terminamos hablando solo los dos porque las voces no alcanzaban a llegar a más de un par de oídos. Me contó que fue a China y a Tanzania y no recuerdo adónde más. Brasil, probablemente. Chile también, de pronto. Concluyó los apuntes de viajes observando que es muy difícil viajar desde Colombia. No supe qué responder. Me preguntó si había leído Crimen y castigo. No. Me preguntó si había leído el último libro de Juan Gabriel Vásquez. No. Hablamos de cómic un rato. Me recomendó algo de BD pero no pude oír bien los nombres de los autores.

A la mesa llegó un tarro de Jenga. El historiador, el esposo de una compañera del colegio y yo nos pusimos a jugar y llegamos al punto en el que ya no se podían sacar más bloquecitos. No pensé que eso fuera siquiera posible. Todo un logro de la mini-arquitectura moderna. El novio de mi amiga pasó tomando fotos. Creo que no salí en ninguna. El historiador me habló de lo curioso que era ver una cámara que no fuera de celular ni profesional en esta época. Luego se fue a jugar billar.

Mis amigas cambiaron de puesto. Ahora estaban todas juntas en un sofá. Quedé sola en mi silla. No se me ocurrió qué más hacer, así que pagué y me despedí. Le conté a la cumpleañera que había dejado las llaves de mi casa y tendría que volver pronto para no molestar demasiado a mis papás. Me escabullí y no me despedí del historiador; me pareció raro buscarlo y abordarlo sin dirigirle la palabra a nadie más. Salí. La calle estaba repleta y amenazante. En el camino a casa metí la mano en un bolsillo de la cartera: mi llave de repuesto estaba ahí.

Esperaba encontrar la casa a oscuras y en silencio, ahora que ya no tenía que timbrar, pero mi papá estaba en la sala viendo Gravity. Me senté a su lado y empecé a preguntar cosas sobre lo que estaba pasando. No me quiso contar. Me dijo que no importaba si ahora veía solo el final porque igual me faltaba verla desde el principio. La película terminó y subí a descansar. Y aquí estoy.

N2合格

En diciembre del año pasado presenté el examen internacional de japonés, siguiendo el consejo (¿la orden?) de la Señora Sakihara, de la Embajada de Japón. Luego me olvidé del asunto, convencida de que lo había perdido.

Hoy, por casualidad durante una conversación sobre el aprendizaje de idiomas, me enteré de que ya habían salido los resultados. Mucho antes de lo que esperaba. Seguí el link que me dieron y consulté mi puntaje, con la absoluta certeza de que no había pasado. No sería grave. Tendría todo un año para prepararme y volver a intentar.

Pues bien, pasé.

Estallé en carcajadas de la incredulidad.

Nota aparte: Hoy me tocó hacer traducción simultánea de un par de capítulos del Profesor Súper O. La audiencia quedó encantada.