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  • Archive for February, 2012


    2012 - 02.26

    Quedaba de encontrarme con Amber y mi hermana en una calle cubierta de nieve. Amber y yo nos encontrábamos primero y veíamos cómo entraban el Mars Pathfinder a un museo. Para mí era muy emocionante ver el Mars Pathfinder de verdad verdad ahí en un garaje.

    Después estaba en unas escaleras y pasillos de una universidad, presumiblemente Los Andes, buscando mis cosas en unos lockers que no estaban numerados sino que tenían combinaciones de números y letras. No recordaba mi combinación pero más o menos recordaba cómo había llegado al mío hacía mucho tiempo, así que me guiaba por esa intuición para llegar.


    2012 - 02.25

    Muchas cosas inconexas:

    • Un cajón del lavaplatos eléctrico en el que ponía unos platos color crema con frutas en altorrelieve. Mi abuela materna me decía que en el barrio Olaya se conseguían buenos platos muy baratos. Yo buscaba en el cajón unos cubiertos con mango transparente.
    • Un talajápiz eléctrico color morado con negro sobre mi mesa de noche.
    • Santiago K. en una esquina de la calle. Al mismo tiempo, una conversación entre personas que yo no veía acerca de personas que se estaban dejando crecer la barba y aún no la tenían suficientemente larga.
    • La palabra “transaminasas”.


    2012 - 02.18

    Tiraba con un contacto de Internet. Después yo ayudaba a pasar espadas de un lado a otro. Eran pesadas.

    Minori era un gran hacendado y yo me estaba quedando en su castillo japonés. Estaba ayudando a servir la sopa para sus invitados (era un gran banquete) cuando empezaba a decir que la peor mujer era la latinoamericana. “Worse than a servant, she’s a harlot”. Yo me enfurecía porque sabía que lo decía por mí y nuestra ruptura. Le gritaba que no había necesidad de desahogarse así por algo del pasado y le echaba la sopa encima. Me quería ir de ahí. Él se vestía con un uniforme de kendo y salía a perseguirme con una katana para matarme. Yo me escondía en el clóset del cuarto de huéspedes. Pasaba mucho tiempo. Me preguntaba qué se sentiría morir en un sueño. Yo sabía que estaba metida en el armario pero veía lo que pasaba por fuera, Minori y sus hombres buscándome. Minori decía que lo más probable era que yo hubiera cogido un taxi para irme. Entonces yo ya no era yo, sino que la escondida era una japonesa. Por un momento Minori buscaba a la enemiga en el cuarto de huéspedes pero no en el clóset. Yo entraba a fisgonear la escena y me daban la bienvenida como a un invitado más. A la japonesa le daba un antojo enorme de unas longanizas que preparaba Minori y se salía de su escondrijo. Minori y todos sus invitados estaban en un picnic al aire libre y Minori se ponía a practicar tiro con un arco y flechitas pequeñitas. Las flechas le daban a la japonesa, que estaba trepada en un árbol. Caía pesadamente al piso.

    Ese debía ser el fin de la obra en la que estábamos porque Minori me llamaba para hacer la venia.

    Después veía a una mujer en un concurso de canto, pero Celine Dion le decía que cogiera seriedad. Entonces ella aparecía subida de un trapecio y se tiraba de ahí, instantáneamente deshaciéndose como si allá arriba hubiera agua iluminada de color verde manzana y ella estuviera hecha de tierra y palitos.