Estaba en un supermercado en Bogotá. Compraba varias cosas para llevar al extranjero. Alguien me hacía llevar chiles de esos grandes y anaranjados. Iba a llevar muchas bolsas de leche pero al final pensaba dejar eso para el final. La cajera me preguntaba dónde había estado yo a las 12:30, yo le respondía que en la cafetería del supermercado. La cajera decía que no podía registrar mi compra porque alguien más ya había comprado con su tarjeta puntos. Yo le decía que esa había sido mi mamá, que había comprado cosas para sí, pero esta era una compra diferente y esto era todo para mí. Después de pagar me daba cuenta de que había olvidado comprar jugo y tenía mucha sed. Me detenía frente a un montacarga lleno de cajitas de jugo y me quedaba pensando qué sabor extrañaba más. Descartaba uno de bayas.
De pronto estaba en un carro con una amiga del colegio (la que estudia alemán) y sus amigos. Se veían los cerros de Bogotá. Salíamos del parqueadero del supermercado y llegábamos a un edificio. Yo ayudaba a subir un jarrón gigantesco a un penthouse de tres pisos. Al alcanzar el tercer piso me encontraba con todos mis abuelitos, una tía abuela hermana de mi abuelo paterno que creo que ya murió y más personas mayores que no conocía. Estaban sentados en sofás beige como los de la casa de mi tía abuela (la hermana de mi abuela materna). Los saludaba de beso a todos.