Cavorite y yo nos íbamos a casar, pero él nada que aparecía. Estábamos todos (familia, amigos lejanos) en un bus rumbo a Cali, pero no había noticia de Cavorite. Yo empezaba a hacerme a la idea de que ya no me iba a casar, cosa que me hacía sentir bastante cómoda. De repente, recordaba que había olvidado invitar a mis mejores amigas del colegio. Razón de más para cancelar la boda. Sin embargo, Cavorite aparecía de repente y ya tocaba ahora sí casarse. Yo pensaba que no le había dado mayor importancia a mi último día de soltera, y ahora iba a ser casada, y no sabía cómo sentirme al respecto. Tenía pereza de casarme. Además, el sitio donde iba a ser la ceremonia no me gustaba (no me enteraba de dónde iba a ser sino hasta último momento). Era como si todo hubiera sido mal planeado a última hora y yo deseara esperar un poco más y tener un poco más de control sobre todos los preparativos. Sin embargo, sabía que Cavorite no tenía muchas más oportunidades de venir a Colombia, así que si cancelaba la boda sería un paseo hasta acá para nada.
Archive for March, 2015
Volvía a Honolulu. En una máquina frente a un zoológico me compraba un pase de 7 días para el bus y luego caía en cuenta de que solo iba a pasar 3 días en Hawaii y el resto en San Francisco. Pensaba que se lo regalaría a alguien luego. Después iba a un restaurante típico hawaiano y me demoraba eligiendo mi plato.
No tengo muy claro lo que soñé antes de eso, pero sé que me encontraba con Manuele Fior.
Parece que había tirado o me había dado besos con un tipo (que perfectamente puede haber sido el profesor de portugués del sueño anterior). Su hija, de 11 años, aparecía y me preguntaba si estaba enamorada del papá. Yo le daba a entender que no. Ella me decía algo bastante maduro y calmado para su edad, cosa que me parecía admirable.
Tenía un profesor de portugués que me estaba cayendo. Éramos varias personas pero a todas se les hacía obvio que él estaba detrás de mí. Estábamos en un paseo y nos tocaba en el mismo cuarto. Yo pensaba que todos debían creer que estábamos teniendo un cuento pero yo no era que tuviera muchas ganas. Igual estaba lindo. Creo que se parecía a alguien que conozco, alguien con quien ya pasó algo hace mucho tiempo. Él intentaba compartir una cama doble conmigo, pero yo muy casualmente me pasaba a una sencilla que había al lado. Me deshidrataba y me empezaba a desvanecer. Estaba a punto de morirme. La cama estaba conectada a aparatos que podían suministrarme nutrientes, pero yo no hacía nada. Me estaba dejando morir. A último momento él se daba cuenta y activaba los controles de la cama para restablecerme.
En algún punto de todo esto, una compañera se enteraba de que yo sabía francés y a mí me daba pavor que me fuera a hablar. Quería decirle que puedo leerlo bastante bien pero lo hablo bastante mal.
Arisu me llamaba. Yo me emocionaba mucho pero ella estaba usando una tarjeta telefónica que no duraba nada y no alcanzábamos a decir mayor cosa.
Estaba en una estación de tren en Francia, rumbo a España. Un inspector de tiquetes me decía que tenía el tiquete equivocado. Hablábamos en francés. Era súper amable. Para comprar el tiquete que era, me acercaba a una sección especial de la taquilla para turistas japoneses porque me sentía más cómoda hablando en japonés que en francés. Los vueltos incluían unas monedas enormes y pesadas.
Llegaba a San Francisco pero me daba cuenta de que en el afán de la salida había olvidado mis dólares y mis gafas. Solo tenía por casualidad un billete de cien dólares que iba a usar en la compra de un paquete de Doritos de pimentón (en la caja me daba cuenta de que había dejado la plata). Luego iba a ver una obra de teatro antes de que Cavorite me recogiera en el aeropuerto. Las sillas eran colgantes y se desplazaban a lo largo de la obra. Uno de los actores era el malo de George of the Jungle. Yo veía borroso y lamentaba la falta de mis gafas y de mis gotas para la resequedad ocular. Después sonaba “Wallflower” de Priscilla Ahn como tema de campaña de un tratamiento para la timidez.