Il mondo rotondo con Olavia Kite: Maladjusted

En un mundo de interesantes claroscuros vive Maladjusted, maestro del relato de terror radiofónico. Su voz, prestada ya a numerosos personajes animados en el cine, le ha valido la lealtad de una audiencia que acude cada medianoche a su cita a distancia para estremecerse con sus cuentos. Buscando un poco de luz vino a Colombia, donde la narrativa oral ha tenido gran difusión. Este viaje —del que regresó hace relativamente poco —ejerció una gran influencia en su obra más reciente y, sin saberlo, él mismo dejó huella como eco aclarativo de un pueblo por siempre malinterpretado gracias a su infame representación en la pantalla chica.

Deseosa de intercambiar palabra con una de las voces más famosas de Suramérica busqué a Maladjusted en su hogar en Lima, pero me equivoqué de vuelo y terminé pasando una inolvidable semana en Buenos Aires con mi familia. Meses después lo logré atajar y no perdí la oportunidad de oír su voz en vivo y en directo, fuera del ámbito radial. El ciclo inicia, pues, con Maladjusted desde Lima.

Olavia Kite: Buenas noches, Maladjusted. Comencemos con lo esencial: ¿Colombiana o Inca Kola?

Maladjusted: El pajarito que tengo en el pecho me hace decir Inca Kola, pero la Colombiana siempre será mi amor platónico. Inca Kola, que de platonicismos ya estamos hasta las manos.

En su opinión, ¿por qué Guaripolo es el personaje favorito de los niños de 31 Minutos?

Es obvio, porque puede decir “whoooaaaa”. Es como no querer al chihuahua de Taco Bell.

¿Qué tiene usted que responder a las multitudes que claman por un carrito sanguchero sin conocer los riesgos a los que se exponen ante semejante responsabilidad administrativa?

Ehm… Se cayó el sistema. Por lo demás, soy su hermano, pero no sé nada. Soy sólo un funcionario asalariado, los carritos sangucheros están extentos de impuestos, y por lo tanto no se apegan a las normas formativas del inciso 24-b de la sección de peruanidad ambulante, así que la fiscalización de los mismos excede nuestras competencias. Se está preparando un proyecto de ley que atenta a recortar más nuestra injerencia en la situación carrito-sangucherística. Ahora mismo nuestro abogado Ladislao Finch busca un parangón legal en el cual apoyar nuestra moción para que, al contrario, se nos devuelva el poder de veto sobre el usuario de carrito sanguchero, la importación de insumos y la venta indiscriminada de manufactura sanguchera. Muchas gracias.

¿Cuál fue la peor comida que probó en Colombia?

A riesgo de ser tildado de poco patrio, tengo que decir que el pargo —¿se dice así? —en Santiago del Tolú. No he comido pescado más soso en mi vida.

¿Es cierto que usted es uno de los más grandes conocedores de datos biográficos de Chuck Norris en Latinoamérica?

Sabía que Chuck Norris perdió la virginidad antes que su padre… ¿Usted qué cree?

¿Son ciertos los rumores acerca de su heroica participación en la extinción de un incendio donde se presumía había un par de ejemplares de novelas de H.P. Lovecraft?

Aquella maldita noche el fuego consumía las paredes como lenguas de demonios que partían del mismo infierno de pesadillas en donde los dioses escupen su caldo impío… Ehm… No, no, qué va… que se quemen…

Así que es cierto. Usted fue el héroe aquella noche. Por cierto, ¿qué pasó con aquella anciana que clamaba por la salvación de sus discos de Maria Marta Serra Lima?

Alguien tenía que sacrificarse para que todo pareciera incidental. Era sencillo, la anciana usaba dientes postizos, no había forma de identificarla. Ahora Maria Marta y yo vivimos juntos en un pequeño condominio a las afueras de Los Cayos, en Florida. Los cuentos están en un lugar seguro y Silent Bob y Jay… bueno, eso es otra historia.

¿Qué opina usted de las mujeres colombianas? ¿Le perturbó el reiterado uso de ombligueras ceñidas y descaderados igual de ceñidos sobre generosas carnes morenas?

En las inmortales palabras del Adelantado Homero Simpson: Sacrilegioso. Uno nunca se siente tan carne como cuando es pescado, y créeme, en Colombia había mucho para sentirse carne. Ahora, que la ropa de Studio F sea un poco de puta…. bueno, se le perdona.

