El tema que trataré en esta ocasión gira en torno a una palabra que me gusta mucho aunque el hecho en sí no me simpatiza tanto: la ambivalencia.
La ambivalencia consiste en dos tendencias o impulsos, generlamente opuestos, combinados (el lego tiene derecho a ser ilustrado). Por lo general aprece en situaciones extremas de la vida, como en el querer. Se quiere y no se quiere, se quiere pero…, se quiere a una persona y se quiere a otra, bueno, un sinfín de casos que no hacen sino agravar la tensión de querer en sí. Nelly Furtado interpreta una canción llamada Hey, Man!, que termina con las líneas “and I don’t want ambivalence, no I don’t want ambivalence no more”. Eso es exactamente lo que necesita el mundo, acabar con la ambivalencia. Las personas que se contradicen hacen que los demás terminen contradiciéndose o destruyéndolos o quién sabe qué otro montón de cosas.
No me gusta cuando la ambivalencia de alguien me afecta directamente a mí, aunque confieso que en ocasiones yo misma soy así. El angelito y el diablito que me fueron asignados se sientan en mis hombros y empiezan una discusión acalorada que debo escuchar de principio a fin. No es divertido. Lo peor de todo es cuando mis personas especiales empiezan a sentir a sus angelitos sentarse a un lado, a la espera de su contendor. ¿Y sobre qué discuten estos ángeles y diablos? ¡Sobre mí! Claro, los dueños de estos seres celestiales/infernales empiezan a marearse con los largos discursos y se desahogan actuando de manera extraña. Ah, claro, de ahí vienen los trocitos de felicidad triturados y barridos; la persona se cansa tanto de oír al ángel y al diablo contradecirse mientras comparte las opiniones de los dos que resuelve aproximarse hacia mí, arrebatarme el caleidoscopio mágico y pisotearlo. ¿Recibo yo alguna explicación? Ojalá fuera así. Lo único que puedo hacer es recoger los trozos remanentes y guardarlos para jugar al rompecabezas en mis ratos de ocio. Les cuento que mi colección de fragmentos de caleidoscopios va en aumento.
Voy a tener que organizar una encuesta a cada persona especial con una advertencia:
No responder en presencia de ángeles o diablos personales.
La pregunta iría así:
¿Qué siente usted por mí exactamente?
Como la ambivalencia bloquea la mente, ayudaré con unas gentiles opciones:
a) la odio —somos enemigos
b) me simpatiza —somos amigos
c) la adoro —somos más que amigos
¡Y no se pueden marcar dos opciones, ambivalentes! Esos angelitos y diablitos sí que causan estragos…
Estoy escuchando: Barcelona, de Jewel
Me siento: ¿Ambivalente?