Las palabras no logran capturar la furia que hay dentro de mí. Se lo he contado a todo el mundo, pero contagiar la rabia no consigue que ésta alcance un tamaño suficiente como para expiarla. Así que me limitaré a poner algo que me haga feliz por un momento:
Listo.
[ Don’t Dream It’s Over — Crowded House ]
De repente veo el impacto del regreso de TOL. La vida aislada y tranquila de Bloglines se acabó, aunque es fácil darle la espalda a la página negra y seguir como si nada. No obstante, me siento de repente rodeada de gente hablando en grupitos, como en una gran fiesta. A mí no me gustan las fiestas. Pronto vendrán los conflictos con muchos comm— corrijo: ya empezaron los conflictos con muchos comments, las guerras de clanes, los TOLMs, la asunción de papeles de los respectivos miembros de la lista (es como si de repente se hubiera acabado el intermedio y todos los que estaban tomando café al lado de los bizcochitos tapados con una campana de plástico volvieran a sus máscaras para seguir con la retorcida función).
Lo único que sé es que la vida real me gusta más. No hago nada interesante, pero ahí vamos. Lo que quiero decirme a mí misma, posiblemente, es que Internet no tiene por qué ser fuente de vida social, y ésta no tiene que transcurrir dentro del medio. No, eso no es exactamente lo que quiero decir. Lo que quiero decir es que en un grupo virtual, creciente y cerrado, con hegemonías marcadas, lo que he visto no me ha gustado de a mucho. Sigo escribiendo, para mí o para quien sea, pero como en las fiestas, prefiero no asistir a ellas. I’m not a people person, and this sure is a hell lot of people.
(…)
¿Por qué me da impresión El Payé? ¿Será porque se viste como él y crispa las mismas huesudas manos del mismo modo?
(…)
Some people know how to get away with murder.
A little girl is wailing, her hands drenched in blood. The crowd is clenching stones.
A man wipes a scarlet trail from his lips, and says “I did it. I thought of it. I was there too.” He has never stopped grinning; a set of reddish teeth is revealed under the scorching sun.
The crowd is clenching stones, aiming at the little girl. Their eyes, however, are reaching for the man, for pity and love from his clown-like face.
Some people do know how to get away with murder.
[ Above the Candystore — Paola ]
Volvió la lista,
Y dijo que no volvía…
Alfabravo tenía razón. Si uno escribe bachue.com en Mozilla y oprime enter, la consabida página negra con iconos de colores aparece como por arte de magia. ¡De nuevo! Los perfiles están ahí, las banderitas, los clanes, los clanes…
El regreso de la lista significa el regreso de mi clan. Mi clan, cuyo nombre no mencionaré porque realmente deseo cambiarlo (una palabra más y quedamos a la par con Joaquín Sabina y Green Day). Mi clan, cuyos miembros se encuentran repartidos en tres de los cinco continentes (o cuatro de los siete, como prefieran). Mi clan, el único que jamás ha tenido una reunión oficial. Tsk, tsk, tsk.
Yo solía echarle la culpa a la estricta relación online con mis compañeros de grupo por la falta de cohesión del clan. Al fin y al cabo, algunos miembros se conocían entre sí pero no me conocían a mí, y otros simplemente están leeeeejos. El clan cuyo nombre no mencionaré no parecía tener tanto éxito como el de los meranistas (quienes venían siendo clan desde siempre), los desaparecidos adeptos al culto de la vaca (quienes inexplicablemente dimitieron en la cima de su carrera) o el Clan Porno (quienes soportaron estoicamente los embates de la falta de TOL). Al fin y al cabo, yo no me había molestado en encontrarme personalmente con miembros como Himura, quien estaba prácticamente a la vuelta de la esquina. Habiendo hecho esto cuando TOL era un recuerdo del ayer y el clan, un cadáver abandonado, considero que aún existe una posibilidad. La comunidad está, de repente surge un vínculo obligatorio con nombres que para mí ya no eran más que feeds, y asimismo surge la necesidad de revivir el grupito que Lowfill y yo creamos con ciertas expectativas hace un buen tiempo. Los afiliados tenemos más en común de lo que pensamos.
Lo bueno de organizar una reunión de [Inserte nombre de clan aquí] es que los miembros radicados en Bogotá son fáciles de convocar. Cuatro gatos no más, imposible no reunirnos. Recibo propuestas. Joven Arcandolf, ¡manifestaos! Herr Alfabravo, se espera tu retorno; ¡tú no eres la mufa de los clanes (by the way, you can stop mourning, die Kuh ist tot)! El grupo es pequeño y desconocido pero con ambiente familiar. Prometo reunión de [Inserte nombre de clan aquí] este semestre, así sea en la empanadería de mi barrio. Repito: recibo propuestas.
Por otro lado…
La estoy pasando tan bien aquí en mi casa que no quiero ni leer a Silva, ni terminar a Valle-Inclán ni adelantar Maquiavelo. Anoche soñé que no iba a clase de Rulfo, lo cual se sentía supremamente bien. Lástima que yo me porte de modo distinto en la vida real.
