Chuang Tzu

Olavia Kite abrió los ojos para encontrarse al fondo de un cuarto que se le antojaba gigante: el suyo propio. Entonces, rodeada del familiar cielo de aluminio, del sabor de las frutas y de un beso cuya textura había dejado de recordar hacía mucho tiempo, no supo sino dudar de su propia presencia en aquel punto del espacio-tiempo.

Hasta el momento no sabe si una súbita sacudida la despertará en Tokio, o si la ciudad que ella así denomina no es más que una construcción de su involuntaria imaginación, abandonada al momento de abrir los ojos aquella mañana nublada.

[ Fantino — Sebastien Tellier ]

The Entertainer

¿Que cómo es Billy Joel en vivo?

Es difícil describirlo; hay tantas emociones mezcladas, tantos recuerdos difuminados.

Cuando William Martin Joel entró al escenario y tocó la canción de apertura me sentí viendo uno de esos conciertos que mostraban en A&E Mundo pero en un estadio, como si allí adelante no estuviera el Piano Man sino una pantalla gigante. Fue sólo cuando empezó a hablar, a decir “thank you” y hacer chistes, que empecé a asimilarlo. El despliegue de luces, el sonido inmejorable, todo se centraba en un ser real cuya voz era la que ahora anunciaba que iba a tocar una canción de su disco 52nd Street, y ante los modestos aplausos, “that’s how many people bought the album”. Y entonces empieza “My Life”.

“Honesty” estuvo a punto de sacarme las lágrimas. ¿Alguna vez pensé mientras interrumpía el sueño de los vecinos con la grabadora y mi voz a todo volumen que oiría esta canción de labios del autor? Y entonces grita “Tell me where else can I turn!” y el alma se me quiere reventar… y era apenas la tercera canción del concierto.

“An Innocent Man” me dejó anonadada. Tomó las notas altas (“I aaaaaaaaaam an innocent maaaaan”) como si fuera lo más natural, sin hacer caras, impasible pero derritiéndonos el corazón.

En total las canciones que tocó fueron (según un blog japonés donde no le confiaron la tarea de memorizar a la cabeza pasmada):

  • “Prelude/Angry Young Man”
  • “My Life”
  • “Honesty”
  • “The Entertainer”
  • “Zanzibar”
  • “New York State Of Mind”
  • “Allentown”
  • “Don’t Ask Me Why” (empiezan a sonar maracas y él dice “uno, dos; ¡uno, dos, tres, cuatro!” en español…. cuánto sabor)
  • “The Stranger”
  • “Just The Way You Are”
  • “Movin’ Out”
  • “An Innocent Man”
  • “Miami 2017 (Seen The Lights Go Out On Broadway)”
  • “She’s Always A Woman”
  • “I Go To Extremes”
  • “The River Of Dreams”
  • “Highway To Hell” (Billy Joel en la guitarra y uno de sus ayudantes —fuera de la banda— cantando igualito al de AC/DC; introducida como una canción con mensaje religioso para que lo meditemos camino a nuestros hogares)
  • “We Didn’t Start The Fire” (yo decía “ésta no la canta” y ¡¡¡de repente…!!!)
  • “Big Shot”
  • “It’s Still Rock & Roll To Me”
  • “You May Be Right”
  • “Scenes From An Italian Restaurant”
  • “Piano Man” (a modo de encore; nos mostró la armónica de ponerse al cuello y todos cantábamos cuando él callaba “sing us a song, you’re the piano man, sing us a song tonight, well, we’re all in the mood for a melody, and you’ve got us feeling alright!” Se sentía tan apropiado que el público fuera el encargado de hacer la petición en el coro)

No sé qué fue lo que más me sorprendió, el hecho de tener la voz intacta o la energía que irradiaba. Como el concierto estaba siendo grabado para un especial de televisión, Billy le hacía fieros a la cámara que lo seguía. Corría de un lado a otro a ver si realmente lo seguiría. Cargaba con el soporte del micrófono al hombro, lo tiraba al piso y lo recogía halando el cable con el pie, lo lanzaba al aire y lo recogía. Después de todos estos años él sigue siendo indiscutiblemente The Entertainer.

Creo que es necesario anotar que estoy en Japón y por lo tanto no podía faltar el grupito de fanáticos haciendo air guitar a lo largo de todo el concierto (o de la porción a la que asistieron: creo que llegaron bastante tarde). También hubo gritos de “¡Biriiiiiiii!” (Marikit los oyó, yo no) y, al final de “New York State of Mind”, algún afanado al que le pudieron los nervios cuando se demoró en terminar la última línea y lanzó un “Come on, Billy!”

¿Que cómo es Billy Joel en vivo? La pésima redacción de esta entrada habla por sí sola: es como el mejor de los sueños que se pueda tener, uno de aquellos que uno quisiera extender indefinidamente.

[ Prelude/Angry Young Man — Billy Joel ]

The River of Dreams

Anoche soñé que iba con Marikit a un concierto de Billy Joel en el Tokyo Dome. Desde entonces, no he podido despertar.

