Subía con mi familia al Nevado del Ruiz. Yo estaba muy mal preparada para el ascenso: llevaba minifalda y sandalias y había dejado la cámara. Mi papá se ofrecía a prestarme su cámara Canon roja. Quería mirar la nieve sin gafas oscuras pero me encandilaba. Me tomaba una foto abrazada a una roca cubierta de suculentas. Subíamos y subíamos y nos tocaba cruzar un túnel agarrados de unas cuerdas. Sorprendentemente, yo tenía fuerza para colgar las piernas en las cuerdas, que estaban entrelazadas con cables rotos y a veces pasaba corriente. Había que tener cuidado. En la cima había piscinas naturales heladas pero al fin no nos metíamos. Me extrañaba no estar sufriendo por el frío.
2012 -
07.29