Millones de bloggers no pueden estar equivocados. ¡Únase a la adicción!
[ Our House — Talking Heads ]
Vida, obra y milagros de Olavia Kite.
Millones de bloggers no pueden estar equivocados. ¡Únase a la adicción!
[ Our House — Talking Heads ]
Ya se avecina el cumpleaños de Olavia Kite (el final de Prince of Persia no tiene nada que ver, aunque me gustaría mucho tener una cama llena de cojines como la de la princesa). El 5 de julio se celebrará el ingreso de la señorita a la mayoría de edad de Estados Unidos y otros tantos países. Ya sólo falta cumplir 25 para poder alquilar un carro sin pagar recargo. Sin embargo, el martes es un día poco user-friendly, por lo que la dueña de este blog ha decidido convocar a una pequeña repetición del día de su santo el sábado 9 de julio (para evitar contratiempos con nuestro vetusto amigo Charly).
Debido a que en Juan Valdez se corre el riesgo de maltrato, en Café Tostión el impulso de bailar en las sillas rodantes es irrefrenable, yo no soy amiga de la ingesta de alcohol y la comida japonesa es… un toque costosa (y NO NO NO voy a Wok), ha surgido una genial idea: una gran comilona.
Sí, señores, preparen sus estómagos para una sobredosis de comida mexicana barata. Al decir barata, digo realmente barata. Después de atiborrarnos vemos qué hacemos.
Lugar: Sara’s, Calle 71 #9-67
Hora: 7:30pm
Sería bonito contar con su presencia. Bonito como los cojines de la princesa del juego.
[ Never On Sunday (Pote Kin Kiriaki) — Pink Martini ]
Francisco dice que sólo en Colombia los establecimientos tienen nombres tan interesantes. Espero que vuelva pronto; me viene haciendo falta.
[ Club Foot — Kasabian ]
Esta noche, la ciudad se ha convertido en un caldo de olores. Puedo ver cómo me envuelven en medio de la calle, otorgándoles brillantes tonos rosas y anaranjados en medio del interrumpido vacío negro. Pasa una joven caminando y su perfume como de muñeca plástica sisea bajo mi nariz. Flota incómodamente como una cinta de tul, negándose a apartarse de la entrada de mis fosas.
El andén de amplios cuadrados grises termina donde empiezan los bloques de concreto que contienen insignificantes flores rosadas. Camino a su lado y su olor dulzón lanza gritos agudos. Están forzándome a tornar mi vista hacia ellas, tristes enanas de circo. Empiezo a incomodarme. Sus chillidos se mezclan con los remolinos cálidos que tiñen la atmósfera, y noto que he tomado demasiadas cucharadas de esta desagradable sopa. Si dejo de caminar, de moverme, todo se estanca sobre mí, me asfixia, me venda los ojos y me hacer dar decenas de vueltas antes de golpearle a la piñata en la que se ha convertido mi estómago. Rechazo un abrazo: aquella chaqueta huele a la tela de la que está hecha, a través de sus fibras se logra colar su colonia como caramelo por entre un cedazo. No lo soporto más.
Todos los planes de la noche caen estrepitosamente bajo el peso del espeso sancocho que se ha cocinado a mi alrededor, sólo para mí. No queda más remedio que despedirme en un murmullo mareado y volver a casa lo más rápido posible. En el bus, la ventana abierta de par en par, por favor.
[ Sympathique — Pink Martini ]
Esta noche, la ciudad se ha convertido en un caldo de olores. Puedo ver cómo me envuelven en medio de la calle, otorgándoles brillantes tonos rosas y anaranjados en medio del interrumpido vacío negro. Pasa una joven caminando y su perfume como de muñeca plástica sisea bajo mi nariz. Flota incómodamente como una cinta de tul, negándose a apartarse de la entrada de mis fosas.
El andén de amplios cuadrados grises termina donde empiezan los bloques de concreto que contienen insignificantes flores rosadas. Camino a su lado y su olor dulzón lanza gritos agudos. Están forzándome a tornar mi vista hacia ellas, tristes enanas de circo. Empiezo a incomodarme. Sus chillidos se mezclan con los remolinos cálidos que tiñen la atmósfera, y noto que he tomado demasiadas cucharadas de esta desagradable sopa. Si dejo de caminar, de moverme, todo se estanca sobre mí, me asfixia, me venda los ojos y me hacer dar decenas de vueltas antes de golpearle a la piñata en la que se ha convertido mi estómago. Rechazo un abrazo: aquella chaqueta huele a la tela de la que está hecha, a través de sus fibras se logra colar su colonia como caramelo por entre un cedazo. No lo soporto más.
Todos los planes de la noche caen estrepitosamente bajo el peso del espeso sancocho que se ha cocinado a mi alrededor, sólo para mí. No queda más remedio que despedirme en un murmullo mareado y volver a casa lo más rápido posible. En el bus, la ventana abierta de par en par, por favor.