[ And So It Goes — Billy Joel ]

De la conservación de los instantes

Qué les parece mejor,

¿una foto

o un video?

[ Looking for Luka — Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra ]

Necesito leer menos blogs

He aquí algunas razones:

  • Mi tiempo debería gastarse en algo más productivo, así este exceso no sea más que una manifestación de la ansiedad que me producen los exámenes finales.
    • Estudiar sería una buenísima idea.
  • No quiero volver a tener la desdicha de toparme con un relato en el que se incluyan las rosquitas de queso como estimulantes sexuales.
    • Ni ser testigo de cómo esa mezcla de tarjeta de felicitación para quinceañera y segmento del Castillo Drácula goza de especial acogida en la blogósfera latinoamericana.
  • Quisiera tener menos pruebas de la desesperada necesidad de autopromoción del blogger omnipresente.
    • Y de lo fácil que cae la gente creyendo que lo que está en todas partes es buenísimo.
  • No quiero volver a considerar la posibilidad de meterme a competir en rankings o comentar más en otros blogs a ver si éste sale del anonimato.
    • Y mucho menos considerar estrategias en cuanto a temática o estilo para atraer lectores.
  • Sería mejor si en vez de leer escribiera, o si en vez de leer blogs leyera libros, a ver si por fin vuelvo a mi vieja afición creativa.
    • Quejarme de lo mala que es mi ficción y no hacer nada al respecto es bastante reprochable.
  • Preguntarme si algo bueno ha resultado de este blog es simplemente estúpido.

He dicho.

[ I Can’t Make Me — Butterfly Boucher ]

El esfuerzo oculto

Son chinos, j.; las relaciones interpersonales son totalmente distintas y la relación sicóloga-policía es lo más parecido a lo que les dicta su visión del “hidden effort”, pilar del amor en estos países.



Recuerdo claramente el día que Qi Xiang se ofreció a comprarme un ice cocoa de la máquina expendedora frente a la cual se hallaba un señor con cara de pervertido. Yo estaba ahí parada con mis moneditas esperando el momento en que el obstáculo desapareciera cuando mi compañero de clase me dijo que le diera la plata. Al momento regresó con mi bebida. “Me debes un favor”, dijo, como para no quedar tan bien. Este acto marcó la ruptura entre una larguísima temporada malas caras y silencios intercalados con charlas más bien largas que yo no sabía interpretar y el principio de una extraña amistad que se mantiene hasta el momento. Alguna vez me pregunté por qué le tuve tanta paciencia si en mi condición de ‘occidental’ yo debería haber exigido tiempo atrás una respuesta tajante, ya fuera de aceptación o rechazo ante mi acercamiento amistoso. La respuesta surgió al recordar mi experiencia con el esfuerzo oculto.

Minori solía hablar del esfuerzo oculto (traducción literal de lo que él denominara “hidden effort”) como la manifestación por excelencia del amor en Japón. En una sociedad donde decir las cosas directamente es considerado una afrenta y el contacto físico es prácticamente nulo surge la necesidad de expresar los sentimientos de un modo no invasivo. Así pues, las partes prefieren dedicarse a las buenas acciones que enfrentarse y decirse lo que haya que decir de una vez por todas. El camino espiralado que se traza en derredor de la relación naciente no llega a su centro sino muchos meses después de iniciado, y el proceso requiere tanto de astucia para enviar el mensaje adecuado de la forma adecuada como de atención para captarlo y descifrarlo. Esto puede resultar insoportable para alguien que provenga de una cultura donde es necesario mencionar las cosas para que existan, pero una vez uno se acostumbra se llega inclusive a apreciar la sutileza de este modo de actuar. A mí, por ejemplo, me tomó bastante trabajo adaptarme de nuevo a dar muestras de afecto en público después de años de callar y poner mi amor en favores tácitos.

Lo hermoso del esfuerzo oculto, según llegué a entender, es precisamente el hecho de ejecutar las acciones sin mencionárselo al otro. Es como comprar un regalo y ponerlo en algún lugar escondido, esperando el momento en que el destinatario lo encuentre y decida qué hacer con él. Se espera que la otra persona descubra y aprecie que alguien se tomó el tiempo para hacer algo por ella. En otras palabras, el silencio ennoblece la dedicación de parte de la vida al ser amado.

Ahora comprendo que este comportamiento no es exclusivo del archipiélago nipón sino que se extiende a otros países del este asiático, entre ellos China. Al preguntarle a Qi Xiang, que es malayo chino, por el proceso de desarrollo del romance entre los de su etnia, me dijo que alguna vez un primo le explicó pero le pareció tan complicado que dejó de poner atención y ahora no tiene la menor idea. Prefiere quedarse soltero.

Por cierto, nuestra relación ha progresado bastante. Ahora bebemos gaseosa de la misma botella sin que me confiera una larga mirada de dubitativo asco o haga maromas para que sus labios no toquen la superficie contaminada. Beso indirecto, le llamarían a eso acá.

