Réquiem por un día soleado

Extraño los días soleados. Extraño los días en que podía salir sin saco y en sandalias, cuando el gabán blanco y la bufanda no eran requerimientos. Extraño poder decir “tengo calor” en vez de “qué frío hace”. Extraño el azul del cielo, el azul que tímidamente se asoma sobre los cerros, observa las calles encharcadas y se vuelve a cobijar con pesadas nubes grises. Ahora uso hasta las chaquetas de Soad, no sé cuál de mis pantalones es más abrigado, los días parecen noches… Bogotá está muy fría para mi gusto, soy friolenta, y aunque diga que prefiero el frío al calor, lo que prefiero es el calor entre el frío. Prefiero andar en el fresco calor bogotano. Cada mañana, antes de bañarme, dirijo mi mirada al cielo a través de la ventanita de la ducha, y el día que se despierta es gris, gris, gris. De nuevo. Diviso los cerros encapotados: el panorama no es nada prometedor en el nororiente. El frío me carcome. Sé que de quitarme la chaqueta no moriría de muerte blanca, pero me daría una hermosa gripa que me dejaría sin voz y con mucha tos.

De noche escucho la lluvia colarse entre las canales y deslizarse por las bajantes. Me agrada ese sonido. Mi cuarto se siente más frío que los demás y si no he dormido mucho, lo más probable es que la sangre haya huido de mis pies, blancos y gélidos. Me pregunto si la temperatura de mis pies en aquellas noches es la misma temperatura de los muertos. Es la misma temperatura que toman mis manos cuando estoy demasiado tiempo en el computador, y no puedo controlarla. Soplo mis manos, toco con ellas mi cuello tibio, mi espalda, y al roce ellos también se congelan. No desespero, pero la sensación no es la mejor del mundo.

Muchas cosas memorables me han sucedido en medio del más intenso frío, ¿por qué añorar el calor? No lo sé, sigo prefiriendo el sol, el azul, los atardeceres anaranjados y rosas, las noches estrelladas. ¿Qué pasa con las estrellas? Mis Pléyades ya debieron haberse perdido entre la trayectoria del planeta Tierra, pero quiero ver a su reemplazo. Quiero recordar las noches de diciembre con sus Novenas al aire libre y Tauro, Orión, el Can Mayor y la Liebre vigilantes. Quiero cantar February Stars, de Foo Fighters, y que tenga sentido. Pero no hay caso. Esto no es ni diciembre ni febrero. Y si quiero volver a despertar al ardiente sol, queda aún algo de tiempo por esperar, porque eso es lo único que se puede hacer. Esperar.

Abril, lluvias mil.

Estoy escuchando: It’s Raining Men, de Geri Halliwell

Me siento: Pensativa/Meditabunda

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