Panza, bonete, libro y cuajar

Estoy mal del estómago. Otra vez. Siempre estoy mal del estómago. ¿Qué pudo ser esta vez? ¿La leche de soya? ¿El puré de ahuyama? No tiene caso señalar culpables. Me dan escalofríos, bajan hasta la altura del ombligo y ahí se quedan. Rrrrr, rrrrr. Es como si tuviera un motor defectuoso acá adentro. (“Chancletielo, chancletielo”, dice el mecánico inclinado bajo el capot del viejo Renault 4.)

Hace sol pero no quiero salir. Tiene cara de ser ese sol frío que solo sirve para dibujar sombras raras en el pavimento. Es como un abrazo insincero, como un apretón guango de manos. Creo que quiero eructar. O vomitar. O acostarme y agarrarme la barriga con las dos manos. Es blandita mi barriga. No sé para qué querría tenerla dura.

Cuando era chiquita odiaba mi panza. Estaba convencida de que era la única niña barrigona del mundo. Y bueno, en el colegio ayudaban a reforzarme esa noción. En clase de danza, cuando todas teníamos que andar en traje de ballet, una de las compañeras decía que yo parecía embarazada de nueve meses. Sí, definitivamente yo debía ser una anomalía de la naturaleza si todas eran tan rectas y espigadas. Olvidemos que la vida les regalaría poco tiempo después caderas de crinolina; ese es un detalle menor si en la feria de las formas a mí me tocó la de nevera.

En todo caso la barriga siguió siendo un problema central en mi adolescencia. ¿Por qué no usar bikini? Por la barriga. ¿Fotos sentada? Se nota la barriga. La barriga, la barriga, la barriga. Intentaron ponerme una banda de caucho gruesa alrededor de las caderas a modo de recordatorio para meter panza, pero al final del día eso resultaba enrollado bajo las costillas y la pipa seguía ahí, invicta. Para colmo de males, a los catorce años me mandaron a Estados Unidos a un “intercambio cultural” organizado por el colegio. El paseo, que lo único que tuvo de intercambio fue la iluminación que trajimos a nuestros host parents and siblings“yes, we go to school”, “no, we don’t live on trees”, “yes, we do have cars”, “yes, I know that’s a computer and it’s much older than mine back home”—, contaba con la escolta de nuestra profesora de música, quien no dudó en reprochar mis elecciones alimenticias (¡un sándwich entero en vez de medio sándwich! ¡engendro de Gargantúa!). Quién sabe qué diferencia habrá hecho medio sándwich, pero volví del helado estado de Minnesota hecha un tonel. Un tonel con gafas y brackets y acné severo. Y barriga.

Lo siguiente entonces fue la dieta: perder toda esa eh, ganancia, antes de cumplir quince años porque… porque son quince años y quince años no se cumplen todos los días y la fiesta y todo, ustedes saben. Una fiesta a la que invité a dos amigas, de las cuales una llegó un día antes y luego no fue el día que sí era. Así que me consagré a la piña y el atún. Bueno, piña y atún y huevo cocinado y una galleta con chocolate de postre al almuerzo. No hay mucho que pueda decir al respecto, salvo que para la digestión una rodaja de piña en ayunas todos los días es bendita. La panza no se va, claro, pero cuando el ejercicio no es una opción, con que lo abombado se desinfle un poquito ya todos respiramos aliviados.

Supongo que el último capítulo de esta saga de la autoestima juvenil femenina ocurre exactamente diez años después, en Hawaii. Olavia Kite se da cuenta de que no ha comprado un vestido de baño en ocho años y el que lleva a sus vacaciones solitarias es bastante poco presentable. Entra a Macy’s, se dirige a la sección de trajes de baño convencida de que alguien como ella —neveroide, con barriga, toda blandita— requiere uno de una sola pieza. Es una zona remota, pequeña y con una oferta bastante pobre, comparada con la cantidad impresionante de bikinis alrededor. De repente se detiene y piensa: “¿por qué debería comprarme un vestido de baño de una sola pieza? ¿Qué es lo que debería avergonzarme? ¿Acaso tengo algo que esconder?” Así es como por primera vez en mi vida, neveroide, con barriga y toda blandita, me compré un bikini. Y me sentí muy bien.

Ah, sí, el estómago me sigue doliendo, pero a punta de té digestivo y galletas de soda con mermelada estoy segura de que muy pronto me sentiré mejor.

Es lo que hay.

