Había una fiesta familiar en casa de mi abuela paterna y quién sabe por qué razón j. y la esposa habían sido invitados. Me incomodaba y entristecía mucho su presencia. La esposa era queridísima y muy chistosa pero yo con j. no quería hablar. Iba a ir al baño y j. me pedía que habláramos pero yo lo ignoraba. Finalmente me tocaba hacerle caso y él me hacía preguntas muy técnicas sobre música de ukulele. Yo le decía (con mala cara) que no tenía ni idea de lo que me estaba diciendo porque yo había aprendido a tocar de oído.
Mis amigas del colegio y yo estábamos en un lugar muy remoto de Colombia. Al parecer estábamos con unos guerrilleros. Yo tenía miedo porque antes había trabajado traduciendo para funcionarios de la Embajada de Estados Unidos y no quería que supieran. Aparecían los militares, nos rodeaban y disparaban cañones de ruido hacia todas direcciones. Nos llevaban a un puesto de control donde nos tocaba mostrar nuestros pasaportes y hacernos un “carné de territorialidad”, que era un papel rosado. Resultaba que yo ya tenía uno por haber estado en parques naturales.
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