[ Baby, Now that I’ve Found You — The Foundations ]
- Me gusta mucho mi trabajo patiñal. El jueves fui a la Embajada de Japón por segunda vez. Es un breve y agradable descanso de la descolorida rutina literaria (repitan conmigo, ¿¿¿por qué no estudias Lenguajes, Olavia Kite???).
- Ayer vi 2001: A Space Odyssey con el ilustre señor Himura, después de introducirlo al alucinante mundo de las empanadas con huevo de codorniz. Muy buena velada, Himura Kun; nos queda faltando 2010.
- Creo que no soy del todo asocial, pero el Blues del autista social sigue siendo efectivo. Lástima que olvidé la letra exacta.
- Mi japonés apesta y no me puedo quitar cierto acentico cansón.
- Logro de la semana: leer La casa de Bernarda Alba y las comedias de Plauto antes del plazo estipulado. No sé si algo así se repita en el semestre.
- Quiero cantar. El karaoke de la semana pasada fue un buen aliciente, pero ¡no es suficiente!
- Empecé a hacer ejercicio en la universidad. Ya era hora. No quería que nadie se enterara —tengo la gracia de un directorio telefónico cayendo —pero jamás conté con que Sic Faciunt Omnes estaría allí también. Y obviamente él no pasa penurias como yo.
- Me gustan los libros para niños. Quería comprarme los de Anthony Browne que estaban en promoción en la BLAA. Dakedo, okane ga nakattandayo! Zannendeshita…
- Voy a seguir estudiando francés. Si me es posible, el próximo semestre tomaré Francés 5. El regaño de Thierry Bruckner fue efectivo.
- J’aime Thierry!
- Si sigo estudiando francés, ¿con quién lo voy a practicar? Engel está lejos y no se me ocurre nadie más. Hm… no importa. Je dois continuer.
- En La Berenjena me hicieron descuento la última vez que almorcé allí. Sopa, seco, jugo y postre. Quedé contenta.
[ Rosa, Rosa — Sandro de América ]
La fotocopiadora Eduardo & Cía. goza de especial popularidad entre las tantas que rodean a la Universidad de los Andes pese a la increíble lentitud de su servicio. Visitar el atestado recinto significa perder el almuerzo, perder los primeros minutos de la siguiente clase y perder la voz de tanto gritarle a Eduardo o alguno de sus congéneres “¡Dos copias de la 1!” No me explico por qué los profesores la siguen prefiriendo.
Mi pregunta ahora es, ¿de quién ha sido la idea de rebautizarla como Eduardo’s? ¿De Randy’s, por su proximidad? ¿Cuál es la razón para que este anglicanizado apodo haya trascendido la barrera de lo verbal y sea difundido a todos los miembros de la comunidad Uniandina por medio escrito?
estudiantes del FOPRE desde el año 2003″ (e-mail de la universidad recibido hace un par de minutos).
¿Es acaso tal la influencia extranjera que pronto todos los nombres de negocios deberán asemejarse a los de “Wannabe-Miami” Atlantis Plaza? ¿Serán Planet Love, Kenneth Cole y 4D —”four-dee”— inspiración para adquirir nuestras onces y fotocopias en The Bull, FrankCopies y Mrs. White’s Bakery?
[ Caramel — Suzanne Vega ]
Ayer salimos de clase a las 5.30, como todos los miércoles. Me preguntaron por enésima vez si yo había comprado mi Inca Kola (que en realidad es una botella del peruano líquido llena de Canada Dry —porque me gusta la ginger ale, no porque tengan color parecido) en Colombia. Otra vez contesté que no, que me la habían traído. El Payé no se mostró orgulloso, como cuando a uno le dicen “¡qué bonita blusa!” y el que se la dio a uno pone esa sonrisita. Bajando las escaleras del Z nos encontramos a Kitty, quien una vez más le insinuó al Payé acerca de la conveniencia de su status de monitor y su status de alumna y su status de conocidos porque El Payé decidió traerme Inca Kola y Sublime de su decembrino viaje a Cajamarca. Digo “Cajamarca” y me acuerdo de Francisco, de quién más. Digo “Sublime” y me acuerdo de Francisco, por más Payé que haya traído souvenirs que no pedí.
Veinte escaleras más abajo, ya para abandonar el campus, supe que él había creído que yo le había pedido esos regalos cuando le decía que debía probarlos. Jamás lo comprenderé —el agrado con el que veía la botella de Inca Kola se deshizo por completo. Pedigüeña indirecta, parásito de los viajes ajenos, resulté yo. Digo “Inca Kola” y me acuerdo del agua o de la ginger, porque a mi mamá le parece chistoso mandarme líquidos en esa botella. Pienso en el sabor de esa gaseosa y me acuerdo de Francisco, de quién más. Pienso en la botella y recuerdo que me disgusta que surja algún ser desagradable del fondo del salón de Literatura Española del Siglo XX, de esos que saben que uno es un tonto pero les encanta rememorar y me haga la consabida pregunta, o señale la botella como quien señala al miquito gracioso que le jaló el pelo a la niña curiosa en el zoológico de Piscilago pero con risitas menos audibles.
