Mi familia y yo recibíamos una prórroga de la visa japonesa para ir a Tsukuba y terminar de entregar el apartamento. Mis papás hablaban con los señores de la inmobiliaria sin que yo me diera cuenta y recibían permiso para quedarnos allí cuantas noches fuera necesario mientras desocupábamos todo. Yo abría cajones y cajas en busca de cosas que había dejado olvidadas al salir. Alguien me ofrecía que me llevara un tapete de colores muy pesado (el que tenía bajo el escritorio). Por jugar esa persona se lo ponía de turbante en la cabeza y se veía igualito a Jaffar.
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