Arisu me llamaba. Yo me emocionaba mucho pero ella estaba usando una tarjeta telefónica que no duraba nada y no alcanzábamos a decir mayor cosa.
Estaba en una estación de tren en Francia, rumbo a España. Un inspector de tiquetes me decía que tenía el tiquete equivocado. Hablábamos en francés. Era súper amable. Para comprar el tiquete que era, me acercaba a una sección especial de la taquilla para turistas japoneses porque me sentía más cómoda hablando en japonés que en francés. Los vueltos incluían unas monedas enormes y pesadas.