También supe que El Payé no sabe mi nombre. No importa cuán amable haya sido conmigo y me salude y me cuente su extraña vida: no sabe mi nombre. No le dije que debía adivinarlo ni se lo recordé: es mejor así, ser una cara sin nombre, tal vez una imagen borrosa, un ser tonto pero él no lo rememora porque no estoy en su base de datos. Digo “no importa” pero la verdad es que la lana de la amistad que se estaba hilando (creía yo) se desbarató. No sé si empezar de nuevo. No creo —pero su vida es demasiado chistosa, me gusta preguntarle. Entonces supongo que seguiré averiguando y le seguiré contando que para mí él vive en Teusaquillo, con el fantasma de la hermana muerta, al cuidado de sus tutores, tocando el violín y comiendo dulce de papayuela recogida del papayuelo del patio sobre el piso crujiente y resbaloso donde algún día lo atacará el Nardo por haberle dicho que tenía problemas.
Después de charlar sobre libros de superación personal, sanadores de televisión y Tony Kamo con El Payé, El Kumú y Kitty, llegué a mi destino, a un descanso de esta ridícula rueda de hámster. Un Changhee casi perdido me recordaría que ésa no era la 11 pero sí había un Juan Valdez frente a Crepes & Waffles. No era nada de qué preocuparse; me reí lo que me hacía falta enfriándome bajo el reflector que alteraba las nubes de terciopelo viejo. Generalmente no salgo de noche, pero el capuchino y la dona de miel me decían que debía hacerlo más seguido. Más seguido qué, si San Francisco está a la vuelta de la esquina y sólo me queda recordarle a Changhee que no lo quise llamar porque no sabía pronunciar correctamente su nombre, y que aún me apena que mi primito lo haya llamado Chanchee por teléfono. Más seguido qué, si vuelvo a mi casa y me espera el recordatorio de que al otro día todo será igual, el despertar pesado de un sueño psicodélico, una rueda de hámster llena de caras sin nombre y nombre sin caras y nombres con caras con vidas que no concuerdan. Y todos me dicen lo mismo, que por qué por qué por qué por qué no… y yo me pregunto también, por qué por qué por qué por qué por qué no…
Porque no me gusta nada. Eso es. Porque todo lo bueno de esta ciudad es efímero y sabe volver pero quién sabe cuándo, porque quiero un desfase que no sea como los demás, pero como yo misma no sabría describirlo ni con muecas vagas mejor me quedo en la casa esperando a que llegue algo que se le parezca. Porque es sólo en un momento que para cada interlocutor es distinto, como el ensayo de todas las piezas del rompecabezas en un mismo espacio, que no surge tal torrente de tinta china rendida con agua en mi cabeza.
[ Una voz a mi lado suspirando: “Ay, qué risa…” ]
En un evento sin precedentes, y enfrente de la maravillosa audiencia presente en el café Híbrido de la ciudad de Bogotá, Olavia Kite presentó hoy su Blues del autista social. Sobre música de artista desconocido (debe ser bien conocido pero no hubo preguntas sobre quién era el que sonaba), la señorita Kite reveló sus habilidades para la improvisación musical en la irónicamente amena declaración de ineptitud social de un personaje anónimo adicto a Internet.
La nueva estrella del blues callejero desea agradecer a la totalidad de su público de la tarde, es decir, al señor Himura.
[ The Greatest View — Silverchair ]
Ahora bien, algunas personas están enteradas de que detrás de esta perezosa, malacarosa, sarcástica y mediocre estudiante de Literatura se esconde una entusiasta aprendiz de idiomas. En esta faceta alternativa, la señorita Kite hace sus tareas a tiempo, se hace oír en clase así no diga sino barbaridades y sus ex profesores la saludan en los corredores. Resumiendo, se podría decir que Olavia es una estudiante fracasada de Lenguajes y Estudios Socioculturales que se quedó en Literatura por razones poco comprensibles. Sin embargo, su adhesión fervorosa a la causa de las lenguas —en especial el japonés —dio inesperados frutos este semestre. De repente y sin proponérselo jamás, la autora se convirtió en monitora de la clase de Historia Cultural de Japón.
Ahora Olavia Kite es feliz cumpliendo las funciones del patiño. ¿Que se necesitan equipos para ver una película? Patiño, vaya a pedirlos. ¿Que los alumnos entregan un ensayo? Patiño, a corregir. ¿Que hay que pedir recursos en la Embajada de Japón? Patiño, vaya cogiendo bus a la 71 con 7. Son puros mandados los que componen esta función, pero la señorita se siente dichosa.
¿Quién hubiera pensado que esto pasaría algún día? ¿Quién hubiera pensado que cuando a uno realmente le gusta algo, las cosas salen bien?
[ Holy Holly — Neil Diamond ]