Page 91 of 109
« Older
Home
Newer »
Less
More
Trim
Untrim

La media guayaba

Todo comenzó hace muchos meses, cuando Piet publicó en su blog una lista de requisitos para el amor ideal. En Las cinco del viernes surgió una pregunta al respecto, así que he aquí mi lista.

El hombre perfecto de Olavia Kite no fuma – no bebe hasta la inconciencia – es un poco asocial – no le pone problemas a la comida (nada de “uyyyy guácala la lenteja noooo yo no me como eso”) – no es tacaño – no hace obvia su idolatría a las modelos de las revistas – no hace énfasis en el hecho de que no me parezco ni remotamente a las modelos de las revistas – le gusta que no me parezca a ellas (como quien dice, no me usa de camiseta para mostrar) – toca un instrumento musical (la guitarra es muy bienvenida) – canta (no profesionalmente… con que le guste mucho basta) – es bilingüe – no le gustan Los Prisioneros – no intenta convertirme a la religión Charlista/Spinettista/Fitista – preferiblemente no sabe quiénes son los tales Charly/Spinetta/Fito – no me lee cuentos de Cortázar – no me lee poemas de Borges – ni de Benedetti – pero le gusta leer – no huye de los computadores – comprende mi adicción a los computadores – tiene ortografía aceptable – tiene buen gusto – pero no es quisquilloso – sabe cocinar – no es fanático empedernido absorbido moribundo furioso del fútbol – le gusta viajar – le gustan los jardines botánicos – no insulta a Billy Joel – le gustan los Beatles – se burla conmigo de los demás – se burla de mí pero no se pasa – se burla de sí mismo – no me llama “gorda” o “cosita” – no es otaku – no es cuentero – pero tiene anécdotas – es romántico pero no cursi – establece buenas relaciones con mi hermanita

Ya me cansé. Nada de esto tiene sentido. Llené una lista de requisitos que ya no tienen importancia… En fin. Quise hacerlo y ya lo hice, y no sirvió, y ahora… seguiré pasando esta noche de viernes sabiendo que por fin puedo descansar un poquito.

SUENA: Discovery Channel

Las cinco del viernes senreiv led ocnic saL

Todo queda en pareja.

1) ¿Qué debe tener alguien para que sea tu pareja perfecta?

Hay muchos requisitos… Los pondré en un siguiente post.

2) ¿Qué es lo que más detestas en tu pareja?(si no tienes pareja actualmente, puedes elegir entre decir lo que detestabas más de tu última pareja o de la que te gustaría que fuera la próxima)

No me gusta lo terquito, pero yo también soy terca entonces terminamos entendiéndonos.

3) ¿Harías algo por cambiar a tu pareja?

Nah… está demasiado bien.

4) Si tienes pareja o la estás buscando, ¿esperas que dure y tener una relación con futuro, o es por pasar el tiempo?

¿¡Para pasar el tiempo!? Uy no, qué tal… que dure y dure y dure…

5) En una relacion de pareja, ¿que función o actitud adoptas?

La de una persona que ama mucho a otra persona, sea lo que sea.

SUENA: el noticiero

"Sin una chancla quedo más loca"

Ayer fui a la BLAA en busca de unos artículos sobre Alvaro Mutis. Mi sombrilla se había empezado a desbaratar en el camino, tenía los pies helados y me di cuenta demasiado tarde de la falta de preciosas monedas de $200 o $500 para guardar mis mojados útiles en un casillero. Salí del edificio y compré unas galletas de chips de chocolate en un puestecillo callejero para obtener el cambio deseado y al mismo tiempo calmar las ganas de postre que tenía desde mi almuerzo poco usual de shawarma con gaseosa (suelo comer sandwich casero y jugo o Pony Malta).

Me hice a unos escalones de mármol para disfrutar mis galletas calmadamente cuando mis ojos se posaron en un travesti que conversaba con otro vendedor callejero, unos pasos loma arriba. El curioso sujeto vestía una blusa pegada de muchos colores, unos jeans pescadores muy pero muy ceñidos, una chaqueta y… una chancleta. La otra la tenía en la mano. No pude evitarlo; me quedé mirando la escena galletita tras galletita. De repente, el travesti se alejó en dirección de la entrada principal de la biblioteca.

Supuse que ése había sido el final del extraño momento, o tal vez no supuse nada y simplemente seguí divagando… cuando noté que el vendedor, canoso y sonriente, se acercó a mi escalón mirándome fijamente.

—Esa loca sí está bien loca —me dijo riendo —. Dijo: “Yo loca, y sin una chancla ¡quedo más loca!”

Reí con la boca cerrada, aún sin reponerme de la sorpresa causada por ser ésta la primera vez que un vendedor ambulante me hablaba espontáneamente. Por lo general soy el objetivo de señoras mayores que preguntan la hora o comentan sobre los nuevos supermercados que están abriendo… pero aparte de eso, nadie suele hablarme.

