La femme à l’ombrelle

No importa cuántas ideas intente musitar, ella me sigue mirando desde su día perfecto. Y yo acá, con una mano helada y la mente retorcida, no hago sino estirar los dedos para tocar la cálida atmósfera —¡o tan siquiera una brizna de hierba!—, negándome a tapar el sol que mis pies no han palpado con la metálica persiana de mis palabras.

SUENA: Força — Nelly Furtado

La femme à l’ombrelle

No importa cuántas ideas intente musitar, ella me sigue mirando desde su día perfecto. Y yo acá, con una mano helada y la mente retorcida, no hago sino estirar los dedos para tocar la cálida atmósfera —¡o tan siquiera una brizna de hierba!—, negándome a tapar el sol que mis pies no han palpado con la metálica persiana de mis palabras.

SUENA: Força — Nelly Furtado

Faites la promenade sur le Boulevard des Rêves!

Nous sommes les marcheurs. Nous sommes les rêveurs. C’est notre boulevard.

SUENA: Come Undone — Duran Duran

Onde fica a alameda dos sonhos?

Limitarse a pensar “nadie me quiere todos me odian” no trae soluciones mágicamente. Dejar abandonado el propio clan bajo el pretexto “esto no funciona”, en vez de trabajar para mejorarlo, es cobarde. Los codos me duelen de tanto divagar; es mejor que me duelan las muñecas de tanto escribir.

Sí señores, volví a la dirección del Boulevard des Rêves. Sin embargo, no todo es color de rosa en este momento.

Pensaba hacer un gran discurso, pero el computador me ha borrado ya cuatro veces lo que quería decir. En fin, sólo quiero comunicarles a los miembros que a este clan le hace falta un poco de cohesión e identidad. Más o menos sabemos qué somos y qué queremos (¿ah? ¿no lo saben? ¡entonces los veo discutiendo en los comments!). Quisiera saber qué es lo que cada uno cree que lo une a este clan, y espero que no sea simplemente el icono de Monet o la palabra ‘sueño’. Sean sinceros y todos participen (los miembros, obviamente). Si veo que nuestras opiniones resultan ser muy dispares, me veré obligada a disolver el clan para que todos estemos en algo que realmente funcione.

Gracias por su atención.

SUENA: algo que parece ser The Calling

And a Fly Hovered Over the Screen…

Érase una vez, en un lejano reino binario, una señorita quien a falta de mejores cosas que hacer se dedicó a mantener un blog dentro de una comunidad de nombre inglés. Lo mantuvo con amor y un poco de obsesión, dándole retoques cada vez que fuera necesario y llenándolo de cuanto código nuevo apareciera en la página principal de la singular comunidad.

Un día como cualquier otro, la señorita decidió abrir un clan. Las razones para hacerlo no fueron suficientes; tal vez quiso un bonito icono al lado de su nombre, tal vez quiso tener la sensación de que el fruto de sus largas horas de ocio tenía algo en común con otros frutos de la misma índole. Dio a conocer su idea pese a una notoria falta de preparación… y una pequeña cantidad de dueños de páginas se acercó a su naciente clan, llamado Boulevard des Rêves.

Pasó el tiempo, porque una de las poquísimas cosas que sabe hacer éste es pasar. Eso y detenerse diez minutos antes del fin de las clases aburridas. Por razones poco claras, la señorita retiró su página de la comunidad, y por consiguiente abandonó su clan. Sin embargo, el tiempo transcurrido fue más fuerte que su voluntad de enclaustramiento virtual, forzándola a regresar. La reaparición en la comunidad se pudo calificar como algo ‘normal’, como todo aquello que nos negamos a describir ante una evidente falta de emoción circundante. No obstante, el clan que la señorita había dejado al cuidado de su cofundador se convirtió para ella en una entidad extraña, carente de cohesión. ¿Qué clase de identidad tenían los miembros del Boulevard?

Pensando en esto, la señorita dejó pasar más tiempo, convencida de que más tarde arreglaría la situación en el clan abandonado. Pero, ¡qué gran desilusión! Nunca hubo tal arreglo. La señorita, en cambio, pasó algunos días sentada frente a la lista de clanes existentes y pensó en todo aquello que convertía a sus miembros en merecedores de tal título.

—Claro —razonaba ella consigo misma —, si ellos han pasado gran parte de sus vidas juntos, ¿cómo no ser clan? Jamás podría pertenecer allí. Tampoco de ellos; no tengo ese estilo que exuda autoridad y refinamiento.

Así se durmieron sus antebrazos bajo el peso de su barbilla, de sus labios fruncidos en una mueca que terminaba en los sorprendentemente estables aunque pequeños codos. No había solución para este asunto tan nimio. Pertenecía y no pertenecía al mismo tiempo; pertenecía por códigos insertados, pero no pertenecía, no lograba pertenecer así lo intentara en ocasiones. Todo por simple falta de… ¿de qué?

—Así me saldrán callos en los codos —, se reprochó ante una ligera punzada. Se incorporó en la silla y procuró reflexionar sobre alguna otra minucia.

