Rapture

En realidad el de las abducciones es un problema menor. Al fin y al cabo, a la gente le da vergüenza confesar que la violaron con un montón de agujas del espacio exterior y prefiere callar el trauma hasta que algún reportero desocupado decide sacar a la luz su oscuro secreto —¡Usted puede ser el siguiente!—. El verdadero conflicto surge con los llamados Mensajeros de los Hermanos Mayores, esos que convocan a todo un pueblucho a reunirse en una granja y los invitan a inmolarse todos juntos porque solo así Nuestros Hermanos Mayores los rescatarán y salvarán de un final horrible en este planeta de porquería —como si no fuera horroroso prenderle fuego a un granero lleno de mujeres y niños o hacer una fiesta de Coca-Cola con insecticida—.

Los sobrevivientes de las abducciones, los callados, argüirán que ellos (porque los observan con cierta confusa distancia, contrario a los fanáticos) no nos necesitan muertos y que ni el alma ni la conciencia están en su programa de investigación. Es un estudio estrictamente biológico. Sin embargo, ellos no están del todo desentendidos de nuestra manía de malinterpretarlo todo y desaprueban los asesinatos en masa en nombre de la redención extraterrestre. Uno de los abducidos asegura que una vez volvió de su viaje cósmico a tiempo para detener a unos pobres desgraciados en tenis blancos que se disponían a servir compota de manzana con fenobarbital en platos desechables. “¡Así no es!” gritó arrancándole la cuchara a un viejo desdentado.

Ellos me dejaron justo en ese lugar para que les enseñara a esos ignorantes que no es necesario morir, que nunca habrá nada mejor que esto para nosotros. Nos toman prestados, no más. Es por el bien de la galaxia. Eso dicen”.

El señor Wicks se ríe cuando pasan en televisión refritos de películas donde salen mujeres locas con pancartas que dicen Take me!

“Es obvio que entienden lo que decimos cuando pedimos que nos lleven, pero es como si una rata de laboratorio hiciera lo mismo con los investigadores en la tienda de animales. Seguro los científicos reirían y harían algún comentario sobre lo poco que sabe la rata acerca de su destino en caso de ser elegida. Nunca se llevarían a la rata con el letrero. Yo, por ejemplo, nunca pedí nada. Yo era la estúpida rata que se limitaba a correr como loca en la ruedita, esa que parecía más normal, más apta para ser descabezada. A veces pierdo la visión del ojo izquierdo y las sondas me dejan marcas moradas por toda la piel, pero aún puedo trabajar, mi esposa me consuela cuando aparezco llorando en las madrugadas y ellos me aseguran que viviré muchos años. Ninguna rata podría decir lo mismo”.

[ Smoke on the Water — Señor Coconut ]

Golem

No sé si ha pensado en esto alguna vez, pero todo el tiempo hay cosas muertas cayendo de nuestro cuerpo. No me refiero a brazos enteros a lo bailarín de Thriller, sino a partes diminutas. Pelo, piel, los bichitos que viven en nuestras pestañas. Teniendo en cuenta estas minúsculas instancias de la muerte a nuestro alrededor, no es del todo descabellado pensar en la posibilidad de una invasión zombi a pequeña escala. Pero qué sé yo de zombis, ¿verdad?

Los zombis no van a salir de los cementerios cuando vengan por nosotros. No vale de nada que sigan quemando las fosas comunes. Esos muertos ya no vuelven. No sé si me entienda cuando le digo que no tendrá oportunidad de vengarse con un hacha de la novia de su ex novio chorreando sanguaza por la calle. Míreme a los ojos, ¿me va a decir que no me cree? Tal vez lo haga cuando la puerta de su casa se atasque y a usted se le dé por tomar un baño mientras baja el sol —qué iluso es uno pensando que es un simple caso de expansión por calor—. Usted abre el grifo y espera un rato. ¿Qué es eso? ¿Una peinilla? ¡Qué demonios cree que hace? ¿Acaso cree que tengo tiempo de lidiar con sus muertos? Escúcheme. No desatienda el sifón. No quiero volver a ver el agua saliendo a borbotones por el piso. Inocente porquería verde-gris, dirá usted. Ja.

Yo sigo limpiando frenéticamente los rincones de la casa para detener un segundo ataque, pero es apenas un paliativo para lo inevitable. Volverán por mí. Ya están volviendo. No puedo permitir que se me sigan resecando las piernas.

