Monthly Archive for January, 2017

I Am a Rock (or I’m Trying to Be)

Desde que volví de mis viajes de fin de año he pasado al encierro casi total. No tengo ganas de hacer nada ni verme con nadie. De todas maneras aquí no hay nadie con quién encontrarse. Nunca pude hacer amigos de adulta y a los de otras épocas los veo esporádicamente. En esta ciudad está mi familia y tengo trabajo, pero de resto no hay nada. Me arranqué de tajo la ilusión de vida social que era Twitter y ahora veo claramente lo desolado que está este paisaje cenizo. Sin embargo, me resisto a buscar compañía o un sucedáneo de esta. Necesito volver a aprender a sentirme cómoda en mi isla.

Trato de recordar cómo era ser yo a los 13 años, estar de vacaciones, aburrirme hasta el tuétano y sentarme a escribir o leer un libro de corrido sin distraerme. La última vez que logré tanta concentración fue cuando estuve atascada en un vuelo Buenos Aires-Córdoba que llegó a su destino 24 horas después de lo estipulado. Escuchaba a mi compañera de silla proferir improperios con muchas erres —de esa manera tan argentina— mientras Eugenides me absorbía con Middlesex. Es una gran novela para estar atascado en un vuelo que intenta aterrizar sin éxito varias veces.

Aceptar la soledad y el aburrimiento es un paso importante en la superación de la adicción a las redes sociales. A veces me aparece en las páginas que leo la publicidad de un juego que promete erradicar el aburrimiento de una vez por todas. Eso no está bien. Necesitamos aburrirnos para ser creativos. Necesitamos dejar que reine el silencio para poder escuchar nuestra voz interna. A mí, hasta ahora, me ha costado —y eso se nota en la dificultad que tengo ahora para escribir posts—, pero no me rindo.

De pronto voy a terminar como la señora que vive en un rincón de Irlanda del Norte sin teléfono ni electricidad ni agua corriente y solo tiene un radio de cuerda para enterarse de la fecha, la hora y los titulares de las noticias. La señora es muy feliz porque puede darse el lujo de gozar del silencio. Yo siento que estoy hasta ahora tocando el silencio con la punta del dedo gordo del pie; se siente helado, pero me seguiré sumergiendo hasta aclimatarme. No hasta el punto de dejar de tener electricidad y agua corriente, pero sí de tal manera que mi cabeza deje de saltar de un lado a otro en busca de novedades. Solo entonces podré rescatar a la persona creativa que yo solía ser y que tanta falta me hace.

(El resto de aspectos de tener 13 años sí que me los empaquen, gracias.)

2017 (Invocando el poder de Bobby McFerrin)

Mi objetivo para 2017 es ser como mi mamá y alcanzar la paz interior inquebrantable. Quiero que en mi cabeza suene “Don’t Worry, Be Happy” cuando lo normal sería explotar. Es un objetivo muy difícil de lograr, pero ahí está.

Pasé la medianoche en la terraza de la casa de mi hermana. Estábamos ella, mi cuñado, una amiga, la roommate holandesa, los invitados de la roommate y yo. Los vecinos de al lado también estaban en su propia terraza poniendo música a todo volumen, así que fue una especie de fiesta doble. La dueña de casa tenía un micrófono con el que animaba a sus invitados y también nos hacía complacencias. Todos coincidimos en que sonaba muy profesional. Bailamos cumbia argentina, reggaetón y salsa, a pesar de que estábamos cocinándonos en el aire irrespirable del verano. Mientras tanto, los relámpagos de la tormenta que se avecinaba exacerbaban los estallidos de la pólvora alrededor nuestro. Me parece genial haber empezado el año bailando, especialmente porque ese es el tipo de cosas que yo jamás pensaría hacer.

Esta madrugada mi hermana y mi cuñado salieron para El Calafate. Yo también estoy a punto de irme, pero a Bogotá. La idea del regreso me aburre enormemente, pero al menos descansaré al fin de esta humedad exasperante.