La vida después de la tesis transcurre apaciblemente. Desperté como si recién me hubieran propinado una golpiza y mientras el cuarto se llenaba de una luz como de gruta del tesoro de Indiana Jones me puse a cantar “All Things Must Pass” de George Harrison. Yurika me invitó a desayunar a su casa; hablamos de nuestras respectivas vicisitudes a la hora de la entrega, miramos las fotos que tomé durante nuestro paseo a Naoshima y nos reímos hasta que nos dolió el estómago.
Tenía plazo para entregar la tesis hasta las 12m del día de ayer. Al parecer la entregué a las 12:00 según el reloj de la oficina. Yo no me di cuenta, pero Yurika casualmente estaba allí y vio cómo estuve a punto de perder de primerazo el chance de graduarme gracias a la extraña falta de miedo que dominó el proceso de escritura del documento más grande de mi vida universitaria.
Me había encerrado en un salón de computadores vacío a eso de las 8am y me puse a arreglar cosas, tan empecinada en negar el paso del tiempo, que aún cuando empezaron a aparecer personas desconocidas preocupadas por mí no sonó ninguna alarma en mi cerebro. Eran las 11:52 y yo seguía tan campante. Poco a poco dejaron de ir y venir para estacionarse alrededor mío y rogarme que detuviera lo que estaba haciendo y entregara la tesis como fuera. Al fin la mitad del creciente equipo de curiosos me separó del computador casi que a la fuerza, puso papel en la impresora, me señaló la ubicación de la perforadora más potente que yo jamás hubiera visto y me mandó a correr. Me di cuenta de que esta no era ninguna tropa de fisgones cuando los oí hablar por celular sobre la coordinación de mi llegada a la oficina y cuando ya en el pasillo apareció de la nada uno de ellos para recordarme qué dirección tomar. La otra mitad del equipo me esperaba a la entrada de la oficina, haciéndome barra. (Esta es la parte de la historia donde Yurika llora de la risa.)
Creo que me volví famosa porque en todo el camino de vuelta a la sala no hice sino recibir felicitaciones de gente que nunca había visto en mi vida. El grupo de apoyo —que resultó ser la mayoría del departamento de Estudios de Área de mi facultad— me invitó a su celebración de fin de tesis. Hubo champaña, pollo frito, croquetas, frutas y chocolatinas. También hubo un (¿último?) encuentro con Alicia, mi amiga de primer año. Se acordaba de mi vida.
Supongo que aquí es donde la historia empata con lo que escribí ayer. Aún no sé bien cómo sentirme, salvo que el cuerpo me falló de repente tras el desayuno de hoy y pasé toda la tarde en cama, sin fuerzas casi ni para hablar. Creo que ya estoy mejor (gracias a los cuidados de Azuma), pero la sensación de qué demonios acaba de pasar permanece. Algo debe seguir después de esto, pero no logro vislumbrarlo.
[ Sunny — Stevie Wonder ]
🙂 Que bonita memorable historia de entrega de tesis. Es la más bonita que he leído en toda mi vida.
El guayabo post-entrega dura un rato, pero como todo: pasa. Oh, cuídate mucho mucho tu salud, de todas formas durante la escritura de la tesis el cuerpo acumula mucha tensión y cosas de esas que le nacen al estrés, así que ahora merece cuidados y mimos. Que bueno que Azuma está contigo.
Abrazos sanadores 🙂
Muchas pero muchas gracias por tus palabras y tus abrazos. Calaron hondo. 🙂
Yo hasta ahora comienzo esa empresa. No me puedo imaginar bien el final en mi caso.