Llegaba a un edificio bonito con muchas matas. Había unas tiendas de libros, y en una de ellas estaba Himura con sus hermanos. Yo me alejaba rápido de ahí cuando lo veía. Se veía muy gordo. Me lo encontraba en la otra tienda y nos ignorábamos o nos mirábamos mal brevemente. En el edificio había un hueco que atravesaba todos los pisos y era donde la gente colgaba la ropa. Me tiraba por el hueco pero las cuerdas de ropa que iba reventando amortiguaban mi caída. De pronto, a mi derecha había un letrero de “exit”. Salía y quedaba en una terraza muy bonita con muchas matas. Me llegaba una carta de parte de mi trabajo: anunciaba que estaba suspendida de mi cargo, y además que un cliente de la empresa me demandaba desde Cali. Intentaba leer más pero la carta se convertía en galletas Saltinas con mermelada y se deshacía en migas pegajosas. Llegaba más gente y había una fiesta. Una señora me hablaba mucho durante la fiesta, era muy amable. Al parecer era la dueña del lugar. La terraza daba contra una autopista abandonada o sin terminar. La gente se iba de la terraza saltando directamente hacia la autopista. Quedaba sola con la señora. De repente me daba cuenta de que ella no era una señora común y corriente sino un fantasma o algo así, y su esposo—que estaba en una habitación contigua—era un espíritu maligno o un monstruo que me iba a hacer daño. Huía.
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