[ Big Girl Little Girl — Sia ]

22 Responses to “Panza, bonete, libro y cuajar”


  • Oh la odiosa panza… después de tener a mi primera hija aún me pregunto si alguna vez podré verme al espejo como las otras y ver una barriga plana o alguna vez ponerme jeans talla 6 como ellas. Ummm no creo. Sin embargo yo no te veo tan gordita. Lo que pasa es que no todas – yo incluída nacimos para estar en el hueso… y muchas otras tampoco, pero lo quieren a la fuerza. En Rusia he visto como muchas pasan hambre porque no pueden admitir no ser flacas. Muchas comen una vez al día. Sin embargo la vejez les pasa la factura.
    Para el estómago, tómate un té o una aromática de cidrón o manzanilla, bien calientita.

  • El problema —creo yo— no está en si estoy *tan* gorda o no, sino en mirarme y estar contenta con lo que tengo tal cual. Justo después de leer tu comentario encontré un titular en el periódico: “Yo no me veo gordo, me ven gordo los demás”. Creo que en esta frase está el quid del asunto. Por ejemplo: en la foto yo no me veo gorda pero tú sí me ves así. Podría entrar en pánico porque la manera como los demás me perciben, que es medida contra el resto de las personas y el ideal estético de la época, ni coincide con mi punto de vista ni me favorece. No obstante, para mi escala —el historial de mi cuerpo, sin comparar con nadie más— ahí estoy bastante pero bastante bien. El paso que di en ese paseo y con esa compra fue entender eso: que si en mi opinión yo estaba bien, qué importaba lo que fueran a pensar los demás.

    Este año subí de peso más o menos significativamente. Curiosamente, duré mucho tiempo sintiéndome bien con mi nuevo cuerpo. De verdad me gustaba como me veía. No me estaba comparando con nadie (aquí no habría con quién) y quien fuera que se sintiera atraído a mí al momento lo estaba no por mi aproximación al estándar sino porque así era yo y algo de bueno debía tener eso. Sin embargo, apenas llegué a Colombia en vacaciones empecé a sentir la presión porque mi figura no se sujetaba a un “modelo de lo normal”, estaba más alejada que nunca de algo que jamás he sido ni llegaré a ser. La verdad es que me preocupa mucho eso, no por mí en lo personal sino por el daño que esa presión debe estar haciendo en millones de mujeres. ¿Cómo corregir eso? ¿Cómo hacer que nuestra satisfacción provenga de nosotras mismas y no de la vara para nada realista de las revistas y las demás mujeres que, al fin y al cabo, son diferentes?

    Me vivo devanando los sesos en ese lío. Por lo pronto he llegado a un punto en el que mi panza me gusta mucho. Es rica de tocar.

    Por cierto, el té fue la perfección. Muchas gracias.

  • Yo no te veo tan gordita, es porque no te ves gordita… te ves plana. Lo siento si sonó ofensivo, es que yo a veces soy muy bruta. En Colombia la presión es muy grande, yo crecí con esa presión y eso de cierta manera me hizo gruñona. Es ridículo, en verdad que uno se sienta mal por tener una cantidad de tejido.
    En Rusia yo me dije bueno, talvez yo soy diferente, soy extranjera y no tengo que verme como ellas… pero curiosamente en Rusia tuve la mayor subida de peso de mi vida y también bajé más kilos que nunca en mi vida… y con mucha hambre y hasta anemia.
    ¿Cómo corregir eso? No lo sé, aunque talvez por eso me gustan los blogs porque no existen estereotipos, ojalá la gente se admirara la una a la otra por ideas, pensamientos y cosas interiores y no exteriores, al fin y al cabo, la belleza de los esposos no hace a un matrimonio feliz, tampoco después de dietas, tintes, tratamientos dentales y hasta cirugías somos más felices, ni mejores personas.
    Y lo que dijo Leider se me hizo dar mucha risa. En ese momento dije no sh!t, yo soy flaca también! Fue muy chistoso.

    No sé si te gustaría ver este video:
    http://www.youtube.com/watch?v=bjK3_b_Kl-E

    La modelo es un hueso, se ve mal para nosotros, parece enferma. Pero en Rusia muchas tienen ese cuerpo. He visto gente en la universidad literalmente luciendo las costillas. Sin embargo para ellos eso es el estándar, el ideal… yo la veo como un hueso, ellos no.

  • ¡Ay! No lo decía como “a mí no me ofende, vieja envidiosaaaa”, no. Es que el comentario —o como lo interpreté— me hizo acordar de lo que me pasó en Colombia. Maldita presión. Yo crecí con eso también, claro, han sido apenas unos años de vacaciones donde he podido agrandarme y achicarme a mis anchas. Ahora voy a volver a casa y me da miedo que mi panza querida me deje de gustar porque *se supone que es horrible*.

    Lo que dijo Léider es gracioso por un lado, pero tiene su lado serio. Al fin y al cabo la belleza y la virtud van de la mano en la mente de las personas y por eso el gesto de mostrar la barriga después de marcar un gol está lleno de significado: es como “miren, no pueden burlarse de mi apariencia porque soy bueno”.

