Del trabajo me mandaban a hacer encuestas. Éramos varias personas y nos íbamos separando poco a poco. Algunas de las personas eran compañeras del colegio y hablaban de recorridos por la ciudad. Otra preguntaba por la estrategia de redes de la empresa y yo le respondía que ya no tenía ninguna. Yo no quería encuestar gente, especialmente al pensar que tendría que abordarlos y preguntarles si tenían tiempo y me rechazarían. Llegaba a un cerro, algo así como el cerro de Suba. Me bajaba del bus (con temor a perderme) en medio de un bosque donde un señor (igualito a Chris O’Dowd y con el mismo acento) y le hacía la encuesta. Nos caíamos bien. Al terminar, aparecía el bus que me servía para irme del cerro, y yo le hacía señas para que no me dejara, pero el conductor hacía señas de algo que yo no entendía. Tal vez debía apurarme. Pero era demasiado tarde porque los zombis habían llegado y atacado a mi encuestado. Entonces él se me abalanzaba y yo sentía cómo me mordía y estaba por arrancarme un pedazo de carne en la parte delantera del cuello, justo sobre el esternón. Yo esperaba el dolor sin miedo.
Parece que hubo un flash forward. Ahora ambos éramos dos zombis enamorados. La gente nos veía y se maravillaba de nuestro amor, que sería eterno.
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