Tras del daño, otro daño

Ya pasó la semana sin bicicleta. Al fin me puse manos a la obra, salí al parqueadero del edificio y arreglé el daño yo solita. Pero no todo podía ser albricias, y ahora le toca el turno de agonizar al computador. Con dos prestos deditos escribo este post desde mi iPhone. No lo digo con el ánimo de chicanear, sino para que vean que a la gente ociosa con ansias de escribir minucias nada la detiene, y de mil amores escribiría con su sangre sobre la pared de ser necesario, si tan solo la sangre pudiera fundirse entre todo aquello que flota en la World Wide Web.

Los que han hablado conmigo por Skype últimamente saben que el ventilador estaba haciendo un ruido infernal que no dejaba ni oír lo que yo decía. Pues bien, yo me impacienté y decidí actuar como lo hice con la bicicleta, con tan mala suerte que en una etapa avanzada de la operación me tembló la mano y terminé de matar el aparato. Bueno, yo sabía a qué me exponía: era el éxito rotundo o dejarlo peor de lo que estaba. Lo importante es que me divertí muchísimo. Si se preguntan por qué podría uno divertirse dañando un MacBook, les contaré que en mis épocas de estudio en Los Andes estuve a punto de meterme a cursos nocturnos de corte y confección y arreglo de computadores. Si no me hubiera ganado la beca, ahora probablemente tendría un título profesional y dos técnicos. Y andaría feliz por la vida cosiéndome vestidos y metiéndole mano a cuanto aparato se me cruzara. Pero el destino no lo quiso así, y ahora me dedico a otros menesteres en otras latitudes.

No teniendo mucho más que decir, me retiraré a ver cómo evoluciona esta vida de aislamiento. Me dedicaré a la oración y el estudio.

[ 100 Days – Sharon Jones and the Dap-Kings ]

0 Responses to “Tras del daño, otro daño”


  • No Comments

Leave a Reply