Hoy abrí uno de los baúles de recuerdos que tengo en la mente. Escuché las voces del pasado, leí sus palabras, estuve allí. Ahora que culmino una etapa de mi vida, miro hacia atrás y veo a tantas niñas… a las que me despreciaron, a las que jugaron conmigo, a las que me juzgaron, a las que me acogieron.
Ahí está Salma, mi amiga durante mis primeros cinco años de vida… Y Diana y Elizabeth, mis vecinas compañeras del Bethlemitas. De ellas no supe más, aunque a Elizabeth aún la veo algunas veces. Ella no me reconoce. Cuando dejé el Bethlemitas no me dolió, nunca me sentí parte de ese colegio, no alcancé a cogerle cariño.
Soly Álvarez, mi primera mejor amiga duradera, y todo el combo cambiante de amigas aparecieron apenas entré a kinder en las Pachas. La primera niña que conocí el primer día de colegio fue Valeria Salamanca. Eso fue bonito. Y fueron apareciendo y desapareciendo Valerie Guevara, Ana María Velásquez, Ana María Lacorazza, Natalia Robayo, Carolina Domínguez, Natalia López Tobar, Gabriela Jiménez, María Paula Aristizábal, Andrea García, Dianne Angulo, Adriana Simbaqueba, Lisec Coronado, Natalia Gómez, Viviana Avella, Sandra Pérez, Lina Franco, María del Carmen Celis, Adriana Ippolito…
No todas desaparecieron. Carolina Domínguez, Sandra Pérez, Lina Franco, María del Carmen Celis y Adriana Ippolito se han convertido en amigas muy importantes para mí, tarde o temprano. Con Andrea García y Lisec Coronado hablo ocasionalmente. Valeria Salamanca es mi amiga pero me preocupa el hecho de sentir que seguramente se perderá por alguna razón. Y al pensar en ella me pregunto si lloraré el último día de colegio, si extrañaré a tantas niñas que han caminado por los mismos pasillos que yo he recorrido. Entonces pienso que no es el colegio lo que las ha hecho amigas mías aunque nos hemos visto seguido gracias a él. Lo que las hace amigas mías es su autenticidad, el simple hecho de ser ellas, de estar en el mundo. Las quiero estén o no en el colegio, y si las aprecio no tengo por qué depender del establecimiento para no perderlas. Es cierto, el colegio fue algo importante, pero hay que moverse, hay que evolucionar.
Aprendí a despreciar la amistad, pero también aprendí a volver a creer en ella. Ahora que todas nos vamos, sé que la fortaleza de los lazos sólo depende de mí. Yo soy la única que puede encargarse de que la falta de llanto durante el último día valga la pena… que no termine suspirando por su falta cuando, en la distancia del tiempo transcurrido, vea un abismo infranqueable, y añore estos días de amistad naciente.
Estoy escuchando: Fotografía, de Juanes y Nelly Furtado
Me siento: Insomne