L’Autre Côté du Miroir

Los seres humanos somos como espejos, con una cara en la que la gente se quiere reflejar y otra que muy pocos conocen, y que cuando lo hacen, preferirían que sólo existiera la parte bonita. ¿De cuántos espejos conocen ustedes el lado esmaltado de color morado o café? Muy pocos, ¿verdad? El lado que todos quieren ver es cristalino y en él se reconocen cosas mágicas. En el de atrás no se ve ni uno mismo (¿quién quiere verse reflejado en los ojos de la ira?). En medio de las dos capas se encuentra la esencia del espejo, la plata, lo que hace que el espejo sea más que un simple vidrio. Nuestra alma, esa fina capa plateada, necesita del vidrio cristalino y el opaco esmalte para hallarse protegida y entre los tres componer el espejo que somos. Además, si uno de los dos lados externos hubiere de ser dañado por fuerzas externas, preferimos que ése fuere el desagradable morado, que al fin y al cabo es el que recubre la plata para protegerla. Contadas veces llegamos a vernos obligados a mostrar lo horrible que hay en nosotros, con la esperanza de que ese lado no sea tocado simplemente por lo desagradable que es verlo. No obstante, ese lado también es débil.

No importa lo horribles o fascinantes que nos mostremos a la gente, nada evita que tarde o temprano seamos brutalmente rayados. Sin embargo, a veces no es tan grave… A veces un ser especial se arriesga a rascar delicadamente el esmalte morado/café sin estropear la plata. Al vernos agredidos de esa manera nos vemos amenazados —¡alguien nos conoce en todas nuestras facetas! —, y podemos inclusive intentar destruir ese otro espejo, pero después de todo el esfuerzo y dolor avistará la hermosa capa plateada en el fondo; es algo que nadie más verá, ni siquiera si tenemos el coraje de mostrar nuestra capa de esmalte. Esas personas que verdaderamente nos conocen saben perfectamente de qué estamos hechos, y que por más horripilantes que nos mostremos, siempre tendremos la misma esencia maravillosa que intuyeron al empezar a raspar.

Estoy escuchando: Walking After You, de Foo Fighters

Me siento: Sonriente/Optimista

Reflexiones de Alekos Panagulis camino a Egina

Esta mañana, mientras comía mi acostumbrado huevo frito, me puse a pensar si estos serían mis últimos huevos fritos en mucho tiempo. Es decir, cuando fui a Chicago, a los 14 años, los huevos sabían horriblemente. Ah, y el agua olía a huevo cocinado en cualquier pueblo de Minnesota. Ahora que me encaminaré a Dubuque, Iowa, no me preocupa tanto lo del olor del agua (aunque es incómodo para alguien que se ha bañado en agua inolora durante 18 años seguidos). Pero bueno, el asunto, no tiene que ver con el agua, sino más con los huevos. Déjenme explicarles por qué.

Cuando se acerca el día de la partida, el condenado empieza a pensar en sus últimas actividades. Su última comida, su último cigarrillo, su última conversación. Partir es como morir un poco. Es estar en un lugar donde los demás no están; supongo que los muertos extrañan un poco a los vivos que querían al estar tan lejos. La diferencia es que, al menos en mi caso, resuscitaré.

Me pregunto si Alexandros Panagulis, el revolucionario griego, pensó en las últimas cosas que hacía antes de ser fusilado en Egina. Lo cierto es que a mí nadie me va a fusilar y reflexiono en torno de mi último huevo frito casero. No, no es realmente el último, y volveré para consumir más después de mi viaje, pero se van acercando los últimos acontecimientos de antes de esta pequeña muerte. Justo ahora estoy muy segura de que se muere porque al volver, al resuscitar, uno ciertamente ya no es el mismo. La última comida con Lina Franco, quien se va a Suiza (ese viaje está peligrosamente cerca, qué vacío en el estómago), el último almuerzo con Chad, un último rico huevo frito, la última tarde que yo salga a la calle sin chaqueta. Tantos detalles, tantos detalles…

¿Quién dice que la vida es aburrida?