[ Don’t Worry Baby — Beach Boys ]

Brez Besed

No hablamos. Ya van dos días y no hablamos. A veces uno de los dos lee un poema en voz alta, como si a través de las palabras de otros pudiéramos decir algo, pero el otro de todas maneras no entiende. Por mí que Sylvia Plath se muera. Ah no, ya se murió. Llenó de trapos los resquicios de las puertas y metió la cabeza en el horno. Eso no se lo estoy diciendo, lo estoy explicando con esta cara de no querer explicarle nada. Por mí que usted meta la cabeza en el horno. Avíseme con antelación y yo me voy a dar una vuelta, me llevo a los niños.

Muchas cosas le digo yo con esta cara de no decir nada. Es un desconsiderado. Siempre ha sido así. Yo que tanto lo conozco y no le recuerdo una sola instancia diferente a esto con lo que siempre me sale. Recuerdo más bien otras cosas. Recuerdo cómo nos conocimos y esa vez que se le quedó engarzada la camisa nueva en un alambre de púas. Al menos fue la camisa y no media barriga. Recuerdo cómo le fue creciendo esa panza mucho más lentamente de lo que creció y desapareció (parcialmente) la mía, dos veces. Diferente levadura hay en nuestra masa, y sin embargo era (¿es?) rico sentirlo por las noches, así blandito.

No me habla. Tal vez soy yo la única que anda con ganas de recordarle que anoche se volvió a meter las llaves en el bolsillo y por eso no las encuentra en el recipiente de madera al lado de la puerta. Creo que el perro debe mirar también con esa urgencia de hablar sin hablar que tengo yo, y por eso ahora ambos tenemos la misma cara. Míreme, míreme, míreme, sóbeme la pancita, ya no me importa si no me saca a pasear.

Le sobo la panza al perro. Alguien en esta casa es feliz, al menos. Esta noche voy a arrimarle un pie frío en la cama, a ver si entiende.

[ 50 Ways to Leave Your Lover — Paul Simon ]

La llama lanzallamas

Voy a escribir porque no se me ocurre qué más hacer. Me duele la cabeza y dejé que me crecieran demasiado las uñas. Dejé que me crecieran demasiado las uñas y se me tropiezan en mi mayor, lo cual dificulta enormemente la práctica del ukulele. Mi mayor es una nota muy sencilla en guitarra, pero muy cansona en ukulele. Y peor aún con estas garras que hacen ruido al teclear. No estoy acostumbrada a esto desde que tocaba bajo y me tocaba mantenerlas cortísimas.

Quisiera poder escribir entradas de diario interesantes como j. Hoy en Pandi mis padres y yo comimos brevas con arequipe y hablamos de cómo las brevas son mucho mejores con queso costeño. Jugué ping-pong con mi papá. Mi papá es mucho mejor que yo, pero yo no soy tan, tan mala. Es el único deporte en el que no soy ridículamente mala, a decir verdad.

j. dice que hay que escribir todos los días, pero si cada día escribo basura como esta, realmente no hay mucha esperanza en el mundo para mí. Escribiré sobre una llama que escupe fuego: la llama lanzallamas. La policía secreta de Perú recibe de vez en cuando casos especiales que requieren armas ultrasecretas perfectamente camuflables entre el paisaje. Cuando las cosas se ponen pesadas el jefe aprieta un botón y le murmura al segundo en el mando: “llama a la llama lanzallamas”. Lo que al lector no le queda claro al empezar a leer “La llama lanzallamas” es si se trtata de una fuga de gas que ha cobrado vida o de una llama hembra que anda pariendo como si botara balas de cañón. Ni lo uno ni lo otro.

Espere “La llama lanzallamas” en su kiosco favorito. Esperemos el fin de las conversaciones con j. a raíz de esta manifestación de talento literario nulo.

[ When You Smile — The Flaming Lips ]

Las joyas de nuestra amiga muerta

Hay que visitar a la madre de nuestra amiga muerta. No debemos dejarla abandonada ahora que no está su hija. Somos tres: nosotras dos y el hijo de ella. La madre de nuestra amiga muerta nos espera con una sonrisa radiante. Llevamos postre en una caja mojada, nos da almuerzo, nos da otro postre, nos regaña por no repetir. Hay preguntas generales, lo de siempre, dónde viven y dónde vivirán. El niño pide agua.

