Cantina y guaro

Estoy en Medellín. No tengo mucho que hacer por acá, pero anoche me salió plan y tomé un Uber para ir. El conductor me preguntó si me iba de rumba.

—No, voy a visitar a unos amigos.
—¿Y no se van de rumba?
—No, no me gusta la rumba.
—¿No sabe bailar?
—No me gusta bailar. Tomé clases y descubrí que no me gusta.
—¿Entonces qué le gusta?
—Me gusta charlar.
—Ah, ¿entonces le gusta el plan cantina y guaro?

¿Qué responde uno ahí?

—Jajaja.

Uno jura que los tipos se van a callar si uno se limita a decir “jajaja” pero NO. El señor empezó a contarme sobre lo mucho que le gusta ir a cantinas a tomar guaro y cómo yo debería tomar guaro con los amigos que iba a visitar. “Jajaja”, volví a responder.

Luego pasó a preguntarme sobre mi situación sentimental. Le expliqué brevemente (no sé ni para qué) y procedió a interrogarme/reprocharme cómo rayos se logra mantener algo así. Obviamente hablaba del aspecto físico de la situación.

—Uno se acostumbra—respondí—, y además es algo temporal.

Respuesta inválida.

Este es el segundo conductor de Uber en Medellín en dos días que me pregunta si tengo novio y luego no puede dar crédito a sus oídos cuando le digo que vivo lejos de la persona que quiero. Hablan de “necesidades”, como si de la vejiga y el intestino se tratara.

Desafortunadamente todavía quedaba un trecho por recorrer y el señor tenía que seguir parloteando. Pasó a mi vestimenta. Que qué hacía mostrando pierna con este frío. Yo estaba en bermudas, así que eso de “mostrar pierna” era altamente discutible. Y en todo caso qué diablos le había de importar.

—Vengo de BOGOTÁ. Aquí está haciendo CALOR.

De repente entendí a los gringos que llegan a Bogotá y andan por La Candelaria en shorts y sandalias mientras que a su lado pasan niños chiquitos con la sudadera del jardín infantil rellena de mil capas de camisetas y la cabeza cubierta con un pasamontañas. Todo es cuestión de perspectiva.

Llegamos al centro de Medellín y el señor del Uber me preguntó si podía dejarme una cuadra antes de mi destino para poder encaminarse más rápido a su siguiente carrera. Qué dicha ahorrarme unos metros de su amable compañía, señor; claro, no hay problema, muchas gracias, hasta nunca.

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