Cauchemar

No entiendo el propósito de la vida para conmigo. En el momento en el que parece que he encontrado ese pedacito de felicidad que actúa como un caleidoscopio lleno de miles de hermosos colores y que hace verlo todo supremamente vivo, algo llega, toma mi corazón, arranca el trozo y lo estruja sin hacer el menor ruido, algo así como Lord Farquaad deshaciendo la pierna del Hombrecito de Jengibre… Y una vez más he de esperar a aquella famosa, pequeña y ausente parte de la felicidad. Resignarse es fácil, las heridas sanan, pero ¿puede la piel soportar tantos maltratos? Y peor aún, ¿puede el alma? Ya me siento débil, he soñado demasiado, ce monde n’est pas un rêve, Amélie! C’est un cauchemar… y despertar es doloroso, porque el sueño ha querido acercarse a la realidad, como lo hacen todos los sueños fuertes.

(Si nunca se le hubiera ofrecido una esperanza, el sueño habría muerto solo, de inanición. Sin embargo, alguien lo alimentó un par de veces, lo fortaleció, y eso lo hace ya difícil de matar.)

Lo único que sé en este momento es que el patrón se repite y se repite, y que todo lo que en algún momento brilla y despide visos de colores siempre recibe salpicaduras de lodo. Veamos cómo podré sacar las manchas… si es que acaso eso es posible.

Estoy escuchando: Just Perfect, de Tracy Bonham

Me siento: Tan, pero tan triste…

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