En un parque en Nueva York había un edificio muy viejo que tenía un ascensor. Si uno subía podía ver el paisaje lunar. Alguien dudaba de la belleza de dicha vista, lo cual me daba rabia. Al parecer yo iba a hacer un viaje junto a un grupo de personas partiendo desde el parque. De repente resultaba que j. también iba a participar. Aparecía con la esposa y yo salía corriendo, me negaba a saludar del puro miedo. La esposa, empero, era muy amable, e insistía en darme un apretón de manos.
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