    Me voy poniendo pesada, pero es que de algo por esta línea se trata mi tesis.

    P.S.: Vi el video. Dios mío: a) los huesitos de la modelo, b) el mullet del cantante.

  • A mi me pasaba exactamente lo mismo, con mi barriga, de hecho, ahora que lo pienso, todavía me pasa, en fin, quisiera dejar esa bobada de sentirme acomplejada por eso :\. Recomiendas algún libro que tenga alguna relación con este tema?

  • A los 24 años usé mi primer bikini, solo porque podía “aprovechar” que había bajado de peso por una cirugía extremadamente agresiva. Pensé “la enorme cicatriz en mi panza es lo de menos, por fin estoy flaca y puedo ponerme lo que se me antoje”.

    Cinco años después y aún no soy capaz de verme en el espejo con cariño. Ahora tengo, además de una panza, una cicatriz enorme.

    En vacaciones iré a la playa y usaré mi bikini. Seguramente no me tomaré fotos ni dejaré que mis amigos lo hagan, pero usaré mi bikini y seré feliz (trataré, pues).

  • He estado pensando en que este asunto es muy machista… ¿Han visto al Gordo de Molina de Univisión, que se mete al jacuzzi con siliconudas y despampanantes mujeres? Grotesco, sin embargo a la gente parece gustarle.
    Si fuera una gordita metiéndose al jacuzzi con los galanes de moda, la acabarían. Claro que yo no me metería ahí después de que esas tipas estuvieron ewwww

    Yo tengo unas fotos mías en bikini en el Mar Negro, que es feo pero refeo… salgo con panza de embarazo… cuando uno se pone el bikini con panza se da cuenta de que realmente, la celulitis y rollitos de una a la mayoría tienen sin cuidado…

  • Ah y acerca del mullet de Bilan… ya se lo quitó y perdió el encanto… jejejeje
    En Rusia yo creo que usan los peores mullets…

  • 🙂 yo también neveruda, blandita, panzona y, para completar, blanca como queso campesino. Yo he estado acomplejada, también, toda mi vida. Recuerdo muy claramente alguna vez que conocí a los hijos de algún amigo de mi papá, y el mayor de ellos le dijo a mi hermano “mi hermana es bonita, pero es muy barrigona”, a lo que mi hermanito de 5 años respondió “sí, la mía también”.
    Yo vine a usar bikini por primera vez hace 4 años, estando en Alemania, donde a nadie le importa un soberano chorizo si uno es blandito, durito, blanquito, morenito, peludo o lo que sea. Y creo que le cogí cariño a mi pancita. Está ahí, siempre, blandita, para que mi gato la masajee antes de dormirse.

  • Busqué en google “neveruda” y el primer resultado decía “pelirroja neveruda pero igual está lindita” de una página que no me atrevo a abrir porque estoy en una biblioteca (y que no debería escribir aquí para evitar que luego se te llene esto de spam).

    ¿Qué significa “neveruda”, “neveroide”, pues? Ahí disculparán, pero soy mexicana y jamás había escuchado esa palabra, je je.

  • En Colombia te dicen nevera cuando estás cuadrada… por eso neveruda

  • Yo si que me veo mal con biquini, pero ahí vamos. Lo superaré.

  • ¡Pero claro! ¡nevera! es que acá le decimos refrigerador

    Gracias Balalaika 🙂

  • Plain Guys point of view: WTF! But she’s beautiful! Ah, women…

    Random so-called blogger point of view:

    Hombres y mujeres por igual se sienten atraídos por características físicas que consideran señal de buena salud. Estar flacas como palitos chinos no es señal sino de una malnutrición infame. Obviamente, que las bolas de manteca de 1,60m con 115 kilos de peso que se alimentan a base de doritos y cocacola; para las cuales la lechuga (o cualquier otro vegetal) es lo que deben pedir le quiten a la hamburguesa, un poco de “presión psicológica” para que traten de salvar su vida no está de más. Y aplica también para los tipos, por supuesto.

    Digo, todo en su justa proporción. Un estilo de vida saludable hace que cualquier persona se vea bien, sin importar si tiene la panza dura como una tabla o no.

    Creo que es una desgracia que tantas mujeres bellas se rehúsan a vivir su vida plenamente por temor a no encajar en un prototipo que a estas alturas nadie sabe quién impuso. Yo digo al diablo, muestren lo que tiene!

    Su salud mental y algunos tipos desconocidos que probablemente nunca sabrán que estuvieron allí se los agradecerán 😉

  • Obviamente, que las bolas de manteca de 1,60m con 115 kilos de peso que se alimentan a base de doritos y cocacola—> Jajaja yo soy una bola de manteca de 65 kg, pero odio los Doritos y no tomo Coca Cola, igual me hiciste reír

  • Este tiene que ser el mejor hilo de comentarios de toda la historia de este blog.

