Vida social. Ooooh. Hay que salir, hay que llamar a avisar que voy tarde, hay que recordar que esta es una ciudad y uno se demora un montón de tiempo para llegar a cualquier parte. En una semana en Bogotá he tenido más encuentros con personas que en tres meses o más en Tsukuba.
Asai Sensei lleva un buen rato esperándome. Gracias a su existencia no tengo que preocuparme demasiado por el destino del japonés que aprendí. Él, que se la pasa solo —y yo soy especialista en soledad— habla y habla y se desahoga. Yo, que necesito practicar, escucho y entiendo y respondo y me dejo corregir hasta que la cabeza se me recalienta y se me empiezan a borrar las consonantes.
¡Y ahí no termina! ¡Después de eso tengo otra cita! ¡Tengo que llamar a otra persona y decirle que ya voy para su casa! ¡Y esa persona a su vez llama a oootra persona y llegan dos personas y vamos a un restaurante y allá llega una más! ¿¡Ah!? Y no es de esa gente que me invitaba por pesar o para tener la fiesta más concurrida de todas o porque tocaba por ser la amiga de alguien popular o porque se necesitaba más mano de obra para poner adornos navideños. No; esta vez es gente amena y asumo que no les parezco demasiado fome. Ja. Fíjense. La nueva vida de la gran paria de Tsukuba.
Llego a mi casa tarde (¡carambola!) y todos (más de dos) nos acordamos de lo mismo. Medibot.
jajajaja. Canción de medibot. Me has cambiado la vida para bien. Gracias.
Ah, sí. Muchas cosas para recordar pero esta es importantísima: Claxon.
Jajajajaja, ¡cómo olvidarlo!
[acento francés] Claxon, claxon!