Volvía a Japón. Encontraba mi wok. Pensaba que si hubiera sabido que iba a volver a verlo, no lo habría regalado. De pronto me daba cuenta de que el wok estaba rayado y gastado; entonces decidía comprar uno nuevo.
Archive for May, 2011
Iba a un almacén a comprar un vestido de baño nuevo pero solo me salían puros disfraces de Batichica y la Mujer Maravilla en látex. Me los medía. Me veía algo gorda en ellos.
Vivía en La Candelaria. Caminaba por el centro de Bogotá. Me encontraba con la compañera de Los Andes que me odia, nos poníamos a hacer charla ligera y resultábamos amables la una con la otra.
Volvía a Loras College. Me decían que podía cursar un año y graduarme de lo que estaba estudiando allá. Me parecía atractiva la idea de tener diploma tanto de Tsukuba como de allá. Sin embargo, me tocaba hacer la Primera Comunión. Mi papá me estaba acompañando en la capilla. Yo pensaba que podría cumplir con un rito tan solo por el formalismo sin que ello comprometiera mis verdaderas creencias.
Estaba en Japón con mi madre empacando maletas. Clasificábamos libros y papeles para botar o llevar. Yo pensaba que esta vez debíamos ser más eficientes en la selección para que no sucediera lo que había ocurrido la última vez que me había ido de ese país.
Entraba a estudiar en El Colegio de México. Estaba perdida en el campus, se sentía grandísimo. Corría por lugares llenos de charcos, pensando que en Tsukuba también me sentía perdida al principio. No tenía idea de qué clases iba a tomar. Me extrañaba no sentirle acento mexicano fuerte a nadie. Encontraba monedas de diez yenes y me alegraba que en México utilizaran las mismas monedas que en Japón, ya que podría darles utilidad a las que me sobraban.
Tenía el pelo recogido y me lo cortaba de un tajo. Me preguntaba de repente por qué lo había hecho si yo había manifestado repetidas veces que quería mantenerlo largo. No sabía si me veía bien. Yo no era yo sino la niña de pelo corto de The Craft, y sabía que pronto enloquecería.
Un señor japonés llegaba a nuestra puerta para cobrarme las molestias causadas al irme del país. Me entregaba dos recibos. El primero no lo aceptaba porque era para Azuma y obviamente yo no iba a pagar eso.
Ya me iba a ir de Japón. Estaba en Narita. Aparecía Masayasu en la puerta de embarque. Le preguntaba cómo había llegado hasta ahí, me decía que había aprovechado un error de la gente del aeropuerto. Llegaba la hora de despedirnos y yo le daba un abrazo fuertísimo, hundiendo mi cara en su cuello y dándole un par de besos ahí. Le decía que podríamos encontrarnos en algún otro país, en Estados Unidos o en Europa quizás. Finalmente le daba un beso en la boca y él me rodeaba la cintura. Quedaba claro que yo siempre le había gustado pero nunca se había animado a dar el primer paso. Me acompañaba hasta el avión y nos despedíamos ahora sí. Ya adentro me daba cuenta de que la bolsa de plástico que llevaba junto al equipaje de mano estaba casi vacía: pensaba que afortunadamente me había deshecho de casi todo unos días antes, como si fuera consciente de lo que había ocurrido en realidad.