Había una casa de juegos abandonada, medio oscura y un poco tenebrosa, que yo recorría con alguien. Pero creo que se hacía énfasis en que no era nada de terror. Igual me llamaba la atención todo lo viejo, como de los años 20, ahí decrépito pero aún funcionando.
En otro momento, estaba en una piscina con la hija de j. Le estaba enseñando a flotar pero ella siempre se hundía. Sin embargo, nunca se ahogaba; solo terminaba caminando en el fondo del agua hasta que yo la sacaba y nos reíamos. Se la entregaba a j. Él me daba un beso.
De repente estaba en Japón, con Azuma. Estábamos comiendo bento, pero el mío tenía todo envuelto en plástico y era muy incómodo desenvolver el arroz y lo demás. Pensaba que había olvidado avisarles a Hazuki y Arisu que estaba acá, pero aún tenía un poquito de tiempo para verlas.
Salíamos a una calle y encontrábamos a un señor paseando perritos. Esto ya no era Japón. Algunos de los perritos tenían una enfermedad que los hacía ver abultados como un brócoli. Uno de ellos también estaba perdiendo el pelaje. Les trataba de tomar fotos con el celular pero por alguna razón se me dificultaba.
Entraba a un recinto oscuro con unos familiares y seguía tratando de tomar fotos. Al revisarlas, me daba cuenta de que había pasado por la cama de mis abuelos maternos y ahí estaban. Me devolvía para saludarlos, primero a mi abuela y luego a mi abuelo. Mi abuelo me contaba que estaba muy bien, muy cómodo, que tomaba té tres veces al día. Estaba sonriente.
Me desperté preguntándome en qué andaría mi abuelo. Luego me acordé de que está muerto.
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