SUENA: Living in America — James Brown

20

Un año en casa después de la montaña rusa. Más de un año transmitiendo letras al mundo inexistente. Casi dos años sintiéndome como Penélope y negándome rotundamente a abandonar esta posición. Dos años sin uniforme escolar. Cuatro años con los dientes y la piel en mejor estado. Cinco años y medio despierta del letargo que me mantenía lejos del espejo. Seis años con la visión borrosa. Siete años reconociendo mi ineptitud social desde la distante silla de una fiesta. Nueve años con la frente al descubierto. Diez años lejos de mi primera mejor amiga. Doce años enamorada del bordado y la tinta china. Trece años con recuerdos de un mar que veía por segunda vez. Quince años marcada por la Zarza. Diecisiete años leyendo. Dieciocho años traspasando personajes de mi mente al papel. Diecinueve años caminando. Veinte años con la luz intermitente del mundo en la cara.

Veinte.

Twenty.

Vingt.

Nijyu.

Dos décadas.

Cuatro lustros.

Veinte años.

Hako no Naka III

Para terminar con el ciclo de posts más inútil de la historia y retirarme de una buena vez a descansar la vista (por cierto, ya me siento mucho mejor y la esclerótica de mi ojo izquierdo ha recobrado su saludable color blanco), terminaré de contarles (¿a quiénes?) acerca de las maravillosas cositas que vinieron en la misteriosa caja que me entregaron una mañana de sábado.

No recordaba que le había pedido al remitente un pin del Hard Rock Cafe Tokyo, así que ésta fue una grata adición a mi colección (ya dirán “uuuy no pues…” pero ni siquiera tengo el de Bogotá, así que… bueno, es una colección que apenas comienza— no, éste no es el primero).

Lo que sí esperaba con fervor —no, en realidad también lo había olvidado pese a haberlo pedido vehementemente— era el útil escolar más importante de mi tímida incursión al mundo de la lengua japonesa:

¡¡TATÁN!! ¡UN MARCADOR-PINCEL! ¡SE ACABÓ LA RASPADERA DE TINTA! ¡AHORA PODRÉ PRACTICAR CALIGRAFÍA DONDE SEA CUANDO SEA! ¡¡¡HURRA!!!

Por último hablaré de lo más curioso que vi en toda la caja. Se trata de una propaganda muy particular en uno de los videos que me grabó el remitente. Aparentemente, ésta es una propaganda de McDonald’s como cualquier otra, promocionando la Cajita Feliz, para-pa-papá I’m loving it! (lástima que no digan I’m rubbing it en una hermosa demostración de Engrish.) Sin embargo, al final sale el infaltable Ronald McDonald…

…¿¡con ojos rasgados!?

Sí señores, Ronald McDonald se amolda perfectamente al fenotipo de los aislados habitantes de las islas niponas. Quisiera saber cómo es Ronald McDonald en India, en Vietnam, en Senegal… Oh, vaya, según mcdonalds.com no hay restaurantes en Vietnam ni Senegal, y el Ronald de India es igual al del resto de Occidente… Olvídenlo. ¡Pero en McDonald’s Hong Kong Yao Ming promociona las Big Mac!

En fin. Ya que este blog fracasa estrepitosamente en una posible intención de ilustrar, sorprender, divertir, o al menos dar la impresión de que la dueña tiene una vida mínimamente interesante, me voy a abrir el paquete de Kit-Kat con sabor a pie de limón que venía en la caja.

SUENA: All at Sea — Jamie Cullum

Hako no Naka II

Antes de que la gripa, la blefaritis y la queratitis me enviaran derechito a la cama (lo cual significa que no debería estar aquí), abrí la caja y examiné su contenido. No, no había libros de arte, ni DVDs, ni piedras de go, ni fotos, ni sake. Mucho menos había una gata de Foto Japón. Lo primero que noté fue una carta en una mezcla indistinta de inglés, japonés y español.

El remitente me dijo por msn que debía tener cuidado con la gelatina de konnyaku (el konnyaku, por lo que he logrado ver, debe ser un tubérculo). ¿¡Qué!? ¿Gelatina en esta caja? En efecto.

Y no eran estos paquetes lo único comestible. Era una cantidad increíble de paquetes y cajitas de chocolatinas, chicles y frunas, además de aderezo para bolas de arroz. No sé cuánto tiempo me tomará consumir y repartir tanto dulce.

Sin embargo, con la gripa apaleándome, todo parece indicar que mejor espero a que llegue mi cumpleaños para empezar a gozar de todos aquellos manjares. Tampoco puedo empezar a disfrutar los objetos no comestibles (de los cuales hablaré después) si me toca andar con gafas oscuras y sin lentes durante una semana entera. Como venía diciendo, no tengo por qué estar sentada frente a este computador achicando los ojos. Mejor vuelvo a la camita a convalecer.

SUENA: You and I Both — Jason Mraz

Hako no Naka I


Esta caja me tendrá entretenida durante muchos, muchos días… ¿qué habrá adentro? (Casi me vuelo un dedo con el bisturí tratando de romper tanta cinta pegante.)

SUENA: Spice Up Your Life — Spice Girls

The cat was just a shadow in charcoal…


…and the air was a giant sheet of colorful paper.

SUENA: How Come, How Long — Babyface feat. Stevie Wonder