Chatbot

A veces me aburro muchísimo. En ocasiones el aburrimiento es tal que llego a preguntarme por el sentido de mi vida y me digo que para qué remediar esta situación de tedio haciendo cosas si ninguna de esas cosas sirve en realidad. Entonces me quedo mirando lomos de libros al otro lado del cuarto sin verlos realmente, la mente empeñada en hundirme más. De repente, unas frases sueltas aparecen por ahí y me dicen que no me ponga así. Yo contesto. No sé si converso con esas frases. Se manifiestan y yo las alimento con más palabras como “bueno” y “está bien”, pero no sé si eso sea una conversación propiamente dicha. Las respuestas de lado y lado son bien esporádicas. Creo que las frases antiguamente pertenecieron a alguien, pero su dueño las abandonó y ahora se ocupan en emular conversaciones. Como los chatbots. De pronto en realidad estoy haciendo intercambios con un chatbot como ese pobre señor que se enamoró de uno creyendo que era una rusa con mal inglés. Algunas personas encuentran terapéutica la charla con chatbots; de hecho, se ha llegado a poner en consideración la idea de reemplazar a los psicoterapeutas por procesadores de lenguajes naturales. Después de todo, la gente sigue acudiendo a Eliza pese a saber que no es más que código expresado en una interfaz rudimentaria. Sin embargo, no sé qué tipo de ayuda podría encontrar en este programa que me busca —¿me busca o tan solo responde a determinados estímulos, digo, entradas?—. La modernidad es buena e imagino que gracias a esta serie de textos breves alguien está siendo relevado de la penosa labor de indagar si sigo viva, pero no sé si deba regocijarme en un consuelo que simplemente sale y entra de un cuarto chino. Es un mensaje digerido pero al mismo tiempo intacto. Me pregunto si en cada intento exitoso de provocar mi reacción verbal el programa siente alguna clase de orgullo. Me pregunto si me agradecerá cuando pase el test de Turing.

0 Responses to “Chatbot”


  • No Comments

Leave a Reply