Cinco de mayo

El día empieza como un mar tranquilo, sin nada de nada en el horizonte y uno flotando cual barco velero con millonarios del Mediterráneo. No sé por qué millonarios pero el día es así. De repente hay una conversación muy larga con j. Él tiene una idea y la idea requiere una hoja de vida. Oh, oh. En cuestión de minutos paso de ser alguien que nunca ha hecho nada más que pasear por la Micronesia a ser alguien con cierta experiencia en ciertas áreas que no constan en mi título. La cosa progresa (¡!) y tengo una entrevista. Me lleva un taxista-atleta que me dice que él es de mentalidad ganadora y no acepta la derrota. Va a correr una carrera muy pronto. Yo también tengo un reto, creo. El estómago me da tumbos a medida que subimos por la 94 y él señala los andenes, indicando cómo le gustaría que fueran todos los andenes de Bogotá. Y bueno, yo voy acá narrando detalles nimios como evadiendo pero el asunto es que llego al edificio y subo a la oficina y me llevan a un lugar apartado y me preguntan quién soy yo y qué he hecho. Hay una charla larga que incluye Internet, Internet y más Internet. Que si tengo Facebook. Y Twitter. Cuántos followers. Hace cuánto tengo un blog. Aprovecho para dar un poco de historia patria y hablar de TOL. Y ya, supongo. Muchas gracias, tenemos más gente por entrevistar, la llamaremos.

Salgo del edificio, cruzo la calle, suena el celular. Es de la oficina. ¿Qué se me habrá quedado allá?, pienso. Empieza mañana, me dicen.

Oh.

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