No contento con la anécdota reciente, el vendedor me contó:

—Era un hombre hecho y derecho. Tenía un negocio grande… Y de pronto, ¡se volvió mariposa!

Habría sido testigo de una historia interesante contada nada menos que por alguien que conocía al travesti desde antes de serlo, de no ser por el retorno de nuestro personaje. El vendedor volvió a su puesto de dulces, el travesti siguió gesticulando animadamente frente a él, unas niñas de uniforme se acercaron a comprar y la última galletita en mi boca se volvió una masa achocolatada con ptialina. Me levanté pesadamente y a pasos lentos regresé a la biblioteca.

SUENA: Landslide — Dixie Chicks

El taxista endemoniado, según Piet

A – let me entertain you dice:

“De día, un apacible taxista recorriendo las calles de la ciudad.

De noche, un lider satánico en busca de agradar al Señor de las Tinieblas”

TWENTIETH CENTURY FOX

PRESENTS

“SATAN’S CAB DRIVER”

El taxista endemoniado

Me encontré este cuento perdido entre los drafts.

(Basado en un hecho de la vida real.)

Hasta la llegada del nuevo sistema de transporte, mi barrio solía ser calificado como una especie de Macondo bogotano, un lugar más allá de los monstruos al final del mapamundi. La oficina de transportes del colegio tenía establecido que una distancia mayor a dos kilómetros era ya demasiado lejos; su directora se reía de mi hermanita y de mí cuando mi madre averiguaba si era posible que un bus nos recogiera. Pero aún teníamos que ir a estudiar. Así que mi madre halló el amable servicio de un taxista.

Don Gonzalo era un hombre cincuentón, amante de la música llanera y dueño de la colección completa de poemas llaneros recitados por Juan Harvey Caicedo. Gracias a él mi hermana y yo aprendimos fragmentos de tesoros nacionales tales como:

“Sí, señor, ya soy un viejo,

Mis canas son el trabajo y el pasar lento del tiempo.

Nací en un palmar hermoso, a orillas de un gran estero…”

La vida con él era casi perfecta. Casi, porque sufría desperfectos cada vez que su radio se estacionaba en Radio Recuerdos. Así fue como me enteré de la existencia de “Je-suis Santos, étzito-motivador”, dueño de la “casa del étzito”, la cual tenía una “tienda etzotérica”. También supe de los grandes beneficios del centro médico naturista Los Olivos, con diversas sedes dispersas por el sur de Bogotá. Creo que con él habría terminado muy bien mi época colegial en cuestión de transporte. No obstante, todos sabemos que lo bueno no dura. Don Gonzalo decidió cultivarse (porque más vale tarde que nunca) e ingresó a la universidad a estudiar derecho. Nos dijo que no nos preocupáramos, pues un vecino suyo, Don Hernando, quedaría al mando de su vehículo.

La primera vez que vimos a Don Hernando en el taxi pude oír en el aire los compases de Una noche en la árida montaña. Su mirada a través del espejo retrovisor era una visión acertada del fin de los tiempos. Mi hermanita y yo le tuvimos un profundo resentimiento desde ese mismo instante. Intentó contarnos historias moralistas de su vida y de su paso por una fábrica de carros, pero nosotras apenas le dirigíamos la palabra para pedir que cambiara la emisora de noticias por la emisora de rock. Cuando quedábamos atrapados en embotellamientos interminables, lo maldecáamos por habernos llevado justo por esa calle, la calle de todos los días. En una ocasión estrelló a un bus y nos pidió que testificáramos a su favor en la corte. No podíamos por ser menores de edad; sin embargo, sabíamos que de haberlo hecho habría sido en su contra. Lo odiábamos simplemente por existir, por no tratarnos tan bien como Don Gonzalo, por no ser Don Gonzalo sino Don Hernando, el de los ojos demoníacos. Era tan diabólico que consiguió sus propios medios sobrenaturales para dejarnos calladas.

