Como no sabía a qué hora debía estar en casa de mi jefa, aparecía muy temprano en mi pijama con mi mamá y mi hermana. Me daba pena pedirle la ducha para poder bañarme. La jefa nos ofrecía mucha comida de desayuno. Había sushi y tomate picado. Ella acababa de comerse una gran langosta. Mencionaba que esa comida era muy pero muy cara. Yo pensaba que ella siempre ordenaba domicilios de restaurantes caros.
Creo que caminando por la casa resultaba en un recinto donde me tocaba dormir al lado de unos ancianos (juntos como sardinas). Uno de ellos intentaba violarme. Yo gritaba. Me llevaban ante un consejo directivo para juzgarme por hacer la denuncia. Yo tenía unos pequeños cubos de letras que me tocaba abandonar. El consejo estaba compuesto de porristas que me odiaban y me mostraban una película en la que al final salían unos letreros que significaban que ellas se habían hecho las que me creían pero en realidad no iban a hacer nada para ayudarme. Comían (y me ofrecían) fresas crudas y fresas en almíbar. Se suponía que el recinto donde me estaban juzgando era la parte de atrás de un escenario de un video de Britney Spears. Había un hombre convencionalmente guapo (tipo jugador de fútbol americano) que sí me creía y quería ayudarme. Me lo decía mientras me ofrecía un pan con salsa de fresa (era como queso crema con fresa). Las porristas exigían saber qué me había dicho. Yo al final le había dicho, como por disimular, que su peinado era horrible (pero sí era feo, era una especie de honguito noventero). Les daba a ellas detalles vagos.
De repente estaba con una mujer que conozco en su habitación, que era enorme pero quedaba cerca del juzgado de las porristas. Su novio se iba y nos poníamos a tirar, pero cuando yo quería ver lo que estaba tocando (para meterle la lengua) me encontraba con un montón de tapas de caucho que eran las partes de un triceratops para armar. Intentaba quitarlas pero no lograba encontrar la vulva de la mujer, solo más partes de caucho o partes vacías de ella. Le decía que esto era como quitarle las pilas a un aparato y ella se justificaba diciendo que esas tapas eran algo para lavarse por dentro. Intentábamos seguir tirando pero resultaba que el baño de ese cuarto era un portal interdimensional y vivía apareciendo gente de otros países perdida. Me tocaba interrumpir lo que yo quería hacer por andar señalándole la puerta a la gente que aparecía y aparecía mojada de la ducha y sin entender español.
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