La madre de la amiga muerta habla de un acné que hace diez años curó, de un novio cubierto de capas de olvido, de episodios borrosos con conocidas ahora desconocidas. Pregunta por el presente, mira al hijo que la amiga muerta no llegó a conocer ni en proyecto, insiste. Qué pasa. Qué hay. Qué más. Ambas agachamos la mirada con la excusa de alguna frase ingeniosa del niño. Al menos ella puede abrazarlo y ausentarse brevemente. Mis ojos atraviesan la sala, una mirada sostenida con palos, con el tensor de mi sonrisa que en cualquier momento puede reventar. El niño se retuerce un poco y pregunta si ya nos vamos.
Cuando no está atenta, ella y yo nos miramos. La madre quiere que el niño aprenda a rezar, que nos casemos, que vivamos nuestra vida como buenas hijas de dios. El niño pregunta si el ángel de la guarda hace referencia al señor guarda.
La madre de nuestra amiga muerta desaparece un momento. Vuelve cargada de cosas. Cinturones pasados de moda, pulseras hechas a mano en el hospital, un reloj dorado, un collar de lapislázuli, ropa que a todas luces no nos queda a ninguna de las dos. Hace tiempo recibimos otro cargamento igual. No somos capaces de usarlo ni regalarlo. Y así pasan las eras y aún puedo ver la cicatriz gigantesca en la pierna de nuestra amiga recostada en aquel sofá contra la ventana. La madre dice que nos vemos iguales que antes pero lo único que es igual es este apartamento congelado y ella dentro de él, y nuestra amiga que pasan los años y sigue muerta.

[ Dear Prudence — The Beatles ]

En orden de importancia

Hace dos años entregué tarde un trabajo para la profesora que después sería mi jefa de TA. No había excusa, simplemente me fui a un concierto de Billy Joel en vez de hacer el trabajo. Supongo que la nota baja me la puso solo por el dolor de saber que para mí Billy Joel era más importante que su clase. Y bueno, la verdad es que Billy Joel sí es más importante que muchas cosas. Ya había sido más importante que mi examen final de historia de Japón en Tokyo Gaidai, el que decidiría si al fin habría que enviarme a Shimane a orear calamares por cuatro años. Pude haber terminado aislada del mundo por allá quién sabe en qué arrozal, pero afortu—ah.

[ Freedom — Erasure ]

Cosas que pasan cuando uno estudia alemán en Japón

Yo: Hi. [ Hola. ]
Compañera: Where are you going? [ ¿Adónde vas? ]
Yo: There. [ Allí. ]
Compañera: The bakery? [ ¿La panadería? ]
Yo: Yeah. [ Sí. ]
Compañera: 行ってきた。 [ Vengo de allá. (Lit: fui y volví.) ]
Yo: パン買った? [ ¿Compraste pan? ]
Compañera: うん。 [ Ajá. ]
Yo: おなかすいた? [ ¿Tienes hambre? ]
Compañera: いや。 Ich habe アルバイト nach der Schule. Deshalb, bevor ich gehe muss ich… [ Nah. Tengo trabajo después de clase, así que antes de ir debo… ]
Yo: Musst du essen? [ ¿Debes comer? ]
Compañera: Ja. [ Sí. ]
Yo: Gut. じゃ、tchüss! [ Bien. Bueno, ¡chao! ]
Compañera: Tchüss! [ ¡Chao! ]

[ It Must Have Been Love — Roxette ]

El ciclo del agua, 2

Creo que la falla fundamental de la representante de los testigos de Jehová que vino ayer fue pretender que yo me hiciera preguntas que jamás me hago, como quién hizo el agua y quién controla el ciclo del agua.

No es que yo nunca me haga preguntas. He pasado de mi papá al Diccionario Enciclopédico Salvat a la Enciclopedia Encarta a la Wikipedia a Naomi Wolf. Yo siempre he tenido preguntas. A mí me interesa saber por qué se supone que los pelitos que me salen por todo el cuerpo son asquerosos, o por qué tengo que sentirme culpable si no estoy en los meros huesos o al menos sintiendo hambre todo el tiempo. Yo quiero saber por qué algunas personas pueden quererse y otras no. O por qué el gusto por el sexo es malo. O por qué cuando uno es mujer el gusto por el sexo es especialmente malo. Ya que tanto ánimo tiene de resolver dudas, ¿podría resolverme estas, señora?

¿Puede usted decirme con qué eufemismos debería decorar las cosas que siento cuando las siento? ¿Puede señalarme la página de la Réveillez-vous donde se me indique cómo callar sin implotar?

Tell me, do you really think you’re going to hell for having loved?

Me llamo tal como le dije que me llamo y exijo respuestas.

[ Our Mutual Friend — The Divine Comedy ]

El ciclo del agua

Volvieron a Kasuga los testigos de Jehová.