[ Gollum’s Song — Emiliana Torrini ]

Shangrila

Como era de esperarse, nuevamente he sido víctima de una canción fuertemente anclada a mi cerebro. El descubrimiento del día se llama Chatmonchy y la semana pasada ocupó el puesto 35 en el Tokio Hot 100 con su nuevo sencillo, “Shangrila”.

Creo que el ritmo es lo más pegajoso de esta canción, aunque después de ver el video no se sabe exactamente qué es lo que uno no puede sacarse de la cabeza, si la combinación de percusión y bajo, la melodía sin pretenciones en esa vocecita tierna o las ganas de saltar sobre un tablero de pepas de colores.

Sin embargo no estoy del todo satisfecha. Me encontré esta canción —por accidente, como siempre— mientras buscaba una que me persiguió por meses y cuya letra no recuerdo en absoluto (aunque sí me veo muy claramente tratando de ponerle atención en una tienda en Harajuku… para lo que me sirve acordarme de eso si el propósito original era memorizar un pedacito y así buscarla y bajarla). Lástima que no haya nadie acá que escuche radio y me pueda ayudar si le tarareo la melodía.

[ Shangrila — Chatmonchy ]

Ramas de plástico anudadas en forma de roscón

Fue cuando vi aquella corona navideña colgando sobre el menú del restaurante de la universidad que una sensación sin precedente me invadió: estaba dándome cuenta de la existencia de las festividades de fin de año. Me quedé mirándola con extrañeza, haciendo cuentas para comprobar que no era agosto, ni siquiera octubre. Su presencia no tenía sentido, así como tampoco lo hubiera tenido de ser vista un 23 de diciembre. Fue como si el hecho de estar en Japón hubiera abolido la idea misma de la Navidad.

Es difícil establecer hasta qué punto mi mente se ha reducido a un manojo de caracteres ininteligibles, sin espacio para el color de las dalias del jardín, los objetos sobre mi mesa de noche o el contenido de una conversación antigua. El calendario es ahora un bloque de números cuya única influencia parece ser la desaparición del follaje en los árboles.

Me pregunto si retornar brevemente a Colombia me devolvería las sensaciones olvidadas, los recuerdos caídos que mis interlocutores me remiendan pacientemente en la solapa. No quisiera tener que redescubrirlo todo, como si la casa y la ciudad nunca hubieran existido para esta nueva cabeza que inclusive asegura no haber ido nunca a teatro con quien la escoltara por las calles desdibujadas en el frío después de cada función.

[ Angel — Jimi Hendrix ]

¿Oyes lo que estoy oyendo?

La escena transcurre así:

Después de desayunar algo ligero (generalmente onigiri y cacao), me encuentro feliz echándole un vistazo a la torre de feeds que colecciono casi sin criterio de selección, escuchando “Von hier an blind” de Wir Sind Helden a buen volumen, moviendo la cabeza rítmicamente y deseando (después de años de escepticismo) poder hablar la lengua de la bella y misteriosa señorita K.

De repente…

¿Qué es esa segunda voz detrás de la de Judith Holofernes? ¿Por qué siento que algo no concuerda entre los instrumentos? ¿Qué rayos está interrumpiendo mi perfecta rutina matinal?

¡Oh, no!

Es… ¡¡¡el radioblog!!! O como sea que se llame aquella aplicación demoníaca diseñada para que autor y lector se vean atados en un lazo de amistad musical (¡qué hermoso, estamos sintonizados en la distancia!). Yo diría más bien que su objetivo es que el autor le embuta a uno por los oídos lo que se ha dedicado a escuchar últimamente. Así es como Ricardo Arjona le pone la mano en la boca a Van Morrison, como X-Japan se mete a pegarle pelucazos a Wilfrido Vargas y como se ve rota mi idílica y solitaria atmósfera de ocio frente a una pantalla.

No me molesta en absoluto que me recomienden canciones. Es más, estaré eternamente agradecida con quien me ilumine respecto de la existencia de alguna melodía que no pueda dejar de escuchar, una que me acompañe en la cabeza cuando todo se encuentre en silencio. ¡Pero déjenme a mí la elección de ponerla a sonar o no! Ya tengo una lista entera a la espera, muchas gracias; no necesito más para leer lo que ustedes escriben.

Afortunadamente no son muchos los blogs interruptores, pero cuando tengo el infortunio de toparme con uno el mal genio me devuelve a mi caverna de feeds, donde nadie me está diciendo con qué se debe acompañar cada post. Sobra decir que procuro no volver a acercarme nunca más a los blogs impertinentes; nunca se sabe quién se pondrá a hacerle comer a Stevie Wonder su propia armónica.

[ Wenn es Passiert — Wir Sind Helden ]

Amanecer

Cuando Martín despierta, el sol le da en toda la cara y lo deslumbra.

Cuando yo despierto, el sol le da en la cara al Monte Fuji para que éste me deslumbre a mí.

[ Una muchacha y una guitarra — Sandro ]