[ Sympathique — Pink Martini ]
No recuerdo cuándo fue la primera vez que oí la famosa ópera rock en su versión cinematográfica. La gigantesca funda del disco doble me desconcertaba un poco, con los soldados con ametralladoras ante la cruz. ¿Cómo sería la película de la cual este disco era banda sonora? Una amiga del colegio (la única que sabía del asunto a nuestros ocho años, más o menos) aseguraba que Judas bajaba del cielo en una cadena. Al igual que las primeras descripciones que recibí del sushi y el onigiri, ésta aumentó mi curiosidad. Cantaba los coros de What’s the Buzz, bailaba King Herod’s Song, y así fui creciendo a la espera de la oportunidad de ponerle rostros a las ya tan familiares voces.
Pues bien, cuando estaba en 10° u 11° pude al fin conocer la película para constatar que 1) Jesus (Ted Neeley) era bonito, 2) Mary Magdalene (Yvonne Elliman) era hawaiiana, 3) la escena de King Herod (Josh Mostel) era totalmente distinta de como me la imaginé, 4) Judas (Carl Anderson) sí bajaba de una cadena, pero de un modo muy diferente del que dibujaba mi mente retorcida y 5) Pontius Pilate (Barry Dennen) tenía mucha, pero muchísima actitud. La he visto unas dos o tres veces más desde entonces. La última vez, cuando la vi en cine con Himura y mi mamá, ella y yo estábamos muy emocionadas de ver una vez más algo que era perfectamente inherente a nuestra alegría familiar. Llegamos al punto de cantar en la fila de entrada. Después de esa tarde las canciones volvieron a dormir en mi cabeza y me olvidé del asunto…
… hasta que Changhee las trajo de vuelta.
Inocentemente me envió Everything’s Alright, ante lo cual respondí que ya la conocía y… Hey, ¿y las demás canciones? ¿No podré tener Jesus Christ Superstar en un formato distinto del acetato? Y así empezó esta obsesión. No fue suficiente saber que Pontius Pilate tenía la suficiente actitud para cantar con esa voz inimitable, chillona, potente, arrogante,— y además andar por el desierto con gafas oscuras gigantes y camiseta de terciopelo. No, no lo fue: pasé algunos días buscando fotos de Dennen por todas partes mientras lo oía contar los latigazos que le dieron a Neeley (¿fueron latigazos de verdad en la película?).
Ahora Dennen está viejito, calvo y presta su voz a personajes malvados en videojuegos (más o menos el mismo destino de Mark Hamill); Anderson murió no sé de qué después de años de giras con Neeley representando los mismos papeles una y otra vez, Elliman tuvo un éxito en la música disco y no se volvió a oír de ella. Yo, mientras tanto, sigo oyendo estas canciones una y otra vez (no acepto las versiones originales ni las posteriores, tienen que ser las de la banda sonora de la película) y espero el día en que pueda tener en mis manos el DVD para acaparar el televisor y terminar de aprenderme de memoria los parlamentos, así como cuando era pequeña podía recitar todo TRON en español.
[ Trial Before Pilate — Andrew Lloyd Weber & Tim Rice ]
Las mariposas no se han ido. Engel dice que en medio de éstas siempre se halla una polilla, que de todos modos ambas son la misma cosa. Son lepidópteras, sí, pero esto no las hace iguales. Siempre hay una parte de mí que trata de espantarlas, cosquillosas salpicaduras de colores obligándome a entrecerrar los ojos, pero al final siempre caigo rendida en una sonrisa involuntaria.
“I hope I make you proud as my best friend,” dijeron los ojos de brillante tinta al otro lado de la línea. Al final de mi otra mano se encontraba la que ahora acuna mis mejillas de cuando en cuando, la responsable de esta imprevista invasión de insectos. Ya no hay amargura en su acento, repicando en mi oído. Ya no hay esa mirada fiera, prehistórica, hirviendo a mi lado. Por un momento, por fin, todo parecía tener un poco de orden y paz.
[ Miss Misery — Elliott Smith ]
Y así, sucumbí.
My Bookstore:
– Estás atrapado en Fahrenheit 451, ¿qué libro te gustaría ser?
No es que me emocione mucho que me quemen… Pero si alguien me ha de aprender de memoria, quiero ser… No sé, ese “si alguien me ha de aprender de memoria” suena supremamente cursi/sugestivo. Que no me quemen y ya. Soy mi propio libro.
– ¿Alguna vez te enamoraste de algún personaje de ficción?
De Kearlter Gniksaw, de Navegantes de Krakelon. Después me gustó mucho Alexandros Panagulis, de Un hombre (aunque sabía que jamás podría convivir con alguien como él). Sin embargo, Panagulis existió de verdad, así que no cuenta.
– ¿El último libro que compraste fue?
Quisiera decir que fue Tintín en el país de los Soviets, pero no fui al fin hoy a adquirirlo.
– ¿El último libro que leíste fue?
Cien cepilladas antes de dormir, de Melissa Paranello.
– ¿Qué estás leyendo actualmente?
2010 odisea dos, de Arthur C. Clarke, entre otros.
– ¿A quién le pasas el Baton y por qué?
A Himura, porque él conoce el poder que tiene su biblioteca sobre mí.
[ Half Light — Low/Tomandandy ]
No se le puede pedir más a un domingo; nunca había tenido uno tan pero tan típico. No obstante, en medio de lo que para la mayoría era un cómodo día de descanso, sudadera y tenis, yo me sentía un poco como una turista conociendo una ajetreada novedad.
[ A Night On Bald Mountain — Modest Mussorgsky ]