Una mañana cualquiera, el taxi llegó temprano al colegio. Esto era bastante extraño, puesto que Don Hernando se empeñaba en llevarnos tan lento como le fuera posible a su máquina. Lo habíamos escuchado cantar, lo cual no era nada común en él, y en cierto modo nos asustaba. No había nadie a la entrada. Pagué la carrera del día y salimos del vehículo, convencidas de que pronto quedaríamos solas en ese lugar, esperando a que llegaran más niñas de uniforme. Por alguna razón me sentía feliz en ese momento, tal vez era por habernos deshecho una vez más de ese insoportable señor. Sin pensar en nada especial, empecé a caminar al lado de un gigantesco charco, nada que no pudiera ser esquivado… de no ser por un pequeñísimo desperfecto en el andén. Un huequito diminuto en el que cupo perfectamente la punta de mi zapato café. Uno, dos pasos fueron necesarios para la perfecta unión de mi pie con el hoyito… y caí. Caí como un árbol, tal vez incluso con la armonía del árbol que languidece bajo la implacable mano del hombre. Se oyó un chapuzón y la mitad de mi uniforme quedó cubierta de un agua verdinosa que afortunadamente no olía a nada. Parecía como si yo me hubiera acostado ahí por mi propia voluntad. Cuando me levanté, me di cuenta de que el taxi no se había retirado del solitario parqueadero… Don Hernando seguía allí, observándome fijamente… y cuando mi convulsa mirada encontró el infierno de su cara, no pudo despegarse de allí. El hombre no dejaba de mirarme, y en su faz de chivo demoníaco había una conmoción sabiamente disfrazada de inmutabilidad. Pero en sus ojos de aceituna aceitosa había, llena de todo el odio del mundo y con una satisfacción casi sexual, una sonrisa.

Al día siguiente, el taxista llamó a mi madre para avisarle que no le sería posible recogernos durante el resto de la semana. Mi madre quiso protestar, pero yo le toqué la mano suavemente, y en mi silencio aterrorizado le hice comprender que la suya era una supremacía que más valía no cuestionar.

Tomoyo & Olavia from Fashion Police



(Camiseta usada muy frecuentemente por un señor que vemos de lejos en las clases de Teoría I e Imágenes Tempranas de América)

Tommy: ¿De dónde será esa camiseta?

Kite: No puede ser japonesa.

Tommy: ¿Por qué?

Kite: Porque tener una camiseta de un restaurante de sushi en Japón sería como tener una camiseta de una empanadería en Colombia.

SUENA: Butterfly Collector — Garbage

DCP

Quiero tener un aparato GPS y ponerme a viajar buscando los puntos de confluencia de grados para tomarles fotos y mandarlas a publicar en la página del proyecto DCP (Degree Confluence Project).

Poder ver los rincones más inusitados del mundo a través del esfuerzo de cientos de personas que se han aventurado con sus aparaticos es casi para lagrimear de la emoción. Surgen paisajes que uno jamás imaginó en puntos por los que uno jamás se preguntó. Lamentablemente, el punto de confluencia más cercano a Bogotá (cerca de Versalles, Cund.; un paisaje muy familiar para el habitante de la sabana) ya fue tomado. Quedan cientos de puntos en el país por tomar.

Y así de contenta (como con esa sonrisa que se tiene cuando uno despierta de un sueño feliz) quedo para seguir con las labores diarias.

SUENA: Sic Transit Gloria… Glory Fades — Brand New

Los blogs buenos no duran

Y ciertamente el de BlueHelmet tampoco.

¿Quién será el siguiente?

SUENA: The Remedy (I Won’t Worry) — Jason Mraz

Carl Sagan

¿Sabían que amo a este hombre? ¿Sabían que ha sido uno de los seres más influyentes en mi vida? ¿Sabían que si no soy astrónoma es por una desafortunada disputa con las matemáticas durante el bachillerato? ¿Sabían que él y otros cuantos genios inculcaron en mí una admiración por el espacio exterior que desembocó en un eterno amor a la ciencia-ficción? ¿No sabían? Pues les cuento.

SUENA: Cosmos — Vangelis

No Salt on Her Tail: 34 joyas le pegaron al perrito

Bueno amigos, es hora de hacer el conteo obligado de mi nueva encuesta. La pregunta era “Se podrá augurar el fin definitivo de The Open List cuando…” a lo que los parroquianos respondieron.

Locovox de oro: el 41% de los lectores opinan que TOL se acabará cuando Aranta, Mer, Salida y Olavia sean vendidas a un multimillonario árabe para conformar un harén lejos de la tecnología. No sé si lo atrayente sea la idea de tenernos a todas bajo un solo techo practicando la danza de los siete velos o el hecho de mandarnos lejos, lejos, bien lejos (por eso de que no incluyeron a ninguna descendiente de Eva en el TOLQ… ejem, ejem…).

Locovox de plata: el 18% de la población doblepensadora augura el fin de TOL cuando ocurra la fundación del Imperio Mundial Meranista, severo pero humanista. Puedo inferir que esto ya está sucediendo: todos sabemos que el señor Don Lingo ha acaparado los medios de comunicación con su galante imagen y tierna edad.

Locovox de bronce: el 12% de los que acá hicieron clic tiene la esperanza de que Hatemachine abandone el camino del mal e ingrese al rebaño de los hacedores de bien. El espacio en TeleAmiga podría ir después de Aprenda y Venda.

Y bien, eso es todo. No se pierdan la siguiente encuesta, que se llevará a cabo… un día de estos.

SUENA: Love’s Divine — Seal