j. le propone un problema a Cavorite, un problema con dados. Hay que encontrar la manera de que el mayor valor del dado A le gane al del lado B, y a su vez este le gane al del dado C, y este además le gane al del dado A.
A mí se me ocurre una solución: que los dados tengan como valores cartas de la baraja francesa. Así, el as será menor que cualquier otro número pero de todas maneras le ganará al mayor valor. Cavorite me dice que eso no se puede porque el problema exige el uso de números naturales y J, Q y K no lo son. Yo le digo que no importa, quitamos esos y de todas maneras el as sigue siendo mayor y menor al mismo tiempo. Obviamente, mi respuesta no es tomada en serio. Me rindo. Él insiste. Arguyo, en favor de mi falta de rigor matemático, que yo no veo números en mi cabeza como para resolver el problema de manera apropiada (en realidad sí los veo, pero son de colores y están en Helvetica Regular). Sorprendido, él levanta la mirada: ¿no? ¿Qué veo entonces? Él, por ejemplo, ve las reglas del ejercicio. Yo le digo que lo que hay en mi mente son tres dados en corrillo, cada uno de diferente tamaño. Si el tamaño de cada dado representa su valor, la manera de hacer que el mayor sea más pequeño que el menor sería poniéndolos en las esquinas de una escalera escheriana. “Necesitamos dados Escher”, concluyo. Bluelephant se entera de mi sugerencia: pronta y tajantemente responde que no, que esto es un problema de verdad. De todas maneras Cavorite opina que mis soluciones son “bonitas”, y con “bonitas” me figuro que quiere decir “no te has tomado tu clozapina”.
Me pregunto cómo será ver reglas. Observo a Cavorite agazapado sobre su escritorio y noto que su cabeza desaparece parcialmente tras una larga lista ilegible de comandos. Están al revés: me encuentro al otro lado de su pantalla mental. Lo dejo ocupado con sus dados abstractos y me llevo los míos tan claros (e imposibles) a Tokio. Pronto pasaré un rato sentada en el sofá más bonito del mundo, pero esa es otra historia.
[ The Girl You Lost to Cocaine — Sia ]