Estaba de viaje con mi tía. Entrábamos a un recinto a comer en un buffet. Le encargaba a mi tía que me pidiera algo de tomar mientras exploraba el lugar con mi primo. Cuando volvía, ella me entregaba un recipiente inmenso con una mezcla de té, leche, jugo de piña y trozos de piña, entre otras cosas. Una señora me decía que eso debía ser horrible, pero yo recalcaba que mi tía había sido muy amable y había querido experimentar. No sabía mal el menjurje.
Iba a ir a otro lado pero resultaba en un salón de práctica de patinaje en hielo. Me deslizaba siguiendo un borde de metal que describía curvas en el suelo. Resbalaba. Me daba cuenta de que podía frenar. Me sorprendía mi propia habilidad.