Timbraron. Luego golpearon con insistencia. Sonaba como algo importante: acudí. Apenas abrí la puerta maldije mi suerte al darme cuenta de lo que acababa de hacer con mi vida (o los siguientes cinco y diez minutos de mi vida). Eran dos señoras. Les dije que no hablaba bien inglés, así que me entregaron la entrevista Réveillez-vous. La que hablaba —siempre van a lo Equipo Moisés/Aarón— empezó, ni corta ni perezosa, un discurso sobre lo maravilloso que es el ciclo del agua. El agua sube al cielo (“heaven”) y baja en forma de lluvia y nieve, decía. Me pregunté si, según ella, el agua tendría que morir dada su peculiar elección de vocabulario. La miré largamente, ausente: dudé que ella jamás se hubiera puesto a pensar realmente en los fenómenos naturales. Entonces me concentré en un azul específico del cielo (sky). Un azul permanente con cirros. Bonito. La señora ahora estaba diciendo algo sobre los científicos que lo controlan todo y…
—¿Qué hora es?—interrumpí.
—¿Ah?
—La hora. ¿Qué hora es?
La señora miró su reloj.
—Las seis y veinte.
—¡Caramba! ¡Tengo que alistarme para una cita! ¡Lo siento, adiós!
La señora preguntó mi nombre mientras le cerraba la puerta en la cara. Me inventé uno y se lo dije.

Apenas el cerrojo hizo clic caí en cuenta: le había dado mi segundo nombre.

[ Fábula — Eros Ramazzotti ]

El parque

Sometimes I Remember I'm Alive
Olavia Kite modela para una propaganda de seguros de vida. O de gaseosa. O de universidades.

Qué bueno que no nos suicidamos cuando hubo oportunidad porque no habríamos visto el parque.

El parque está a 5km de nuestro edificio. Uno baja por toda la avenida Oeste, pasa el centro, pasa frente a ese establecimiento sospechoso que se llama “La universidad del sauna” y huele a jabón líquido, pasa frente a ese restaurante de sushi que ya cerró —no hacen sino quebrar los negocios en Japón— y llega. ¡Es todo un mundo de verdor para nosotras dos! Y para las familias con bebés. Y para las parejas de amigas. Y para las parejas de novios. Y para las parejas de viejitos. Y para los perros. Y para los hurones. Y para los patos.

Buscamos el lago, extendemos un mantel (en realidad son sobras de los ejercicios de modistería de Azuma) y comemos delicias del combini. Bueno, “delicias” es un decir: ramen con verduras, sándwich de huevo. Recuerdo París con Cavorite. “¡Nuestro restaurante favorito!” solíamos exclamar señalando la entrada del Monoprix. Sandwich jambon crudités. Para mí una Orangina, siempre una Orangina.

Al otro lado de la calle está la JAXA. Así pues, en una cuadra hay gente entrenando para la próxima maratón y en la otra hay astronautas entrenando para usar Twitter desde bien lejos. Al borde está la pastelería austríaca que examinamos desde afuera con tanta curiosidad porque viviendo acá alcanzamos a imaginarnos que Europa es así. En el imaginario Japonés Laura Ashley es la diseñadora de interiores de la UE. “Frisches Brot” dice un letrero en forma de pretzel. “Geschlossene Gesellschaft” dice otro. Lo que faltaba, una pastelería existencial.

Saco el ukulele y toco un rato. No me acuerdo de las letras de las canciones. Un extranjero pasa y me pregunta si soy de Suramérica. Sí. Que muy bonito. Que muchas gracias. Se va. Creo que este señor piensa que esto es un charango. ¡Ni siquiera estaba cantando en español!

Mira, Azuma, si toco esta nota así ese señor que está soplando burbujas allí se ve todo dramático. Es verdad. Y si cierras los ojos y escuchas el ukulele se siente rico cómo te da el viento y el sol en la cara. Nos explayamos y dormitamos como si esto fuera Mata’pang Beach.

Llega esa hora en la que toca sentarse porque los árboles al otro lado del lago, que todo el día han estado ahí sonriendo sin pensar de a mucho, de repente recuerdan algo que los hace bajar la mirada un poco. Se encienden los árboles pensativos del final del día: ese es mi verde favorito. El verde favorito de Azuma viene inmediatamente después, cuando empieza a oscurecer.

Volveremos el próximo domingo. Y todos los domingos que sea necesario. Considérenlo una obsesión con sentirse vivo.

[ Sunday — Sia ]