Explíquese un poco más, por favor.

La mujer colombiana es crisol de razas; sus ojos de morisca, sus carnes de caribe, sus gustos de europea. La pluriculturalidad es una de mis mejores facetas, así que confieso haber caído bajo los encantos de un par de ojos de almendra. Ahora, de las ombligueras y los descaderados… bueno, que se le hace, la ropa de “fiesta” allá es un poco putona, pero no es queja sino acotación.

Y hablando de fiestas, ¿podría aclararnos de una vez por todas por qué las polladas siempre terminan tan mal?

Sencillo. Una pollada tiene dos ingredientes básicos: el pollo y los cholos. Un pollo sin cabeza puede seguir moviéndose, sin cebrebro, por un lapso de 2 a 4 minutos, por motivo de la presión sanguínea y la resilencia de los músculos. Un cholo vive moviéndose sin cerebro un lapso de entre 50 a 70 años. ¿Qué nos dice esto? Realmente nada, pero había que dejarlo claro. Las polladas terminan en muerto porque siempre hay una callejonera, una quitamaridos o una rompecatres que acusa a otra callejonera, quitamaridos o rompecatres, y en ese caso los afectados defienden su honor en un espectáculo conocido como “boxeo criollo”, que termina, obviamente, en muerto. Y ya.

Ahora bien, ¿cómo ha manejado las hordas de fans que lo persiguen en calidad del “Vincent Price suramericano”?

Ay, por favor. Dejémonos de cosas. Mi nombre y “hordas” rara vez van juntos, salvo que sea en algún juego de estrategia. Por lo demás, tengo un doble de acrobacias y mi publicista se encarga de concertar las citas de “backstage” conmigo los jueves por la noche.

¿No le preocupa que lo persigan con tijeras gritándole “Papi, complétame”?

Me preocupa más el tipo que se viste como Winona Ryder y que se sienta en la primera mesa…

Se le ha visto pintar flechas azules por las calles aledañas a su hogar. ¿Es esto un performance o intenta desviar a sus seguidoras?

Un poco de ambas. Es un performance para una sola persona. Me gusta imaginar que a la hora exacta que lo hago, ella piensa en mí y me dedica una de sus sonrisas con cabeza agachada y ojos entrecerrados mirando el vacío. La parte del desvío es, en realidad, para desviarme a mí mismo, para tardar un poco en llegar al fin de ese camino. Es que llegué demasiado temprano, eso es todo.

Es una hermosa declaración, Maladjusted. Muchas gracias por su tiempo.

Gracias a usted.

Más Maladjusted, aquí.

Más entrevistas, aquí.

[ Reflections — Diana Ross & The Supremes ]

Il mondo rotondo con Olavia Kite

Me gusta leer a Oriana Fallaci. Sin embargo, eso no quiere decir que haya leído todos sus libros. Peor aún, he de aceptar que Entrevista con la historia descansa en la repisa más alta de mi cuarto porque en algún momento me distraje y decidí leer quién sabe cuántos otros libros. Aún así, me gusta pensar en Oriana caminando por los lugares más peligrosos de la historia del siglo XX con las balas atravesando (y atravesándola) para poner a pensar a los jugadores de la gran partida que es la política mundial y luego caer en el huracán amoroso que es Alexandros Panagulis, de quien uno termina también irremediablemente enamorado después de Un hombre.

Un día cualquiera, a finales del año pasado, recibí un mensaje de parte de uno de los autores más reconocidos de la blogósfera: Maximiliano Vega. Decía que me quería hacer una entrevista. ¡A mí, humilde dueña de un blog sin pies ni cabeza! ¡No era posible! Y de hecho, no lo fue, porque le respondí llena de emoción que me preguntara lo que quisiera… y no volví a recibir nada de él. Bueh, así es la vida. Se podría decir que dejé que todo siguiera su curso, resignada. No obstante, habiendo leído las entrevistas que hizo a otros ilustres bloggers, no aguanté las ganas y me lancé a hacer mis propias charlas con bloggers. No, eso es mentira. Han pasado muchos meses y de repente, en medio de un ataque de desocupe (que fácilmente se habría podido calmar con lectura, pero no) caí en una entrevista en un blog de El Tiempo de la que escasamente leí las preguntas. Y ahí sí decidí lanzarme a hacer mis propias preguntas a quienes yo quisiera. Es obvio que hay una fuerte influencia de Vega, claro: si no hubiera sido por él yo no estaría haciendo todo esto. Y si no fuera por Oriana Fallaci, ni me interesaría este asunto de coger a algún cristiano desprevenido y ponerlo a confesar su parte en los daños que se le han hecho al mundo (ja, sí, ya quisiera yo que no soy capaz ni de averiguar un precio en una tienda).

