Tenía que ir a una óptica a comprar nuevos lentes para luego seguir al colegio. Me llevaba un taxista que me pedía que lo llamara a esa óptica, creo, o algún otro establecimiento médico. La óptica estaba muy llena y a mí se me había quedado la fórmula, así que era un viaje perdido y yo iba tardísimo al colegio (ya eran como las 10 y algo). Llegaba al colegio y olvidaba anotar el celular del taxista para que me recogiera después. Era un señor muy amable. A la entrada me pedían mi carné, yo creía que no lo tenía pero sí. Tenía mucho miedo del castigo y de las clases perdidas. Cuando pasaba me daba cuenta de que ya me había graduado y no tenía por qué estar ahí. Era un gran alivio.
Volvía a Japón y estaba ocupando una suite de hotel con muchos cuarticos con Masayasu. Masayasu estaba persiguiendo a otra mujer y se burlaba de mí todo el tiempo. Iba con alguien a un restaurante temático del Japón antiguo y miraba souvenirs mientras esperaba mi turno para ordenar un plato de udon.