Archive for the 'francia' Category

Orangina générique

Esta mañana he pasado un buen rato pensando en una Orangina genérica que no me quise tomar en Suiza. Es una anécdota súper tonta: probé la Orangina en Francia, me gustó, volví a Suiza, la persona que me estaba alojando se encontró algo parecido a esa bebida en una máquina expendedora del lado francés de su lugar de trabajo, me la trajo, me puse brava porque no era lo mismo. Han pasado cuatro años desde el episodio y todavía me siento mal.

Debe ser porque estoy viendo la memoria desde este futuro como quien ve una película cuyo final ya conoce y le dice al personaje (que obviamente no escucha) “te vas a enamorar de él y te vas a arrepentir de ser tan mala gente”.

Supongo que no debería importar porque en otra parte de la película el personaje sabe que no se van a ver más y se recuesta contra el pecho del tipo de la Orangina genérica y llora y le deja toda la pestañina en su camiseta amarilla. Pero se vuelven a ver. Y luego no y luego sí y luego no y luego sí.

Así que ya lloré lo suficiente.

Y tampoco tiene caso pensar en lo malo anterior porque ahora todo está bien. Espero que mi yo del futuro pueda ver este momento y se ría y me diga que todo sigue estando bien, y que la Orangina no importa.

遠距離

La cama de Cavorite en Ginebra era muy angosta. Tanto así que la primera noche que pasé allá soñé que estábamos laminados y éramos páginas de un libro. Dicen que en Japón todo es pequeño pero yo creo que algunas cosas en Europa lo son más. Esa cama, por ejemplo, y el espacio alrededor del comedor. También el ascensor, una cabinita cuya puerta de madera uno debía fermer doucement. Y las distancias. Solo había que desear estar en Francia para aparecer allí. Lo sé porque yo lo hice.

Dicen que en Japón todo es muy pequeño pero en realidad las distancias son inconmensurables. Uno puede pensar en cualquier lugar y de una vez sabe que está demasiado lejos. Puede pensar en el corazón de cualquier persona y ya sabe que nunca podrá alcanzarlo. Uno es una especie de Alicia que excede los límites de la ducha y las mesas en soledad pero se vuelve diminuto a la hora de trazar una línea entre isla e isla.

En este momento me encuentro en un punto en el que, de nuevo, se abren brechas oceánicas frente a mí. Solo se me ocurren metáforas ridículas para mi situación: un pingüino montado en un iceberg que flota lejos del hielo continental. Pero yo no soy la que se va. Un pingüino mirando a otro pingüino flotar en un iceberg desde el hielo continental. Desearía aparecer instantáneamente al otro lado, pero esto no es tierra de traboules mágicos. Claro que tampoco es el arrozal del aislamiento infinito, así que tampoco tengo por qué sentirme así de impotente. ¿Y entonces?

Na-da-remos, na-da-remos.

Tres de mayo: Libros

Mis papás instalaron nuevas repisas para los libros en mi cuarto. Ahora la vigilancia constante de los lomos desde tres de las cuatro paredes causa la impresión de que quien aquí habita gusta de leer o estudió literatura o algo así. No se deje engañar, querido visitante.

***

Hoy empecé (otra vez) a leer Stupeur et tremblements, de Amélie Nothomb. Ya lo había intentado antes, pero en Tsukuba no estaba de ánimo para concentrarme en ningún libro —así que con mayor razón aprecio Seda, Asterios Polyp y When You Reach Me, que fueron los únicos que me lograron sacar del pantano un rato—. Lo poco que había alcanzado a avanzar me servía para fantasear en la Alcaldía mientras repartía venias y cargaba papeles. Ahora voy despacio —mi francés sirve máximo para pedir Orangina en las tiendas—, pero voy.

***

Estaba alistándome para salir por la tarde cuando llegó un mensajero a mi casa y me entregó un paquete. Así, sin mayor explicación, me convertí en la dueña de la última copia en existencia de Lo definitivo y lo temporal, de Javier Moreno. Me siento un poco indigna de este honor, pero bueno.

Trece de abril

El problema de Buenos Aires es que me recuerda demasiado a Lyon. Tanto así, que a veces tengo una fuerte sensación de dejà-vu frente a un bloque de edificios o en medio de un parque y resulta que es una imagen de la Croix-Rousse o del Parc de la Tête d’Or que he superpuesto al nuevo paisaje. Este problema se hizo especialmente evidente hoy en los alrededores del Rosedal de Palermo. Casi que podía sentirme dentro de aquel paréntesis que hubo entre la partida de j. y la llegada de Cavorite; tanto así que esperaba mirar hacia abajo y encontrar los cuadros de la camisa roja que llevaba aquel día. Sin embargo, constatando la presencia de mi padre, tuve que aterrizar en el Hemisferio Sur en 2011. El otro elemento delator de la realidad fue un puesto de choripán.

El kiosco, atendido por un señor de estrábicos ojos azules, tenía al lado dos o tres mesitas con sillas plegables para la clientela. Su reino se extendía hasta donde llegaba el eco de la cumbia en su radio. La silla número uno, sin mesa y pegada a la caseta, tenía a un señor espiando gente con binoculares. El dueño del chuzo bailaba con todo sabor un éxito llamado “El mantecazo”, con una escoba por pareja.

—Con esa música y vos bailando te van a clausurar el negocio—, le advirtió el de la silla. El señor del choripán no se dejó intimidar. Solo volvió a la realidad cuando nos sirvió a mi papá y a mí lo que hasta ahora es para nosotros el mejor choripán de Buenos Aires.

Transambulare

Pensar y pensar y pensar y pensar y pensar y pensar y pensar.

Me encuentro con este espacio en blanco después de todo un mes y me pregunto qué hacer con él. Antes lo sabía bien, pero ya no. Ahora pienso y pienso y pienso y pienso. Podría recurrir al cliché de “parece como si lo hubiera soñado”, pero no. Me aferro a la realidad de lo que ocurrió y saboreo sus últimas migajas. Hay envolturas de chocolate desperdigadas en el cuarto, un tulipán de madera sobre una cajonera, nuevos libros en mi biblioteca. Pasé días royendo un queso zaanlander.

Todo esto sucedió.

No hay un traboule interdimensional que me deje sobre el Cours Lafayette. No hay un tranvía interdimensional que me deje en Servette. Quiero volver, pero ¿cómo? Es imposible. Se acabaron las vacaciones. Si aguardara hasta las siguientes, encontraría las ciudades desnudas. Todos se habrían ido. Todos los que me importan.

Quisiera que me esperaran. Quisiera esperarlos.

[ The Church of What’s Happening Now — Sia ]