Sin más preámbulos, he aquí las entrevistas:

[ Layla — Eric Clapton ]

Rendezvous (III)

It’s like I summon people when I write or something…

Ayer hace 1 año caminé desde mi universidad hasta la Javeriana por toda la séptima con mi amiga Kitty. Al final del camino me esperaba un hombre que había conocido hacía casi dos meses y con quien tomaría un bus hacia el Juan Valdez de la 73 con 9. Para celebrar el aniversario de un suceso tan importante como una caminata por la séptima desafiando la resistencia de cualquier par de pulmones humanos, el paciente joven y yo decidimos ir a La Cuisine Suisse. Sin embargo, porque el destino lo quiso así, la sede que elegimos había sido atacada por los Moradores de las Arenas y nada quedaba salvo una mancha en la pared blanca donde había estado el letrero. Así pues, aguantando las ganas de ir al restaurante de enfrente, partimos hacia el Parque de la 93 para atiborrarnos de carnívoras y ultragrasosas delicias.

Tomamos una mesa para dos ubicada entre una pared divisoria y una fila de mesas altas. Mis ojos saltaban por los afiches de la pared hacia la lejana esquina a mi izquierda y aterrizaban brevemente sobre la mirada de mi acompañante. Mi lado derecho era largamente ignorado. Súbitamente y sin saber por qué, mi cabeza giró hacia las mesas altas, donde una joven rubia hablaba por celular.

Volví a mirarla. Ella me miró.

¡Era Paulina!

Se veía tal como la recordaba, aunque de repente era mucho más alta que yo. Nos abrazamos entre carcajadas y pusimos al día brevemente las noticias principales de nuestras vidas. Fue una charla corta pero emocionante. Dentro de un tiempo ninguna de las dos estará aquí. Un comentario de ella me hizo caer en cuenta de lo mucho que hace falta la música en mi vida. Saber que nos recordábamos mutuamente era una continuación de esa risa tan familiar que lo embarga a uno cuando lo gratamente inesperado ocurre.

Ella partió, llegó nuestra comida. La velada siguió su curso normal entre sabores tan exquisitos como malsanos.

No importa si ahora ella logra mimetizarse entre la concurrencia del restaurante: en mi mente siempre será la misma. Y si vuelvo a verla sé que, una vez más, nada habrá cambiado.

[ Enough — Aimee Mann ]

Rendezvous (II)

Natalia era la niña más popular del curso. De hecho, era lo más cercano que yo jamás hubiera visto a la “chica popular de la escuela”. Tal vez esto se debía a que nosotras éramos colombianas y ella venía de Canadá, aunque yo no comprendía esa proveniencia con ese pelo tan rizado y las cejas gruesas y claro, el nombre. En todo caso, Natalia era la niña más popular del curso. Cuando ella hablaba todas escuchaban. Se inventaba canciones estúpidas que todas repetían como siguiendo a una animadora (recuerdo a más de diez personas gritando “Frosted Flakes! ¿Huevos? ¡No!” frente al salón de danza un día). Eso, ella era más o menos como una animadora que sabía un poco más que las demás acerca de ciertos temas escabrosos.

La primera vez que la oí hablar de cerca (yo estaba en A y ella en B) fue en una de esas actividades de Cooperative Learning que nos tocaban todo el tiempo, en las que mezclaban las secciones del curso y nos hacían trabajar en grupos asignados al azar. Nos contó un chiste cochino acerca de una persona que se encuentra un Twinkie en la calle. Las otras niñas del grupo le pidieron que lo volviera a contar en inglés. No me pareció chistoso, pero bueno, dos años más tarde el humor norteamericano todavía no me parecía chistoso.

