(No sea que se me olvide.)
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El apartamento donde vivía Cavorite queda justo encima de un garaje donde el dueño guarda sus autos antiguos de carreras (que funcionan y compiten en Schenley Park en julio). Cada vez que los veía pensaba en el intro del Show de la Pantera Rosa.
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Encontramos un supermercado temático de finales de los años 60. Podríamos ubicar perfectamente el Show de la Pantera Rosa y La fiesta inolvidable de Peter Sellers entre sus estanterías de madera con cajas de cereal bien groovy.
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Me parece increíble que a alguien se le vaya a a ocurrir dárselas de muy chévere-trendy-hippie-hipster por consumir productos orgánicos. Se me hace que el sello “orgánico” no es más que una especie de “agradezca que no lo estamos llenando de tolueno que nos saldría más fácil”. Supongo que parte del precio viene del párrafo al respaldo del producto en las fuentes y colores de moda que le dice a uno que al comerse este cereal y no otro uno está ayudando a salvar el medio ambiente. El aire acondicionado a todo teque, el computador a la basura cada año pero este té ya me convierte en el Capitán Planeta. Somos tan impotentes en este mundo que tenemos que pagar por los huevos de gallinas no torturadas como si las criaran en el patio de un castillo con granitos de oro y encima sentirnos como si en vez de haber ido al supermercado hubiéramos pasado la tarde limpiando pingüinos grasosos.
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Me costó un montón hablar con los cajeros y demás desconocidos dispuestos a intercambiar chispazos de gracia en todo lado. No me nació fingir que los descuentos eran algo más que “oh, good” ni tuve ninguna observación aguda sobre el sabor del pan recién horneado. Yo solía ser más extrovertida en inglés que en español, pero esta vez me sentí como si hubiera tenido que hablar en japonés. El nudo en la garganta y la mente en blanco ahí, todo el tiempo. Apenas pude conversar sobre M&M’s con la cajera de Target. “M&M’s are something that shouldn’t be tampered with”, dijo con simpática desaprobación al ver mis paquetes de coco, menta y frambuesa. Era muy gorda y tenía marcas de algún tipo de irritación en la cara. Denotaba cierta torpeza al hablar aunque disfrutaba la charla, como si no tuviera muchas más oportunidades de departir con alguien salvo esos breves encuentros en la caja. Le dije que podría probar los M&M’s exóticos y si no le gustaban podría regalarle el resto a un amigo. Me dijo que no le gustaba compartir sus dulces.
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“You’re very lucky”, le un viejito muy viejito a Cavorite en un café al saber que yo había venido de muy lejos a visitarlo.
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I think we both are.