Orangina générique

Esta mañana he pasado un buen rato pensando en una Orangina genérica que no me quise tomar en Suiza. Es una anécdota súper tonta: probé la Orangina en Francia, me gustó, volví a Suiza, la persona que me estaba alojando se encontró algo parecido a esa bebida en una máquina expendedora del lado francés de su lugar de trabajo, me la trajo, me puse brava porque no era lo mismo. Han pasado cuatro años desde el episodio y todavía me siento mal.

Debe ser porque estoy viendo la memoria desde este futuro como quien ve una película cuyo final ya conoce y le dice al personaje (que obviamente no escucha) “te vas a enamorar de él y te vas a arrepentir de ser tan mala gente”.

Supongo que no debería importar porque en otra parte de la película el personaje sabe que no se van a ver más y se recuesta contra el pecho del tipo de la Orangina genérica y llora y le deja toda la pestañina en su camiseta amarilla. Pero se vuelven a ver. Y luego no y luego sí y luego no y luego sí.

Así que ya lloré lo suficiente.

Y tampoco tiene caso pensar en lo malo anterior porque ahora todo está bien. Espero que mi yo del futuro pueda ver este momento y se ría y me diga que todo sigue estando bien, y que la Orangina no importa.

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