Mi papá me proponía que volviera a manejar para llevar a mi familia a ver a mi abuelo. Yo me mostraba reticente pero estaba dispuesta a dar una vuelta para practicar en el carro de mi tía. Mi tía me ponía a limpiar un montón de guano que había caído sobre el vidrio delantero. Mi hermana me ayudaba, pero yo estaba muy disgustada. Les decía a todos que no fueran a mostrar nervios como habían hecho la vez pasada que había manejado y había resultado estrellando el carro. Mi mamá hablaba de lo mal que estaba mi abuelo, de cómo parte de él parecía bien pero en su cara se veía que estaba mal. Finalmente nos metíamos en el carro (mi papá, mi mamá, mi tía, mi hermana, mi abuela y yo) pero mis piernas no cabían en el puesto del conductor. Yo llevaba las sandalias que usaba todo el tiempo cuando adolescente. Mi abuela empezaba a manejar pero le daba un ataque de ira contra un busetero y le gritaba algo como “maldito invertido”. Yo tomaba el volante a la altura de Santa Rosita (un barrio aledaño) y como podía seguía conduciendo, pero no recordaba bien los cambios, así que no avanzábamos muy suavemente que digamos.
Tags: buses, Colombia, cosas horribles, familia