La segunda y última vez que recuerdo haber tenido contacto algno con ella fue justamente dos años más tarde, cuando nos disponíamos a realizar nuestro abominable paseo ecológico a Villa de Leyva. Las condiciones en que este viaje se llevó a cabo son algo digno de mencionar… en cualquier otra ocasión, así que volvamos a esta mañana de hace tanto tiempo, cuando sólo los grupos grandes y fuertes de amigas podían ocupar el puesto de los músicos en el bus. Por esa época yo me juntaba con las niñas ‘malas’ del curso, que era más bien una reunión de gente incomprendida incluyendo a una rebelde de verdad y a una demasiado mayor. Al ser cinco en total era claro que necesitaríamos sentarnos atrás para estar juntas. Esperamos al lado del bus desde temprano y obtuvimos el codiciado lugar. Sin embargo, Natalia quería sentarse allí no sé ni por qué ni con quién. Como permanecimos impávidas ante su reclamo del puesto (supongo que pensaba que lo merecía porque todas cantaban esa canción del funky chicken cuando ella lo pedía), armó una pataleta que más parecía una posesión demoníaca que un humano acceso de furia. Sólo recuerdo el remate de su enloquecido discurso, en el que nos señalaba con un acusadorsísimo dedo y chillaba “¡Me las van a pagar! ¡Me las van a pagar!” Pero al fin nada sucedió.

No sé cuándo se fue del colegio ni por qué. No sé si dejó amigas que la extrañaran, pues no apareció en la página de People to Remember en nuestro anuario. Claro que tampoco lo hicieron mi amiga rebelde ni mi amiga demasiado mayor; el comité de esa sección me negó el permiso de incluir sus imágenes pues era un espacio para “la gente que realmente queremos recordar”. Fuera de los dos encuentros anteriormente mencionados y su frenético baile en el pasillo del bus de ida con un forro de silla puesto muy a lo Superman, no recuerdo absolutamente nada sobre ella.

Cuando la fiebre de los reality shows apenas empezaba en este país apareció un programa llamado Popstars. Claro, todos los que hayan visto televisión colombiana lo recuerdan, ya sea porque lo vieron o porque no lo vieron pero la radio les embutió por los oídos la única canción que el conjunto ganador sacó a la venta (¿o es que hubo más?). Yo vi los primeros episodios, cuando había miles de niñas cantando en estadios y luego esperando en salas a que las llamaran. En uno de esos capítulos apareció una niña que se me hacía bastante familiar. Dio su nombre. Era ella.

Curioso, yo siempre pensé que ella se consideraba demasiado madura y mala. Claro que eso había sucedido como siete años atrás y yo nunca había hablado con ella de verdad, así que no tenía autoridad para opinar. Sin embargo, creo que las niñas del curso que la vieron y reconocieron también deben haberse extrañado. Un programa rosado para niñas que querían ser estrellas tipo Spice Girls no es precisamente lo que uno habría esperado de ella. Tampoco se me habría ocurrido jamás que ella cantara bien.

Preguntaron de dónde era y dijo que de Bucaramanga.

¡Un momento!

¿Acaso no era canadiense?

[ This Is How It Goes — Aimee Mann ]

Rendezvous (I)

Se llama Paulina y tiene los ojos de menta cremosa. Su cabello es como el lino que peinaban los hijos del vidriero y su voz fluye como la arena en el agua panda, de una agradable aspereza. Es más alta que yo y de contextura parecida a la mía. Al menos, así es como la inmortaliza mi memoria.

Alguna vez me dejó ser su corista en un talent show del colegio, cuando cantó “Barcelona”, de Jewel. Viajamos en un mismo grupo a Minnesota, y durante la travesía repitió incansablemente “I Am Your Angel” a dúo con una niña que cantaba igual a Celine Dion. Años después se cambió de colegio. La última vez que la vi en persona no alcancé sino a darle un abrazo.

Paulina siempre quiso, y muy posiblemente aún quiere ser cantante de pop. Después de cambiar de colegio nos dejó una nota en la cartelera con su foto enmarcada en una gran estrella de papel recortado. Convencida de su sueño y lo que ello acarreaba, se convirtió en una versión más atractiva al público de sí misma. No recuerdo cómo se vestía antes, pero la última vez que me encontré un par de fotos de ella había algo más de similar entre ella y el resto de la gente. Era hermosa, para que negarlo, pero para mí ella siempre había resaltado entre la multitud; de repente ya no tanto.

