En el costado derecho de este blog hay una caja donde solía recibir razones de mis amigas de universidad en época de trabajos finales. Ahora no es muy útil que digamos: la mayoría de comentarios que allá llegan son cosas como “¿Hay alguien ahí?” o “¿Por qué eres tan gomela?” Sin embargo, hay un tipo de mensajes que siempre llama mi atención, en vista del parecido que tiene este blog con la última fritanguería de Monserrate (todo queda ahí exhibido para el consumo de nadie). Se trata de “Acá conociendo”, un mensaje que me hace pensar en los lectores como turistas dirigiendo sus miradas hacia las paredes y el techo de una casa-museo. A veces sigo el link que traen sus nombres y leo una o dos entradas para volver después a mis lecturas habituales de Internet.
No crean ahora que tengo apenas un círculo exclusivo de blogs que merecen mi lectura, no. Leo una cantidad impresionante de blogs. Sé que este tiempo debería dedicarlo a los libros de Asimov que me prestó mi tía, a estudiar para el próximo examen de japonés o al repaso del chino que estoy olvidando, pero hallo relajante la lectura de tantos estilos distintos. Sin embargo, esto no se ve reflejado en la cantidad de comentarios que dejo en ellos. Por lo general empiezo a escribir algo y luego pienso “Va a pensar que soy una entrometida, ni me conoce” y lo borro. Los saludos los restrinjo a dos o tres blogs donde no me voy a sentir enviando spam. Aquello que hallo medianamente atractivo lo pongo en el feed. No propicio encuentros en la vida real con otros bloggers.
Si “Acá conociendo” es una implícita norma de cortesía que pone a prueba la capacidad de socialización del blogger en cuanto lo invita a establecer cierto vínculo de reciprocidad en la visita, creo que soy una autora con una marcada tendencia al aislamiento.
[ El arrepentimiento de Juan Carlos Bodoque — 31 Minutos ]