Estaba en Hawaii y ya tenía que volver. Mei, la niña que vivía en la casa donde yo vivía, hablaba español perfecto y yo hasta ahora me enteraba. Mis papás y mi tía habían llegado para recogerme y me estaban ayudando a empacar, pero solo tenía una maleta grande y una de cabina. ¿Cómo hacer caber todas las cosas que tenía en el cuarto? Hasta mi mapamundi inflable estaba ahí. Pensaba que había dejado todo para el último minuto y que nada iba a caber. Tendría que empacar cosas en cajas para enviarlas después. Pero principalmente no había tiempo.
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Me iba a ir de Japón y no alcanzaba a alistar mis cosas. Dejaba algunas para recoger cuando volviera, tal vez un mes después. De repente me daba cuenta de que ya estaba demasiado tarde para llegar al aeropuerto y el avión me iba a dejar.
- Vivía en Hawaii pero ya se acercaba la hora de irme. Me quedaban pocos días. Encontraba un cuarto lleno de cajas y decidía dedicarle un día a arreglar eso, enviar las cajas por correo y meter el resto en la maleta. Al fin las cajas no estaban tan llenas de cachivaches, lo cual era un alivio.
- Me quedaba sin hogar y vivía en un espacio público, tal vez una cancha de basketball de un colegio. Estaba tirando con Cavorite cuando pasaba Himura y me veía. Me daba mucha vergüenza pero pensaba que no podía hacer nada si era ahí donde yo vivía.
- Encontraba un pintalabios súper bonito pero mis labios estaban llenos de marcas moradas parecidas a las del erythema ab igne.
- Estaba en un hotel en Japón y mi mamá llegaba para ayudarme a empacar. Entonces me daba cuenta de que mi cuarto tenía un montón de depósitos llenos de cachivaches y no quedaba tiempo para recogerlo todo. Decidía que lo mejor era dejar algunas cosas tiradas en el hotel y seleccionar otras tantas para llevar. En uno de los depósitos había un cadáver dentro de una tina. Era un detalle que había olvidado. No sabía qué hacer respecto de eso.
- Estaba en Irak. Había cazas sobrevolando y hacían mucho ruido. En las calles había niños iraquíes asustados. Yo también tenía miedo. De un militar conseguía un aparato probador de tabaco (era como una lámina metálica del tamaño de una armónica). De pronto me daba cuenta de que me lo habían robado y me habían robado otro aparato importante sin el cual creo que no podía sacar plata o algo así. Unas amigas me decían que debía denunciar el hecho, pero tocaba esperar hasta el otro día.
Volvía a Japón. Me habían dado un año de gracia para hacer todo lo que me faltaba y recoger mis cosas con calma. Estaba feliz y pensaba que esto no era un sueño. Tenía muchos planes para este año. Me disponía a coger un bus en una loma en Kioto, pero necesitaba monedas. Una máquina de cambio me daba monedas viejas colombianas.
Estaba en Japón con mis papás. Los llevaba a un templo lleno de ciruelos en flor que quedaba en el sótano de un hotel. Me extrañaba que hubiera ciruelos en otoño, pero me alegraba poder verlos y al mismo tiempo ver el momiji. Salíamos de allí y veíamos edificios residenciales nuevos, bonitos. Pensaba que ahora sí tendría tiempo de arreglarlo todo antes de irme.
Veía gente danzando a lo lejos, en un valle. Estaban vestidos de rojo. Le preguntaba a Cavorite cómo se llamaba su maestría. De pronto, Azuma estaba dibujando sobre mi tapete absorbente de calor para el computador y hablando del niño con el que estaba saliendo. Entonces yo me daba cuenta de que había retrocedido en el tiempo, porque ese hombre ya no tenía por qué estar en el panorama.
Recibía una llamada en la oficina. Era la señora Sakihara, de la Embajada de Japón. Me decía que los cobros que me estaban haciendo desde Tsukuba habían resultado ser una estafa, y que la persona a cargo de ello se había suicidado.