Dormía hace un par de semanas cuando mi hermana me despertó:
—¿Paulina es Paulina L.?
—Sí, ¿por qué?
—Está hablando en la emisora.
—¿Pero ella no había perdido el concurso?
—Pero está hablando…

Prendí la radio y, en efecto, una conversación con su voz medio ronca llenaba el ambiente. Sonaba un poco distinta, tal vez demasiado grave.
—¿Y tu pelo es rubio teñido o rubio natural?
—Natural. Rubio cenizo (…).

Lo había logrado, a pesar de todo. Esto se estaba demorando en suceder —yo lo estaba esperando desde hace años, desde aquella conversación que sostuvimos en el colegio, cuando dejamos en claro que ninguna de las dos quería un futuro de oficinista. Ella no lo sabe, tal vez ya no recuerde quién soy, pero siempre confié en su talento y siempre deseé que su sueño se volviera realidad. Cada vez que suena “Barcelona” me veo en el escenario a su lado, haciendo prácticamente nada mientras su voz resonaba por todo el coliseo. De verdad me alegro por ella.

—¿Has hecho algo por amor o por sexo? —le preguntó a un radioescucha.
—Sí, por amor.
—Cuéntamelo todo.

Pasaron unos pocos minutos antes de que yo apagara la radio y me acomodara entre las cobijas. El programa estaba aburridísimo.

PD: fuentes fidedignas me han confirmado el éxito radial de Paulina (ha trabajado en más de una emisora, entre otros oficios interesantes del ramo) y su promisorio futuro. Felicitaciones.

[ In This World — Moby ]

Cuestión de salsa

Alguna vez le planteé a Himura la siguiente duda: ¿Fruko y sus tesos fue una orquesta de salsa inspirada en la salsa Fruco (en lo que yo consideraría un juego de palabras entre salsa comestible y salsa bailable) o la marca Fruco nació después de la aparición de Fruko?

La pregunta, en su momento, parecía lo más ridículo que se hubiera escuchado en las escaleras del puente peatonal de la 30 con 45, pero ¡quién se lo hubiera imaginado! La respuesta al enigma llegó cuando menos lo esperaba… en un rato de desocupe que me llevó a explorar la Wikipedia:

En un principio utilizaba el sobrenombre de Joselito, pero luego le empezaron a llamar Fruko por su parecido con un personaje de un anuncio de conservas.

¡Ajá!

Conclusiones:

  1. Las soluciones a los problemas suelen aparecer cuando menos se las espera.
  2. No todas las preguntas son tan tontas como suenan.
  3. A los 8:20am yo debería estar haciendo algo más productivo que investigar la historia y fama internacional de Fruko y sus tesos.

[ Los charcos — Fruko y sus tesos ]

Hai

Minori y yo siempre hemos hablando en una mezcla de tres idiomas, con la pacífica confianza de los ex-esposos que se separaron por no entenderse y sin embargo se comprenden bastante bien. Nunca nos casamos, pero mi corazón a veces me hace creer que sí, tal vez por el nivel de cotidianidad que alcanzamos en aquella esquina de Iowa. Recordarlo es recordar carritos de supermercado con bultos rosados de arroz, una alarma anti-incendio sofocada con un trapo mientras se termina de fritar una berenjena, dos vasos de jugo de uva acompañando un plato hirviente de kare raisu al frente del televisor.

El viernes mientras cruzaba la universidad para ir a clase de Japonés me encontré con dos compañeras de colegio. Sólo una de ellas hablaba; de la presencia de la segunda me llegué a percatar un rato después. Me preguntó en qué semestre iba, le conté que lo más probable era que empezara de nuevo el próximo año. No acababa de mencionarlo cuando me vi atrapada en una avalancha de preguntas. Era una avalancha tan grande e impetuosa, tan obvia, que no la vi venir:
—¿Y tu ex-novio? ¿Volvieron? ¿Van a volver? ¿Por qué está donde está? ¿Y tu novio? Van a terminar porque te vas, ¿cierto?
Era una avalancha tan violenta y descontrolada que no supe sino deslizarme por su corriente en un salvavidas de hombros encogidos.