  • Si algo he aprendido de la distancia es a dejar de verme a través de los ojos de los demás. Cuando se está solo, lejos de tantas presiones, es posible verse a sí mismo tal como se es, sin lentes de distorsión. Sobre todo cuando se aterriza en una sociedad que no juzga tanto como la colombiana.

    Hace poco, una amiga que vive en Holanda, estuvo en una cita con un tipo que conoció por internet. En su perfil, el tipo decía que prefería una chica que practicara deporte. Mi amiga le preguntó al respecto ya que él dijo no practicar ningún deporte, su respuesta fue simple: si una chica practica deporte, es una chica flaca y eso es lo que cuenta. Me pregunto si, basado en un comentario anterior, esa exigencia de practicar deporte, cambiará por una de comer verduras.

    Por cierto, si tú eres la señora tofu y Aranta es la señora flan, yo vendría siendo la señora almojábana: redonda y amarilla.

  • no recordaba lo de la presión en colombia.
    desconectarme me sirvió mucho para quedar contenta con mi imagen en el nuevo contexto.
    concuerdo con Prometeo, si uno lleva una dieta sana y se medio mueve, eso se nota, el espejo te lo hace saber, barriga incluida o no. si no tienes los genes flacos, comes papas fritas casi a diario y no haces ejercicio, no te maravilles de ver los flotadores y los bananos, es mero balance de energía, no es arenga tipo “son pobres porque quieren”, noooo, es mi experiencia.
    la silueta delgada está sobrevalorada, eso sí.

  • Me gustaría hacer alguna contribución brillante sobre la percepción subjetiva de la gordura, pero lo siento, no me puedo concentrar en eso mientras veo a Olavia Kite, con un bikini que le queda chévere, amenazada por un tsunami blanco que se acerca en el horizonte. Abunai, Olavia!

  • Jum, llego tarde, y lo que tengo para decir ya se ha dicho, pero no le hace: Yo también, acomplejada desde chiquita por la gordura (mi padre me decía que parecía un barril con patas, hágame el favor), una sensación que disminuye ostensiblemente en México pero vuelve a crecer abrumadoramente en Colombia; y para peor, blanca blanca como el queso, así como dice mlrivera, algo por lo que me molestan tanto en Colombia como en México, pero, igual que vos, lo que yo realmente deseo es verme bien yo, como esté yo, porque hoy en día muchos, quizás nadie, me ven como yo me veo… ellos me ven mejor ¡! así que en realidad importa como uno se ve, eso es lo que le hace sentirse feliz o no. En fin. Desde que tenía 15 años decidí que no iba a luchar por bajar de peso como estaban haciendo todas mis amigas, porque eso era seguir lo que dictaba la publicidad, yo quería sentirme bien conmigo, como estaba, gordita y blanca, pero sentirme bien y quererme. Porque, como yo lo veo y lo he visto, caer en los parámetros del modelo estético que nos proponen no es ni condición necesaria ni suficiente para sentirse bien, para quererse, para estar contento con lo que una es. Oh, en julio, cuando fui a Colombia, mi hermanito me llevó de paseo a Girardot, y allí también por primera vez en mi vida, me compré un bikini, así blanca y con gorditos y celulitis y todo, pero quería saberme capaz de mostrar libremente mi cuerpo porque ahora, en toda mi vida, es cuando más me gusta y estoy contenta con él. No satisfecha, pero eso ocurre cuando empiezo a “pensar por los demás”. Mi proceso sigue… uno siempre se siente solo en esto cuando de repente ¡zas! se da cuenta que muchos seres humanos andan en las mismas, hombres y mujeres. oh, quisiera leer tu tesis algún día. Que bonito y agradable y pleno lugar este, como siempre, Olavia Kite 🙂

  • Buena entrada Olavia… yo también he sentido la mirada acusadora e intimidante de los hombres (muchos de ellos gordos) solo por un exceso de tejido adiposo en mi vientre.

    Cuando era adolescente me inicié en el asunto de las dietas. Logré bajar varios kilos y durante algún tiempo lucí muy bien PERO mi mente quedó arruinada para siempre: rara vez como en público aunque ahora sea normal.

  • tooodas sufrimos seamos neveroides o no, yo tengo cintura pero debajo del ombligo, crezco como las vacas…¡para los lados! pese a ser una gordita con figura como dicen mis amigas es cierto lo de la presión en Colombia. Y eso cansa, yo tengo dos amigas cercanas que se han hecho la liposucción uno de verdad no sabe como escapar de todo eso. Me divertí leyendo esta entrada. Saludos
    Getta

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