No sabemos ser criaturas de la mar

Vinimos a Rio de Janeiro a visitar a nuestra amiga J. El vuelo incluía una parada más bien larga en Santiago, así que tuvimos tiempo de subir el Cerro Santa Lucía y tomar caldillo de congrio en el Mercado Central. Fue agradable, pero se sintió raro no ir directo a Valparaíso ni poder ver a Azuma de nuevo.

Rio se me parece muchísimo pero muchísimo a Buenos Aires. Es más, si no fuera porque entiendo los letreros a medias, podría jurar que en cualquier momento podría salir a buscar la casa de mi hermana. No alcanzo ni a sorprenderme de la novedad de estar en este país. Pienso en amigos que podría ir a visitar pero en realidad no.

El pronóstico del tiempo nos prometió lluvia toda la semana, así que esta mañana salimos rumbo a la playa a aprovechar lo poco que se podía bajo las nubes pesadas. La famosa Ipanema. No se podía nadar en el mar, así que nos limitamos a meter los pies en la arena mojada y esperar la caricia de las olas. Yo estaba absorta en la sensación del agua fría y el suelo que se deshacía debajo de mí, cuando de pronto vi que el agua ya no me llegaba a los tobillos sino a la mitad de la pierna. ¿Cómo, si yo no había dado ni un paso? No me pregunten, yo no sé nada. El caso es que la siguiente ola ya no tenía aspecto de caricia sino de puño. Toma. Reboté en la arena y volví a pararme rápidamente. Me fui, amedrentada. Después descubrí que me había raspado una nalga.

Para completar la humillación, no sé qué nos hizo pensar que podríamos dejar de ser meticulosas en la aplicación de bloqueador solar y sobrevivir. Tal vez las nubes. Tal vez el queso asado con ajo y orégano. Tal vez la caipirinha. Tal vez la felicidad de ser un grupo de viejas amigas juntas en una playa en otro país. El tiempo pasó, hablamos de todo, bebimos y solo nos dimos cuenta de que eso no era precisamente la sala de una casa cuando nos fuimos y empezamos a sentir ardor en parches. Las partes donde el bloqueador no llegó son fácilmente discernibles. En mi caso, mi muslo lleva doble ardor gracias a la embestida del mar. Roja por delante y roja por detrás.

Supongo que los siguientes días de este viaje estaremos huyendo del sol cual vampiros. Al menos sabemos que la próxima sesión de playa no será mañana. No sabemos ser criaturas de la mar.

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