Tenía un perro que parecía un ewok con el pelo en borlas. También tenía un conejo, pero un conejo gigante asesino lo requería en sacrificio y yo intentaba ahorcarlo con un cordón para ofrecérselo. Se requería fuerza para poder matarlo así, y yo al fin desistía. El conejo se convertía en french poodle. Creo que huía y yo quedaba solo con el perro ewok. El conejo asesino gigante también desaparecía por una puerta.
Archive for September, 2012
Viajaba a Egipto con mis papás y mi abuela materna. Hacía mucho calor pero yo no lo sentía. Mi abuela tenía miedo de todo y se quejaba mucho. Yo me desesperaba. Salíamos de una pirámide a comprar souvenirs pero eran igualitos a los que vendían en las atracciones turísticas japonesas.
Iba a una feria de cómics. Me encontraba con una mujer que era ilustradora, amplia y blandita. Tirábamos al aire libre. Le señalaba que la luna se veía gigantesca (era como ver Júpiter desde un satélite).
Viajaba por el Tíbet, pero luego resultaba salvando un mundo de dulces. Caía libremente por entre los dulces, que me permitían probarlos, pero a mí no me daban muchas ganas. Un señor mayor iba cayendo también —era el otro héroe— y me daba un beso en los labios. Me decía que cuando esto acabara despertaríamos y volveríamos a nuestra vida normal, donde no estaríamos relacionados. Sin embargo, me seguiría en Twitter. Pensaba en Peter Serafinowicz y en el triunfo secreto que sería que me siguiera él y saber en secreto que alguna vez, en otro mundo, tuvimos algo.
Volvía a Japón. Me habían dado un año de gracia para hacer todo lo que me faltaba y recoger mis cosas con calma. Estaba feliz y pensaba que esto no era un sueño. Tenía muchos planes para este año. Me disponía a coger un bus en una loma en Kioto, pero necesitaba monedas. Una máquina de cambio me daba monedas viejas colombianas.