"Sin una chancla quedo más loca"

Ayer fui a la BLAA en busca de unos artículos sobre Alvaro Mutis. Mi sombrilla se había empezado a desbaratar en el camino, tenía los pies helados y me di cuenta demasiado tarde de la falta de preciosas monedas de $200 o $500 para guardar mis mojados útiles en un casillero. Salí del edificio y compré unas galletas de chips de chocolate en un puestecillo callejero para obtener el cambio deseado y al mismo tiempo calmar las ganas de postre que tenía desde mi almuerzo poco usual de shawarma con gaseosa (suelo comer sandwich casero y jugo o Pony Malta).

Me hice a unos escalones de mármol para disfrutar mis galletas calmadamente cuando mis ojos se posaron en un travesti que conversaba con otro vendedor callejero, unos pasos loma arriba. El curioso sujeto vestía una blusa pegada de muchos colores, unos jeans pescadores muy pero muy ceñidos, una chaqueta y… una chancleta. La otra la tenía en la mano. No pude evitarlo; me quedé mirando la escena galletita tras galletita. De repente, el travesti se alejó en dirección de la entrada principal de la biblioteca.

Supuse que ése había sido el final del extraño momento, o tal vez no supuse nada y simplemente seguí divagando… cuando noté que el vendedor, canoso y sonriente, se acercó a mi escalón mirándome fijamente.

—Esa loca sí está bien loca —me dijo riendo —. Dijo: “Yo loca, y sin una chancla ¡quedo más loca!”

Reí con la boca cerrada, aún sin reponerme de la sorpresa causada por ser ésta la primera vez que un vendedor ambulante me hablaba espontáneamente. Por lo general soy el objetivo de señoras mayores que preguntan la hora o comentan sobre los nuevos supermercados que están abriendo… pero aparte de eso, nadie suele hablarme.

No contento con la anécdota reciente, el vendedor me contó:

—Era un hombre hecho y derecho. Tenía un negocio grande… Y de pronto, ¡se volvió mariposa!

Habría sido testigo de una historia interesante contada nada menos que por alguien que conocía al travesti desde antes de serlo, de no ser por el retorno de nuestro personaje. El vendedor volvió a su puesto de dulces, el travesti siguió gesticulando animadamente frente a él, unas niñas de uniforme se acercaron a comprar y la última galletita en mi boca se volvió una masa achocolatada con ptialina. Me levanté pesadamente y a pasos lentos regresé a la biblioteca.

SUENA: Landslide — Dixie Chicks

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