Peter Serafinowicz y yo nos amábamos, pero ambos estábamos en silla de ruedas. Yo pensaba que menos mal no estaba paralizado de la cintura para abajo porque eso afectaría su desempeño sexual. Por mi parte, yo podía levantarme y caminar poquito con mucho esfuerzo. Resultaba entonces en un museo que tenía una exposición de altorrelieves de flores que al mismo tiempo eran vulvas.
Archive for September, 2011
Podía correr mucho sin cansarme. Pasaba por debajo de los puentes de la 68 con 63 corriendo. Me miraba al espejo y veía que me había hecho rayitos en el pelo, pero no entendía cuándo había ocurrido esto. Creo que además necesitaba unos lentes nuevos, amarillos.
Comía bombones de chocolate deliciosos en la pastelería donde fui a hacer una entrevista en mi anterior trabajo. Creo que hablaba con la dueña. Me desperté con el sabor exquisito en la boca.
Volvía a Japón. Azuma también estaba conmigo. Íbamos a hacer una despedida en ¿su? ¿nuestro? apartamento. Él iba a invitar a una amiga llamada Sejika, y también a un contacto de Internet, pero manifestaba que le daba pereza. Yo le decía que esa persona era insoportable y era mejor si no la invitaba. Rayábamos un sobre para dejárselo a Sejika con una nota, 「家に来ないか」(Uchi ni konai ka? “¿No vienes a mi casa?”). El kanji 家 me quedaba horrible y casi no recordaba cómo se escribía 来る, me daban de pista que tenía que ver con un hacha, pero no.
Decidía llamar a Yurika, que vivía en Fukushima, y le decía 「日本に戻った!」(Nihon ni modotta! “¡Volví a Japón!”). Le explicaba para qué había venido, pero no logro recordar esa frase. Yurika me contaba que estaba saliendo con el dueño de un bar. Intentaba hablarme en español, pero volvíamos al japonés rápidamente. Le contaba a Azuma que estaba angustiada porque no quería irme sin despedirme de mis amigos japoneses, pero él me recordaba que aún me quedaba tiempo.
Cavorite y yo recorríamos a toda velocidad un museo que estaba a punto de cerrar. Había que ir subiendo escaleras y se veían diferentes salones a los que ya no podíamos entrar. El piso era de baldosín de ajedrez. En el último piso, ya para salir, encontrábamos un acuario gigante con pulpos y ballenas.
Estaba con mis papás en una tienda noruega de juguetes usados. Tenía ganas de comprar un juego de madera de Súper Ratón, aunque el Súper Ratón estaba bastante mal dibujado. Me provocaba cierta nostalgia. Sin embargo, no encontraba el precio. Podía escuchar a los dependientes hablando noruego y no les entendía nada, obviamente. Cerca de la caja vendían aretes en forma de cara de flamingo con letreros como “voice artist”. De pronto resultaban ser gomitas con partes crocantes. Me desperté con la sensación de haberlas masticado.
Iba caminando por un pasillo de oficina con compañeros de corbata (gente que no conozco en la vida real). Veíamos muchas cámaras de video grabando sobre trípodes. Íbamos subiendo una escalera y bajaban S. y A.M., mis amigas de primaria. Dejaba ir a los compañeros de trabajo y me reunía con ellas. Nos sentábamos a comer pollo broaster.