Estoy escuchando: You Get Me, de Michelle Branch

Me siento: Viva

Pornstar

Así que quieres ser una cantante. Crees que lo tienes todo: inteligencia, carisma, talento. Sí, dicen que tienes buena voz. Te desenvuelves bien delante del público. Sin embargo, te falta algo… Déjame verte:

Primero que todo, déjame decirte que jamás te has depilado las cejas. Quelle horreur! No me interesa que te hayan dicho alguna vez que son lindas, o que son herencia árabe. Ninguna cantante que se respete tiene eso. ¿Y esa nariz? ¿Acaso has visto mujeres exitosas con esa narizota? Opératela. Aquí necesitamos gente grácil, no rara. ¿Y el cuerpo? Veámoslo. Ewwww!!! ¿Realmente necesitas que te diga todo lo que tienes que cambiar? A ti te deberían decir como a las sílabas que no llevan el acento en las palabras. Átona. No hay nada de tono en esos flojos músculos. ¡Al gimnasio! Hasta que no veamos tu sixpack no estamos contentos. ¿Cómo que qué tiene eso que ver con cantar? ¡Pues todo! Nadie quiere oír a una cantante con barriga. Tienes las piernas feas, los brazos feos, el vientre feo, el busto feo, los glúteos feos, la espalda fea. Eres horrible. Aún cuando tu voz es fantástica, no eres más que un gusanito chillando por ahí. Sin el cuerpo (hey, la voz no importa, ¿quién te mintió toda la vida?), no vales nada. Y no sólo para sobresalir en la música. Para todo en esta vida, mujer, debes inspirar sexo. Sin eso, no tienes estrella. El mundo esconde la palabra porn tras star… y no hablo necesariamente de Pop.

Estoy escuchando: Clair de Lune, de Claude Debussy

Me siento: Sonriente

Going Berserk

Cuando yo era pequeña mi papá grabó una película del canal 11 (por ese tiempo llamado Cadena Tres en vez de Señal Colombia) llamada Tron. En ella, un hacker llamado Kevin Flynn era llevado al interior del software de una computadora como venganza del PCM (Programa de Control Maestro), un programa bastante malo que, como su nombre lo indica, controlaba toda una red en una empresa que se llamaba Encom. Allí debía jugar juegos de video (desde adentro, o sea, como quien dice, juegas Mario siendo tú Mario) para recuperarlos, ya que su autoría le había sido robada por el presidente de la compañía. Bueno, no les cuento más porque se torna complejo. Lo mejor es ver la película. La repetiría una y otra y otra y otra vez, pero está en Beta. Hm, ahora que lo pienso, no es problema. Tengo un Betamax. Quiero verla de nuevo.

Creo que estoy hablando de Tron para ocultar lo extraña que me siento. No voy a contar detalladamente lo que sucedió, pero sí lo que acontece dentro de mí. Después de haber meditado un rato supe que mi mal genio no me había llevado a ninguna parte, y tampoco mi constante actitud dubitativa. Lo único que logré con todo fue perder (¿temporalmente? ¿persecula seculorum?) al ser que adoro con el alma. Ya lo dijo Pink en su excelente canción: I’m a hazard to myself! En este momento ya no recuerdo bien la sensación de estar tan furiosa; yo no soy belicosa, realmente, por eso se me hace tan raro pelear tan terriblemente pese a que me ofusco fácilmente. Lo que sé es que mi mejor amiga se va a Suiza durante todo un año y yo lo único que hago es arruinar los planes de despedida. Bueno, aún no sé si he arruinado todo por completo, pero tampoco sé si se me concederá una oportunidad. Estar furioso es un sentimiento horrible, especialmente cuando en el fondo quieres ser toda una sonrisa y darle un abrazo al que le estás dando guerra. Lo puedo asegurar, no soy una persona naturalmente belicosa, y así demuestre lo contrario y sea todo un ogro, lo único que deseo siempre es la paz. Shrek no es tan terrible como el pueblo cree; Shrek también tiene sentimientos dulces… ¿No me creen?

Estoy escuchando: Don’t Let Me Get Me, de Pink

Me siento: Mal/Algo tranquila al recordar a Tron