La esposa de j. y yo subíamos y bajábamos las escaleras de una casa enorme de muchos pisos. Ella llevaba ropa casual con pegotes de detergente aquí y allá mientras que yo iba muy elegante. No hablábamos. Solo subíamos y bajábamos. Yo tenía la certeza de que j. la había elegido a ella por hacendosa.
De pronto, un avión de alas plegables en un cuarto pobremente iluminado, relacionado no sé con qué.