Haber visto llover

Hace poco alguien preguntó en qué ciudades ha visto uno llover, pero como no me gusta la lluvia, no recuerdo mucho. Sin embargo, a modo de excusa para escribir, rememoraré unos cuantos chubascos.

Tokio (2006). La primera semana de mi vida en Japón tuve que comprar una sombrilla de ¥100 en una tienda de Akihabara. Creo que en realidad costó ¥500 precisamente porque estaba lloviendo. No era transparente como la que usaba Charlotte en Lost in Translation cuando atravesaba el famoso cruce de Shibuya y yo soñaba con emular esa película de algún modo, así que después me compré otra que sí lo era. No duraron mucho. Con el pasar del tiempo me volví un repositorio de sombrillas transparentes dañadas. Mis primeras expediciones por Tokio estuvieron casi siempre acompañadas de lluvia, así que el color gris suele remitirme a mis primeras impresiones de la ciudad.

Kamakura (2006/2009). Chee Siang, Cora y yo fuimos a Kamakura en verano y no fue exactamente el mejor paseo del mundo. Nos bajamos en una estación muy lejana, así que tuvimos que caminar un montón para llegar al templo del Gran Buda. Afortunadamente había una tienda de ¥100 en el camino y pudimos comprarnos impermeables, porque del mal genio ya casi ni hablábamos. Además, las constantes quejas por todo de mis compañeros de curso y viaje no ayudaban en absoluto. Me prometí arreglar ese mal recuerdo algún día. Años después llevé a Cavorite a conocer el Gran Buda bajo el cielo más azul del que tenga memoria. Había pasado un tifón la noche anterior y en todos los balcones había ropa puesta a secar. Fue uno de los días más felices de mi vida en Japón.

Huế (2008). En nuestro viaje por Vietnam —creo que la única verdadera aventura que he tenido—, Yin y yo teníamos una parada obligada de un par de horas en Huế, la antigua capital del Imperio Nguyễn. Tomamos entonces un tour expreso que incluía algo de tiempo en el Palacio Imperial, un complejo enorme que de ninguna manera llegaríamos a ver completo. Llegamos en medio de un aguacero torrencial, compramos un par de sombrillas arco iris completamente dañadas que la vendedora se negó a cambiar y nos pusimos a atravesar exquisitas estructuras antiguas ennegrecidas de barrizal en barrizal.

París (2010). Cavorite y yo veníamos del Museo de Orsay con muchas ganas de conocer la galería de paleontología que queda a un costado del Jardin des Plantes, pero apenas vimos la puerta cerrada se desgajó el aguacero y nos tocó meternos a un McDonald’s a escampar. Algo compramos para tener acceso al wifi y al baño, y cuando murieron nuestros computadores decidimos dejar de perder el tiempo y salir a la Biblioteca Nacional.

Buenos Aires (2010). Nunca he visto nubes más negras que las que cubrieron la ciudad cuando mi hermana y yo nos disponíamos a salir de su apartamento. El paisaje a través de las ventanas se desfiguró por completo y debimos conformarnos con ver The September Issue en mi computador.

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