Más tarde Asai Sensei decidió charlar con algunos de sus alumnos después de clase. El tema principal eran mis dudas acerca del viaje y la vida en Japón. El asunto Minori afloró después de un rato, como era de esperarse. Las preguntas de rigor sobre tan inusual relación fueron pacientemente respondidas. Creo que yo misma no sé contestarlas muy bien, y ante la nube de porqués que siempre queda flotando en el aire, no hago sino buscar una razón para que todos los caminos conduzcan a él. Ha pasado bastante tiempo desde que mi vida dejó de transcurrir en función de cajas, postales y un hermoso par de ojos rasgados, pero todo el mundo ve un sendero de cenizas allí donde han quedado mis huellas. Algunos creen que el viaje que me dispongo a hacer tiene el tinte Hollywoodesco de la aventura en busca de un viejo amor, algo que suena muy bien y me convertiría en un ser valiente y cursi, una representación fiel de los estragos que Meg Ryan causa en quienes ven sus películas entre suspiros de “por qué no me pasa eso a mi”. Pero no, yo voy porque yo voy, porque ese país venía pintado de rojo en mi mapamundi y en mi alma.

Igual, ninguna justificación que yo dé barrerá los grises residuos que me acompañan. En mi rostro están las cicatrices de las sonrisas que provocó cada caja, pero espero que algún día las brasas extintas sean de otro color y las marcas de otras sonrisas. O simplemente seguir pasando mi escoba diligentemente mientras otra llama arde sin extinguirse jamás.

[ Edward Scissorhands Theme — Danny Elfman ]

Consul, -is, m.

Escenario #1
Hora de llegada: la que se me ocurrió por la mañana
Tiempo de espera: 40min, me pidieron perdón por la demora… Alcancé a llegar a la universidad y terminar una tarea
Sala de espera: cómoda y pequeña, con revistas y un video para mirar mientras tanto
Formulario: me lo ayudaron a llenar muy amablemente, hasta llenaron algunas casillas por mí
Entrevista: el año pasado, con cuatro o cinco personas mirándome y preguntándome si de verdad sobreviviría allá
Charla: breve, con el vigilante costeño que me cae bien
Dolor: de estómago; fue el viaje en Transmilenio más largo de mi existencia… Jamás olvidaré los cuidados de Himura
Pesar: por la pérdida de mi portaminas del Gateway Arch de St. Louis

Escenario #2
Hora de llegada: 7:30am
Tiempo de espera: el suficiente como para terminar el libro de Asimov que me prestó mi tía, leer un cuento de Dick y empezar otro libro de Asimov… Salí a las 4pm
Sala de espera: grande, fría, con asientos como hechos de carritos de supermercado
Formulario: me lo corrigieron cual dictado de preescolar, con tono de regaño incluido
Entrevista: hecha por el mismísimo Barry White
Charla: con un cura al que le presté el libro donde estaba el cuento de Dick en vista de que el aburrimiento lo llevó a leer toda la letra menuda del recibo de envío del pasaporte
Dolor: de espalda por culpa de esas horribles sillas
Pesar: por todos los viejitos que no podrán visitar a sus hijos estas vacaciones porque les vieron cara de querer quedarse en aquel país

[ If I Had a Hammer — Peter, Paul & Mary ]

Se escucha español

Ahora que mi partida se hace mucho más tangible y es inminente mi alejamiento del español, me han empezado a gustar más canciones en este idioma. Yo, que de Hispanoamérica escasamente perdonaba a Sandro de América, he de aceptar que ya he bajado dos canciones de Julieta Venegas y cuatro de Duncan Dhu.

Valga la pena aclarar que no existe posibilidad alguna de que Charly García, Spinetta, RBD, Los prisioneros o el reggaetón entren en este gusto recientemente adquirido.

[ King for a Day — Jamiroquai ]

Pump It Up!

Hoy tomaré un bus viejito hacia la oficina de Pasaportes, donde me toman las fotos bonitas. Posteriormente tomaré otro bus, uno que me deje en la 7 con 72. Entraré al gran edificio de mármol gris y rojo y en mi librito vino tinto aparecerá una visa más, la única vigente. No he terminado de arreglarme, y tampoco he hecho la composición sobre un compañero de clase que tengo de tarea para la clase de Asai Sensei. Debería estar más bien angustiada.

Me quedan 15 minutos para salir de la casa de acuerdo con el plan, pero ¿qué estoy haciendo?
Estoy escuchando house.

[ Pump Up the Jam — Technotronic ]